El pasado 2018 ha sido un año importante para el músico Bras Rodrigo. A la publicación de su disco ‘A pause in New York’ se suma su nombramiento como Coordinador-Ejecutivo para Europa del Desfile de San Patricio de Nueva York, el Festival Celta más antiguo, grande e importante del mundo.
La relación de Bras con la gaita fue amor a primera vista, mejor dicho a primer sonido. Nacido en Perlora, todos los días pasaba por un local en el que impartían clases de gaita y, sin necesidad de ver el instrumento, solo escuchándolo se enamoró de su sonido. Fue entonces cuando su abuelo, Xosé Prieto Álvarez, «Bito», le compró una gaita en el taller de Vicente Prado «El Pravianu» para que aquel niño de apenas cinco años comenzara a recibir clases de la mano de «Chema´l de La Carriona». A partir de ahí comenzó a tejerse una intensa relación en la que las notas de la gaita fueron las que marcaron el norte. Recientemente Bras Rodrigo acaba de publicar «A pause in New York», un disco en el que el gaitero asturiano indaga en su personalidad artística y profundiza en las raíces de una música que no es fácilmente encasillable.
-«A pause in New York» dices que es un viaje a las emociones que no están en los mapas sino en la mente, sobre todo en nuestro corazón ancestral. ¿Cómo ha sido este diario de viaje?
-Fue un desarrollo natural. En el año 2005 llegué por primera vez a Nueva York, al desfile de San Patricio al frente de la Banda de Gaitas de Corvera y conocí la historia de la ciudad sobre todo de la zona de Manhattan. Me enteré de que allí había una tribu de indios nativos americanos que, según cuenta la leyenda, vendieron la isla de Manhattan a los holandeses por veinticuatro dólares y luego estos prácticamente los mataron a todos. A esto también se sumó que yo siempre había pensado que el Arco Atlántico empezaba al norte de Escocia, en las Highland, y acababa en el Finisterre gallego, pero conforme fui profundizando y viajando más a la costa este de Estados Unidos y Canadá, vi que empezaba en el norte de Escandinavia y acababa en la costa este de Estados Unidos precisamente por toda la emigración irlandesa, escocesa y en menor medida asturiana y gallega que hay allí. Entonces quise contar esas dos historias. Hacer un homenaje a las culturas minoritarias, porque la globalización es buena para unas cosas pero para otras está siendo muy mala porque está suponiendo una especie de uniformización de toda la cultura. Desde mi punto de vista tiene que ser todo lo contrario, cada uno tiene que defender su cultura y que eso enriquezca al mundo.
«Sueño con que la gaita vuelva a recuperar el terreno que perdió porque estamos hartos de lo que pasa cuando sales y dices que eres asturiano, ya te ubican en el flamenco, en la paella y los toros»
-La gaita tradicionalmente se asocia a folclore y tradición, en cambio en este trabajo hay mezcla de ritmos, estilos, composiciones… ¿La creatividad tiene fronteras?
-No, no tiene ninguna frontera. Bebo de las fuentes de la tradición pero después hago lo que me gusta, porque tengo la teoría de que si no lo haces así no le va a gustar ni a ti ni al público que te va a escuchar. Cuando haces lo que te gusta intentas revestirlo de los cánones estéticos actuales porque es indudable que un disco entero de gaita y tambor, cuando llevas diez minutos escuchándolo, te aburre.
-Con Hevia el sonido de la gaita vivió un momento importante, luego parece que hubo un parón y que ahora vuelve el boom. ¿Es así?
-Son ciclos. Hevia cosechó los frutos del trabajo que se venía haciendo desde finales de los setenta, y principios de los ochenta, con lo que llaman el «xurdimento», que coincidió cuando dieron a Asturias personalidad jurídica propia en el Estatuto de Autonomía. Ahí hubo un boom que acabó en al año 98 con su disco, «Tierra de nadie» que tuvo la suerte de que se lo promocionó una multinacional. Si nos damos cuenta la música de gaita gusta, lo que pasa es que las multinacionales están apostando por otro tipo de música que también es tradicional aunque la gente no lo sabe. A partir de ahí vino una cuesta abajo leve y prolongada y ahora estamos otra vez en la cresta de la ola.
«El tema que da título al disco es una defensa y homenaje a las culturas minoritarias, que quedan plasmadas con la introducción de cantos indios nativos americanos»
-Dices que estás abierto a todo tipo de influencias sin perder tus raíces. ¿Qué opinan de esto los puristas?
-Si te digo la verdad respeto mucho a los puristas, pero me da igual lo que opinen. La gaita, si hubiese habido un purista férreo no hubiese sido nunca una gaita porque su origen fue que a alguien se le ocurrió, hace miles de años, añadirle un fuelle a una flauta y así se evitaba soplar todo el tiempo. Si en esa época hubiese habido un purista que hubiese juzgado ese hecho, no hubiera habido una evolución lógica. Esto mismo pasa ahora y por mi parte tienen todo el respeto pero no comparto su visión inmovilista de la tradición. Tanto los gaiteros como la gente que se dedica a esto, tienen que poder evolucionar hacia donde quieran.
-Sueñas con que «la gaita sea una especie de Excálibur capaz de crear una factoría infinita de sueños». ¿De dónde surgen esas ideas?
-Sueño con que la gaita vuelva a recuperar el terreno que perdió porque estamos un poco hartos de lo que pasa cuando sales fuera. Cuando dices que eres asturiano, una comunidad del norte de España, ya te ubican en la rumba, en el flamenco, en la paella y los toros. Estamos en un estado mediterráneo, por supuesto, pero también celta y atlántico. Esa visión que tienen de nosotros fuera en base a tópicos no se corresponde con lo que es. Que la gaita sea una especie de Excálibur es para reconquistar el espacio que musicalmente hablando le corresponde a la gaita.
-De todo el disco, ¿cuál es tu tema preferido?
-En general todos, pero el que da título al disco es un poco más especial porque es una especie de defensa y homenaje a las culturas minoritarias que quedan plasmadas en ese tema con la introducción de cantos de indios nativos americanos. Es una metáfora de la defensa de las culturas minoritarias que hay en el mundo y que se están perdiendo por la globalización. Yo defiendo la diversidad.