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viernes 29, marzo 2024

Lucía Moro, abogada, especialista en mediación

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La paz no es ausencia de conflictos, sino la capacidad de manejarlos por medios pacíficos.
La frase representa la filosofía de su despacho de trabajo, y a la vez resume los fundamentos del derecho colaborativo: no necesariamente todos los conflictos han de llegar delante de un juez. Antes pueden intentarse otras posibilidades de solución: distintas, creativas, dialogadas, consensuadas y positivas para todas las partes. Con el asesoramiento profesional adecuado, podrían resolverse problemas echando mano de un refrán tan popular como cierto: hablando se entiende la gente. Es el campo en el que se desenvuelve la abogada Lucía Moro.
El mismo lenguaje ya nos indica que al hablar de derecho colaborativo nos referimos a «otra cosa». Aquí se parte desde la transparencia y la buena fe, y se busca que todos ganen. Es lo que explica la abogada Lucía Moro con un entusiasmo muy convincente: el derecho colaborativo es una fórmula para resolver determinados casos de forma duradera, poco traumática y enriquecedora para las partes.

-Después de estudiar Derecho en Oviedo, se especializó en mediación en la Universidad Carlos III de Madrid. ¿Se promociona la especialidad en el ámbito académico?
-No se promociona. Recuerdo que en el libro con el que estudiaba, el tema de mediación de familia era el único que no entraba en el examen. Con eso ya lo digo todo.

«En un proceso colaborativo yo defiendo los intereses de mi cliente, pero también tengo en cuenta los intereses de la otra parte. Ambas cosas pueden ser compatibles»

-¿Cómo llegó a ello, entonces?
-Tenía un familiar que estaba en el mundo de la mediación y organizó hace diez años ya, en Gijón, un congreso para la Asociación de Mujeres Separadas y Divorciadas de Asturias, al que vinieron Pascual Ortuño y la psicóloga Trinidad Bernal Samper, ambos pioneros en España en el tema de mediación. Yo estaba estudiando todavía la carrera, fui allí y me encantó lo que escuché, así que cuando terminé me puse a buscar dónde había formación en este tema y me decanté por la Carlos III. Luego empecé a colaborar con ellos y me quedé casi cinco años. Coordiné programas de mediación, fui docente en la Universidad, en Colegios Profesionales de Notarios, Cámaras de Comercio: me atrapó ese mundo. Había ido a Madrid por unos meses y me quedé varios años, hasta que me planteé volver a la «tierrina».

-¿Cómo de extendido está este tema en España?
-Los que nos dedicamos a la resolución de conflictos llevamos años investigando sobre derecho colaborativo; la creación de asociaciones ha tardado más. La primera fue en Euskadi hace algo más de dos años. Siguió Madrid y luego Asturias. Hace muy poco se ha constituido la de Valencia, y vienen detrás La Rioja, Navarra, Galicia… Ya vamos sumando unas cuantas.

-¿Cómo llega un conflicto a la vía colaborativa?
-En principio es el abogado el que hace de filtro y ve si se dan las características para ofrecer un proceso de este tipo, porque no todos los casos sirven.

-¿Y cuáles son esas características?
-Para empezar, y dado que es un proceso voluntario, es necesaria la voluntad de las partes, que quieran ser realmente protagonistas del proceso y asumir la responsabilidad de la solución de lo que esté pasando. La persona siempre va a estar al lado de su abogado, negociando en primera línea. Requiere por tanto un nivel de implicación grande, ni todo el mundo está preparado ni todos quieren hacerlo.

-¿Con qué mentalidad hay que afrontar un proceso de ese tipo?
-Es una negociación muy basada en la buena fe y la transparencia, con las cartas sobre la mesa. Nadie se guarda ases en la manga porque existe un compromiso previo de que no se irá a juicio. No se puede afrontar con intereses deshonestos o con la intención de captar información útil para un proceso posterior. Es necesaria la confianza de las dos partes.

«Tienen mucha influencia los programas de cotilleo, en los que están continuamente amenazándose unos a otros con ponerse querellas. La consecuencia es que se nos acostumbra el oído y se reproducen esas conductas. Con mucha ligereza se dice ¿a que te pongo una demanda?»

