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martes 23, abril 2024

Asturias se hace mayor

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Todos los indicadores apuntan en la misma dirección: la población asturiana envejece. Y lo hace a marchas forzadas y sin que en ningún momento se observen signos de que la tendencia vaya a cambiar en la próxima década. Consecuencia inevitable es que se reduce, y mucho, el número de trabajadores. Se reduce tanto que hay serias duda sobre la posibilidad de que en una década la población activa sea capaz de mantener el entramado económico de la región. Y es que el problema que se avecina no es sólo la disminución de habitantes, sino que la población será más mayor, requerirá más prestaciones y cuidados, y por tanto será más costoso para el sistema mantenerla.
Resulta un tanto paradójica esta situación. Por una parte, no cabe duda de que el aumento de la longevidad debe ser considerado como un logro desde muchos aspectos. Hay que reconocer los resultados de los avances de la sanidad en las últimas décadas, el aumento de los servicios asistenciales, y otros aspectos como alimentación, higiene, etc. Por otra parte, la sociedad actual debe prepararse para que la calidad de vida que puede ofrecer esté a la altura de las nuevas circunstancias. También debe organizar sus estructuras para que puedan atender adecuadamente las necesidades de la población. Ese salto está en marcha, pero todavía las condiciones no son las ideales para la sociedad asturiana.
En este contexto, preocupa el descenso del número de jóvenes, que pone en peligro el relevo generacional en el mercado laboral.
¿Y qué ocurrirá, entonces, dentro de una década? Resulta temerario lanzarse desde aquí a hacer pronósticos concretos, aunque desde algunos sectores ya se avanza que las consecuencias «serán dramáticas» para muchos sistemas, principalmente sanitario, de pensiones y educativo. Más útil resulta concentrarse en las soluciones que aquí y ahora pueden ayudar a que Asturias no se convierta en una región envejecida.
La solución es de planteamiento bien sencillo: hace falta renovar población. Habitantes nuevos. Hace falta un mayor esfuerzo para normalizar y regularizar la inmigración, que ha resultado ser en la última década un balón de oxígeno para el envejecimiento nacional. Y evidentemente hacen falta niños. Conseguir que la natalidad aumente, lo que a la vista está, no resulta sencillo. Aún se echa de menos que la incorporación de la mujer al mercado laboral pueda realizarse con las garantías suficientes para verse respaldada en la maternidad. No es de recibo que un embarazo todavía siga viéndose como un engorro para la empresa y, más aún, causa de despido. Hacen falta medidas que faciliten la conciliación laboral, para que la llegada de un hijo deje de ser una «gymkana» diaria, agotadora e imposible, para padres jóvenes. Hacen falta ayudas, no puntuales, sino de «larga duración», que faciliten el acceso a guarderías y otros servicios. Horarios flexibles, precios asequibles, ayudas en caso necesario, más en un tiempo en el que la situación económica no permite a una mayoría embarcarse en aventuras. Y un hijo, qué duda cabe, es la mayor de las aventuras.
Las previsiones no son buenas, por lo que lo razonable sería ponerse a la labor de tomar medidas.
Tenemos la obligación de aprovechar lo mejor a nuestro alcance: la experiencia, los «galones», la madurez de una sociedad madura, con la ilusión, las ideas, el arranque y la renovación que trae lo joven.
Asturias lo merece. §

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