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sábado 20, abril 2024

FEMPA, cincuenta años con la montaña. Juan Rionda Mier, Pte. de la Federación de Montaña del Principado de Asturias

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Como buen montañero, Juan Rionda presume de que su sentido de la orientación le ha sacado de más de un problema. Esa orientación, tan necesaria en la vida como en la montaña, es la que le ha llevado a apasionarse por este deporte y a coger, allá por el año 2000, las riendas de una Federación de Montaña que agrupa a más de cien colectivos. Este 2013 la institución celebra su cincuenta aniversario y regala una buena noticia a los federados: contra la crisis, la licencia baja el precio y aumenta las coberturas.

-¿Cómo ha evolucionado el mundo de la montaña en estos cincuenta años?
-Ha cambiado mucho la forma de abordar esta actividad, por ejemplo por las infraestructuras. Antes te desplazabas en autobús o en tren hasta las villas más importantes, y después cada uno se las arreglaba como podía para ir haciendo etapas, durmiendo en cabañas… A mí todo esto me tocó en los años sesenta, en aquellos tiempos las cosas eran más difíciles y el montañismo era un poco de aventura, una aventura bonita.

«Cuando se camina no se hace solamente actividad montañera sino también cultural, gastronómica, etnográfica…»

-Tendrá un montón de anécdotas de los principios del montañismo en Asturias…
-Hay una muy conocida de José Ramón Lueje, uno de los primeros iconos del montañismo asturiano, que se perdió en los Lagos de Covadonga con su compañero Pío Canga. Les bajó la niebla, que en montaña es lo más peligroso que existe, y estando perdidos se les acercan dos pastores y se ofrecen a guiarles hasta la carretera. Al despedirse les preguntan sus nombres, y resulta que uno se llamaba José Ramón y el otro Pío, exactamente igual que ellos; de ahí que Lueje decía que eran dos ángeles que les habían sacado de ahí.
Y anécdotas personales tengo muchas, por ejemplo con José María Remis, el encargado del refugio de Vega Redonda. Nosotros llevábamos la comida en aquellas mochilas enormes, pero lo que sobraba se lo dejábamos a los pastores, que siempre nos ayudaban: aceite, pan, el periódico de envolver la comida… Cuando recogías todo, como buen montañero, Remis decia: «no recojáis nada, que ahora saco a la barredera». Y del cubil salía una gocha enorme, ¡en dos minutos desaparecían hasta las latas! Anécdotas como ésta indican la interacción tan tremenda que teníamos los montañeros, que veníamos de la ciudad, con la gente que estaba en las montañas, que te acogía con todo el cariño. Así fue el acercamiento a este mundo.

-Poco a poco, el montañismo empezó a «profesionalizarse».
-Posteriormente salieron los grupos de montaña, los colectivos, que fueron y son una escuela de educación. En estos grupos siempre encuentras al montañero veterano que te dice cómo ir, cómo poner la mochila, qué llevar, cuáles son las rutas, porque las conocen de haberlas transitado durante muchos años. Todo ese conocimiento te va calando.
Y ahora estamos viendo otra evolución del montañismo en la que la gente es más individualista. Hay muchos más conocimientos, mapas más precisos, medios como el GPS… pero cuando llega el peligro esta gente lo pasa mal, porque no sabe andar por la montaña. En un momento dado se pueden aventurar, pero hay lugares donde puede haber una bajada de temperaturas tremenda, y te quedas ahí planchado con una hipotermia porque no llevas la ropa adecuada, o no estás en el camino adecuado. Un camino de senderismo, según donde esté, deja de ser senderismo cuando hay nieve porque puede haber una avalancha, una placa de hielo…

«Si vas a la montaña con gente disfrutas más y en muchos casos forjas grandes amistades, porque más allá de planteamientos políticos y religiosos hay algo en común: la felicidad que provoca esta actividad»

