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viernes 19, abril 2024

Salvados por el mejor amigo. Unidad Canina de Rescate del Principado de Asturias

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Asturias cuenta con un equipo de salvamento especial, un grupo al que se acude cuando las situaciones de búsqueda se tornan complicadas. Ocho voluntarios y once perros forman esta Unidad, que ya ha demostrado su valía en múltiples ocasiones.

Miguel de Prado, responsable de formación del grupo acude a la entrevista con Jabalí, un experimentado pastor belga malinois y con Bruji, una inquieta y joven beagle que está ultimando su formación como perro de rastreo. A su lado, Jesús Gómez, presidente de la Unidad Canina, nos acompaña con Jack, un golden retriever que también está aprendiendo, y poco más tarde se incorpora Wenceslao Fernández, responsable de las operaciones de rescate, con Black, un schnauzer. Los tres voluntarios llevan muchos años formando parte de la Unidad Canina de Rescate que depende del servicio de Bomberos de Asturias-112, con sede en La Morgal. A todos ellos les une la pasión por sus perros y la vocación de ayudar cuando se les requiera. Compaginan su vida laboral y familiar con una ocupación que les resta mucho tiempo y les requiere gran intensidad, pero aceptan de buen grado esta labor a la que se han apuntado de forma voluntaria.
Cuando se pone en marcha un rescate, el mecanismo es siempre similar: el 112 conecta con un responsable de la Unidad, normalmente Wenceslao, y él es el encargado de estudiar la situación y decidir qué equipo o equipos deben acudir al rescate. Las circunstancias varían si se trata de un extravío en la montaña, un rescate entre escombros, o un alud de nieve… En cualquier caso siempre se hace imprescindible una coordinación total entre perro y guía. “En la búsqueda el perro es dirigido por el guía y el entendimiento tiene que ser total, el perro tiene casi que saber lo que está pensando el guía, si no es así no habrá un trabajo cien por cien efectivo” comenta Miguel Prado. Para llegar a esta situación se requieren muchos días, muchas horas de entrenamiento: “de hecho el perro está toda la vida entrenando. Empiezas a trabajar con él cuando es cachorro. Con dos meses ya puedes empezar a desarrollar el gusto por el trabajo, por jugar, y poco a poco vas fomentando las capacidades que va a necesitar cuando sea adulto”.

Una vez que se establece la relación jerárquica entre el cuidador y el perro, y el guía pasa a ser el “perro alfa”, el animal hará todo lo que le pida. Intentará siempre agradar a su jefe llegando a realizar sacrificios muy importantes.

Bajo las órdenes de su guía, Jabalí camina por las escaleras. Es una prueba de gran dificultad para él, debido a una antigua lesión en una pata originada en un rescate en Picos de Europa.
“Jabalí” caminando por las escaleras. / Foto: Fusión Asturias
Los animales tienen que acostumbrarse a desenvolverse en todos los ambientes y no dejarse influir por el entorno. Suben y bajan escaleras, andamios, caminan por túneles, se acostumbran a las alturas y aprenden a “señalizar” cuando encuentran a la persona extraviada. “En los rescates hay que aguantar mucha presión – añade Jesús- el helicóptero sobrevolando, los bomberos, gente que llora, gente que grita… y tienes que estar centrado, no te puedes poner nervioso. Tienes que saber qué es lo que vas a hacer y cómo lo vas a hacer”.
La formación de un perro de rescate puede tardar tres años. “Aunque esto varía mucho con las razas, hay algunas que son más prematuras, otras maduran más tarde y hay que dejarles más tiempo” calcula de Prado, al tiempo que señala al perro de Jesús, un golden retriever, que a pesar de tener casi dos años tiene todavía temperamento de cachorro. “Hay que tener mucha paciencia y conseguir que en todos los entrenamientos el perro tenga buenas sensaciones, así nunca se habitúa a fallar”, explica Jesús.
Los equipos perro-guía han de pasar una serie de pruebas antes de ejercer en un rescate. Miguel es el encargado de realizar las pruebas de homologación que certifican que el equipo está operativo: “Si un perro cambia de guía tiene que volver a pasarlas y empieza de cero, porque lo único que cuenta es el trabajo en equipo”.
La satisfacción del trabajo bien hecho es suficiente recompensa para este grupo de rescatadores. “Yo estoy orgulloso del grupo que tenemos -asegura Wenceslao- somos disciplinados, tenemos unos perros muy buenos y estamos unidos. Sólo por un rescate merece la pena todo lo que hacemos”. El responsable de las intervenciones es uno de los veteranos de este colectivo. Sus palabras reflejan la capacidad de trabajo y la solidaridad de una gran familia formada por voluntarios y perros.

La historia de esta Unidad CaninaSe remonta a junio de 1987. La desaparición de un niño en Picos de Europa movilizó a vascos y a asturianos en el rescate, pero la tragedia fue aún mayor al estrellarse el helicóptero de la Ertzainza, con un resultado de siete personas y tres perros fallecidos. “A raíz de este acontecimiento empezó a haber una inquietud en Asturias. Vimos el vacío que había y decidimos crear la Unidad”, recuerda Jesús Gómez.
Desde su puesta en marcha han sido muchas las intervenciones efectuadas, tanto en territorio nacional como internacional. El camping de Biescas, el terremoto de Turquía o las últimas inundaciones en Vegadeo son algunos de los escenarios visitados, aunque Gómez asegura que “las experiencias más complicadas te las encuentras aquí, en sitios inaccesibles de la montaña asturiana”.
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