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viernes 19, abril 2024

Sobre los torques castreños

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Más de una vez hemos comentado desde estas páginas la creencia popular de que los moros dejaron en su huida multitud de tesoros escondidos. El término “moro”, tiene un gran componente mítico y no una vinculación histórica con los árabes derrotados por Pelayo.
El “moro” se refiere al “no bautizado”, al pagano, y viene a sustituir al antiguo vocablo “xentil”. En la tradición oral, los túmulos y sus cámaras dolménicas, los castros, torreones medievales y minería romana aurífera, fueron obra de estos misteriosos moros. Al buscar sus tesoros en estos yacimientos arqueológicos, a veces se descubrían monedas de oro romanas, arracadas castreñas, torques, etc… Esto supuso la destrucción de gran parte del patrimonio arqueológico, puesto que los hallazgos fortuitos alimentaban las leyendas de tesoros fabulosos. Uno de los hallazgos reales más interesantes son los torques, collares rígidos, generalmente de oro, en Asturies vinculados especialmente a la aristocracia celta. Este tipo de collares generó en el imaginario popular varias interpretaciones, puesto que un collar comúnmente se componía de eslabones, era como una cadena y la tipología de los torques no se correspondía con esta idea, así que muchas veces se interpretaban como aldabones o picaportes o como asas de cajones, tal fue el caso del encontrado en 1804 cerca de las inmediaciones del Castro de Doña Palla (Pravia) que se vendió en una puja. Misma interpretación se dio a torques y varios brazaletes de oro encontrados en Villabona (Nieres-Tinéu) en 1935, cuando varios vecinos arreglaban un camino y deshicieron un teso (túmulo) que les estorbaba. Las piezas desaparecerían en Madrid, durante la guerra civil. En Valentín (Cuaña) otro torques apareció en la década de los años cincuenta, y fue interpretado como una argolla, encontrada también fortuitamente al sacar piedra de un talud. En 1813, en las inmediaciones de Miudes y Cartavio (El Franco) aparecieron varios de estos collares rígidos, en plata y oro, que fueron identificados como asas de calderos. En los años próximos a la contienda civil, en Argul (Pezós) aparecieron dos torques de oro, durante una riada del Regueiru del Reduleiru, que arrastró estos materiales desde El Corno y el Chao del Payalín, lugares donde la tradición situaba varias tumbas (quizás túmulos) de los reyes moros. Los torques fueron interpretados como cantesas de madreñas y vendidos en A Veiga (antiguamente conocida como A Veiga de Ribadeo) y posteriormente, parece ser que uno de ellos terminó en Madrid. Estas ventas y reventas clandestinas al mundo de los coleccionistas y los museos que adquirían lotes sin procedencia cierta, hizo que muchas de estas piezas asturianas acabasen en paradero desconocido, colecciones particulares y museos gallegos o madrileños catalogados mal (como “de Ribadeo”) o de procedencia desconocida. Solamente un estudio pormenorizado de estas piezas, analizando su composición, gramaje, estilo decorativo o adscripción a talleres y tipologías podría devolver, o al menos intentar, su procedencia original. Por desgracia, en muchas ocasiones, estos torques permanecen en el olvido expuestos en alguna polvorienta vitrina.

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