-Se recomienda estar federado para salir de montaña. ¿Qué ventajas tiene?
-Digamos que la federación es un plus. No solamente te da cobertura (sanitaria, de rescate, de repatriación si estás en el extranjero…) sino que entras en el mundo de la información montañera. Los grupos de montaña no son cerrados, yo puedo llamar a cualquiera para hacer una ruta y, si tienen plazas libres, me aceptan. Y la tarjeta de federado te da una aceptación inmediata, porque se supone que tienes un mínimo conocimiento: sabes que hay que llevar calzado adecuado, ropa, comida y bebida, la mochila bien hecha… Ese conocimiento es fundamental. Y también, por supuesto, hay una serie de ventajas objetivas, como el descuento en refugios de montaña, en tiendas especializadas, hoteles, etc.

Lago Enol. Picos de Europa, Asturias
Lago Enol. / Foto: Fusión Asturias

-¿Ha bajado el número de federados con la crisis?
-No, al menos desde que yo ocupo este cargo en la Federación, el número de federados en Asturias ronda los 4.000. Ahora estamos en unos 4.500. Además, sorprendentemente, el precio del seguro ha bajado aproximadamente un 40% y han subido las coberturas. No sé darle una explicación, pero así es, y con este nuevo precio yo espero que el número de federados aumente. Esto significa que la Federación no tiene por qué tener ningún problema económico; el único que tenemos en estos momentos es que el Principado no nos ha dado los cincuenta mil euros que todos los años teníamos para el reequipamiento de vías de escalada, y especialmente para el mantenimiento de los refugios. Esto lo hemos tenido que abordar nosotros y nos ha provocado un agujero del que esperamos salir pronto.

-¿Qué tiene la montaña para que atraiga a tanta gente?
-Creo que es por la naturaleza. Como animales nos hemos hecho urbanitas, porque hay que vivir en colectivo para mejorar la calidad de vida y abaratar los costes, pero llega un momento en que la gente en las ciudades se ahoga. Y yo creo que la montaña, aparte de ser pura naturaleza, atrae porque el hombre siempre tiende a lo más alto. El famoso escalador francés Lionel Terray escribió un libro llamado «Los conquistadores de lo inútil», y es así: cuando llegas a una cumbre no te dan un premio ni nada, pero ves el mundo a tus pies, sabes que has hecho un esfuerzo tremendo que te compensa física y mentalmente… es una superación personal. Y esa forma de actividad, si la haces compartida, es aún más gratificante. Aparte de que un montañero solo corre un doble peligro, si vas con gente disfrutas más y en muchos casos forjas grandes amistades, porque más allá de planteamientos políticos y religiosos hay algo en común: la felicidad que provoca esta actividad.

«Los grupos de montaña fueron y son una escuela de educación. Allí encuentras al montañero veterano que te dice cómo ir, cómo poner la mochila, cuáles son las rutas… Todo ese conocimiento te va calando»

-Ha sido reelegido presidente de la Federación, por tercera vez. ¿Qué retos tiene para este mandato?
-En la Federación como tal no hay retos importantes, porque nuestro trabajo es seguir coordinando las actividades de los grupos y gestionando una serie de recursos como pueden ser las licencias federativas, para que todo el mundo esté cada vez más cubierto ante los riesgos. Quizá, como reto a largo plazo, me gustaría seguir incidiendo en la educación medioambiental, en el respeto por la naturaleza. Que el 2013 sea un comienzo de la educación de los grupos de montaña hacia los jóvenes. En ese sentido, se podrían hacer jornadas medioambientales a través de nuestros refugios; por ejemplo sacar partido al centro de Brañagallones, en el corazón de Redes, que está muerto de risa y sería un magnífico lugar para ello. Eso es una preocupación personal que creo que no lograré, pero en fin, siempre tengo la ilusión de que esto crezca, la gente se federe y cada vez seamos más. Vale la pena, porque en Asturias hay cosas maravillosas, y cuando se camina no se hace solamente actividad montañera sino también cultural, gastronómica, etnográfica… esto es un bagaje de conocimientos que te forman como persona y te dan más cultura.

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