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sábado 20, abril 2024

Asturias en pie

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Asturias tiene que luchar por su futuro. No esperar a que lluevan las soluciones, puesto que estamos en época de sequías. No aguardar a que nos digan, nos organicen, nos señalen el camino, sino proponer, inventar, avanzar, crear. Y defendernos ante las embestidas de un mundo cada vez más agresivo. El mes de junio ha estado especialmente marcado por las protestas que han tenido lugar en el sector de la minería. Es, para nuestra región, un grupo que tiene mucho de simbólico porque representa más que trabajo: minería es cultura, es sentimiento e identidad, es solidaridad y unión. Y al margen de otras cuestiones que entroncan con lo económico y con lo político, en una medida importante el sentir del minero es el de muchos asturianos, porque conecta con una parte de la historia e idiosincrasia de este pueblo.
Pero vivimos en un mundo globalizado, en el que las normas del juego son poco tolerantes con los pequeños sistemas económicos locales. Teóricamente nos dicen que es para favorecer un mercado más amplio y sumamente interconectado, pero en la práctica estas normas, en su mayoría dictadas por el FMI y en nuestro caso por la Unión Europea, no tienen reparo en obligar a las sociedades a durísimos sacrificios en aras de un hipotético bien mayor que, como estamos viendo en ejemplos cercanos, no parece que vaya a llegar.
En España, el gobierno central ha recortado de una forma brutal los presupuestos pactados en el Plan Nacional del Carbón 2006-2012. Y lo ha hecho a su manera: a golpe de mayoría absoluta. El debate es muy amplio y está presente en los medios diariamente (que tuvimos a nuestra disposición unos Fondos Mineros que no se aprovecharon debidamente, que nuestro carbón no es rentable, que las barricadas no son de este tiempo, etc), pero además de todo lo que sobre el tema se pueda argumentar, hay algo indiscutible: los mineros asturianos, como los de otras provincias, están haciendo un ejercicio de dignidad, de unión y de resistencia. Una lucha por la supervivencia del hombre frente a la apisonadora del estado y los mercados.
Una vez prendida la mecha, el gobierno ha gestionado este asunto de la peor manera posible: escondido, callado y haciendo como que no ve. Con ello no sólo no va a solucionar el problema sino que aviva la llama que puede derivar en un conflicto social de mayores consecuencias, teniendo en cuenta que el problema de la minería no se percibe como una cuestión aislada, sino que está en un contexto social ya muy castigado por la crisis, agotado económicamente, con la moral baja y el descontento elevado. Se suma el enfado por los recortes en otros sectores como el sanitario y la educación, el desempleo castigando durísimamente a las familias y ninguna perspectiva de mejora de la situación en el horizonte.
Con este panorama, no parece una actitud inteligente dejar pasar el tiempo para que el fuego se apague solo, teniendo en cuenta que se está tratando con trabajadores históricamente acostumbrados a la dureza y la resistencia, muy enfadados y dispuestos a no dejarse pisar. Más allá de carbón sí o carbón no, lo fundamental de este conflicto es que había un acuerdo y se ha incumplido. Sin explicaciones y sin negociación. Hablamos de un gobierno que, llevando las instrucciones de la UE al extremo, ha decidido adelantar plazos para ahorrarse unos dinerillos que, como estamos viendo, sí existen para salvar otras empresas más discutibles.
A todo ello sumamos una duda importante sobre cuáles son los planes energéticos de este gobierno, después de sentenciar a muerte al carbón y dar un hachazo letal a las renovables en los presupuestos del 2012, que han dejado temblando a los proyectos de I+D+i, fundamentales para abrir este mercado. Seguiremos manteniendo la dependencia del exterior, importando gas y petróleo a precios elevadísimos e inestables por la alta conflictividad de las zonas productoras. Sin planes para el futuro.
Así no se hacen las cosas, o al menos no deberían hacerse. Por eso, la lucha de los mineros es universal, y es de todos.
Con los tiempos que corren, está visto que la dignidad hay que pelearla.

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