El aleteo de la mariposa

Ser mujer no es nada especial para que a una le tengan que felicitar cuando se aproxima el 8 de Marzo. No somos un colectivo con características y problemas comunes como podría ser el de los estibadores -con todo nuestro respeto hacia ellos- que en estos días mantienen un pulso con el gobierno y la patronal por defender sus derechos.
 Saben en sus cabezas que se trata de algo temporal, no se sabe cuánto tiempo, pero sí que será algo temporal.
Nosotras en cambio, somos el 52% de la población y no tenemos los mismos derechos que la otra mitad. Algo que visto fríamente, carece de lógica porque no hay nada que diga que tenga que ser así pero parece que con el paso de los siglos se ha convertido en algo asumido. Como si las cosas siempre hubiesen sido así. ¡Para nada!
No es un proceso lineal ni tampoco continuo. En un momento muy determinado de la historia -nos recuerdan los antropólogos- la mujer es apartada y anulada para crear un nuevo modelo social bajo el dominio masculino y la mujer pasa a estar sometida y enclaustrada al ámbito doméstico, estructura que se perpetúa hasta llegar a nuestros días. ¿Por qué se habla tan poco de esto?
Lejos de conformarnos, la lucha por la igualdad de las mujeres no ha cesado ni un minuto. Seguimos caminando juntas sabiendo que aún nos queda mucho camino por recorrer y que antes de nosotras hubo otras que nos pasaron el testigo e incluso dieron su vida por esta causa. Eso nos obliga a continuar.
No somos un colectivo, somos ciudadanas con plenos derechos, autónomas, libres, distintas, que en su día a día trabajan y luchan -allá donde estén- por acabar con esta incongruencia histórica que tarde o temprano terminará por derrumbarse. Un pequeño cambio sumado a otro y otro y otro puede generar grandes resultados, como dice la teoría del caos: «el aleteo de una mariposa hoy en Pekín puede provocar una tempestad en Nueva York el mes que viene». Somos muchas mariposas aleteando.
En el arte de cuidar nos hemos convertido en expertas históricas, ahora queremos recuperar nuestro poder, el que nos pertenece. A partir de ahí, podremos hablar de igualdad.