-¿Y si no?
-Si no, si la intención es ir a aniquilar al otro, lo que estás pidiendo es un contencioso. No vas a querer escuchar a la otra parte. De todas formas, incluso si en un momento dado hay que litigar, puede hacerse de muchas maneras. No necesariamente hay que ir a fastidiar al otro.

-¿Cambia incluso el lenguaje, la forma de nombrar los temas?
-Por supuesto, el lenguaje puede ser terrible. Nosotros no hablamos de «la parte contraria» porque eso supone ponerla en una posición enfrentada. Es mejor hablar de «la otra parte», sencillamente. En un proceso colaborativo yo defiendo los intereses de mi cliente, pero también tengo en cuenta los intereses de la otra parte. Ambas cosas pueden ser compatibles.

-¿Cuánto influye el cine -normalmente el americano- en la percepción que tenemos de la justicia y sus procesos? Pienso en esos juicios con jurado, en los alegatos finales de los abogados…
-Influye mucho. Y también los programas de cotilleo, en los que están continuamente amenazándose unos a otros con ponerse querellas y demandas. Personalmente, me parece que ese tipo de programas derrochan una tremenda agresividad verbal. La consecuencia es que se nos acostumbra el oído, se va normalizando ese tipo de trato entre las personas, y se reproducen esas conductas. Con mucha ligereza se dice «¿a que te pongo una demanda?».

-Y claro, luego la realidad es otra.
-Claro. La mayor parte de la gente nunca ha estado en un juicio y no sabe cómo es. Yo estoy convencida de que muchísimas veces la gente piensa que se va a sentar delante del juez para lucirse, y que el juez le va a escuchar todo lo que quiera decir. Y no va a ser así. Un juez no se anda con contemplaciones y lo más probable es que le dé un tremendo corte que lo va a dejar planchado. Incluso el ambiente de los juzgados es hostil y muy duro. Cuando trabajaba de mediadora en Madrid y la gente quería ir a juicio, yo siempre preguntaba ¿y cómo te lo imaginas, cómo crees que va a ser?

«En un proceso colaborativo es necesaria la voluntad de las partes y se requiere un nivel de implicación grande. Ni todo el mundo está preparado ni todos quieren hacerlo»

-Otro tema: la vía colaborativa se plantea como un proceso multidisciplinar, es decir, participan abogados pero también otros profesionales si es necesario.
-El enfoque es que diferentes profesionales se van incorporando en la medida en que hacen falta. Los abogados no podemos abarcarlo todo, especialmente cuando hacen falta soluciones específicas. Por ejemplo, si por medio hay un patrimonio difícil de gestionar, interviene un asesor financiero. O en el caso de divorcio es habitual que intervenga un psicólogo porque incluso llegando a un acuerdo de buena fe por todas las partes, a veces no es la mejor solución para los hijos. En otras ocasiones puede suceder que la negociación se bloquee y necesitemos incorporar a un mediador para poder seguir adelante. En cualquier caso, todos los profesionales que intervengan tienen que estar formados en la vía colaborativa y saber trabajar para el interés del proceso. Trabajar en equipo nos permite aportar soluciones integrales, específicas, duraderas.

-¿Hablamos entonces de una nueva forma de ejercer la abogacía?
-Realmente sí. Se crean soluciones que se adaptan a las peculiaridades de cada caso. Ningún conflicto es plano, y no hay dos familias iguales.

-¿En qué ámbitos se está aplicando esta fórmula?
-Principalmente en temas de familia, de hecho la práctica colaborativa nació en los años 80 en EEUU, de mano de un abogado matrimonialista que se frustró de tanto litigar en los tribunales y buscó una nueva fórmula. Además, está funcionando muy bien en temas de mercantil. Una de las características del proceso es la confidencialidad, lo que resulta muy conveniente para las empresas, porque todo queda de puertas para dentro. Precisamente en Euskadi es donde más se está trabajando este tema. Hace poco se celebró una convención a nivel mundial y España participó aportando su experiencia en casos mercantiles. Ya nos estamos abriendo un hueco en el contexto internacional.

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