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jueves 18, abril 2024

El poder de reinventarse. Rocío Antela. Trabajadora de Hunosa

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Rocío Antela nace en el seno de una familia minera de las Cuencas. Estudió audiovisuales, su pasión, y posteriormente trabajó en distintos medios. La crisis le hizo plantearse la idea de bajar al pozo a trabajar. ‘La vida va cambiando y uno debe tomar decisiones’, reconoce con una sonrisa. La vida de Rocío es una historia de reinvención y superación.
-Pasar del mundo de la comunicación a trabajar en la mina es un cambio importante. ¿Cómo surge esa decisión?
-Nací en el seno de una familia minera, pero en ningún momento llegué a plantearme que ése pudiera ser mi trabajo. Mi vocación desde pequeña era el mundo de la comunicación y la imagen, ser corresponsal de guerra era mi sueño, por eso estudié audiovisuales. Pero la vida va cambiando y uno debe de tomar decisiones. Llega la crisis y en el mundo de la tele no hay salidas. Éramos dos personas -mi pareja y yo- y tenía que entrar un sueldo en casa. A mi pareja no le parecía bien que abandonase mi sueño por un salario, pero al final entiendes que el trabajo es un trueque donde tú inviertes tiempo a cambio de un dinero. Luego piensas que a nivel personal te puedes seguir realizando fuera del trabajo, que las puertas no se cierran, aunque tardé un tiempo en asimilar esto. En aquel momento todo el mundo me hablaba de las maravillas de Hunosa y como yo podía entrar por preferencia absoluta ya que mi padre murió en la mina de Figaredo, decidí tirar por ahí y entré a trabajar como ayudante minero en el Pozo Santiago.
-¿Cómo consigues hacerte un hueco en ese mundo prácticamente masculino?
-No voy a mentir, me costó pero me adapté. La primera semana llegué llorando todos los días a casa. Había pasado de coordinar un equipo de seis personas a trabajar completamente sola, sintiéndome inútil e infravalorada. Me pusieron ante una cinta transportadora con una pala y me dijeron: ¡a trabajar! ¿Cómo me hice hueco? Quizá por mi carácter extrovertido, mi afán de superación y el apoyo de mis compañeros pero sobre todo marcándome una nueva meta. No me gustaba la situación en la que estaba, pregunté qué podía hacer para mejorar y me recomendaron que estudiase ingeniería. Entré en el pozo en mayo y en junio ya estaba matriculada en la Escuela Politécnica de Mieres. Si quieres cambiar las cosas, primero has de posicionarte ante esa nueva situación y luego sacar conclusiones y actuar. Las quejas no valen para nada, no espero a que mi entorno cambie, tomo la iniciativa y actúo. Eso me lo inculcó mi padre, y a mí me funciona.

«La vida misma te hace evolucionar al ritmo de los tiempos, me encanta transformarme, me ilusionan los cambios, creo que el poder de la reinvención viene dado por mi carácter, por mi manera de ser»

-Durante años alternas el trabajo en la mina con los estudios. ¿Fue duro compaginar ambas cosas?
-Sí. Lo consigues con mucha fuerza de voluntad, durmiendo cinco horas al día y sacrificando muchas cosas, sobre todo a nivel personal, pero siempre he tenido un gran apoyo. Mi objetivo era terminar de estudiar cuanto antes. En cuatro años acabé la carrera, me fui a hacer prácticas a Argentina gracias a un convenio que tenía la Universidad y allí viví una gran experiencia a nivel personal y profesional. Encontré la conexión entre mi trabajo anterior como productora de televisión y el de ingeniera. En ambos casos estaba trabajando en equipo, planificando, organizando… Justo lo que a mí me gusta. Hice todo lo que estaba de mi mano para cambiar mi situación laboral y actualmente trabajo en el departamento de Formación de Seguridad del Pozo Santiago, y estoy muy contenta. Ya son siete años trabajando aquí, nos conocemos todos y somos una pequeña familia.
-En 2012, durante las movilizaciones por los recortes a la minería, tu rostro aparece en un magazine de tirada nacional junto a tus compañeros. ¿Qué te empujó a movilizarte?
-Vengo de una familia de mineros, somos de la Cuenca y lo que tenemos se lo debemos a la minería. Éste es un sector muy sindicalizado, no hay que olvidar que la lucha obrera nació aquí. Y como en mi vida no voy a medias con nada, este caso no fue distinto. Era trabajadora de Hunosa y junto con mis compañeros protestamos por la situación que atravesaba la minería asturiana. La mayoría de aquellas movilizaciones tuvieron lugar precisamente en el Pozo Santiago, eso da una idea del nivel de implicación que había. Tanto la llegada de la columna de mineros a Madrid como la salida de los encerrados fue inolvidable, los gritos de apoyo, la excitación que vives por dentro. Hay un instante en el que piensas: ¡éste es el momento de la revolución! Y ése hubiera sido un buen día, pero al final salió mal… perdimos ayudas al sector, obtuvimos un peor Plan del Carbón pero mantuvimos nuestra esencia de lucha y además en el caso de Hunosa mantenemos el empleo. Fue una pena la falta de respuesta de los medios de comunicación, el silencio informativo.

«Si quieres cambiar las cosas, primero has de posicionarte ante esa nueva situación y luego sacar conclusiones y actuar. Las quejas no valen para nada, no espero a que mi entorno cambie, tomo la iniciativa y actúo»

-Recientemente el New York Times publicaba un reportaje sobre la situación de la minería asturiana, a la que calificaba de enfermo terminal. ¿Estás de acuerdo?
-Sí, está enferma pero las políticas actuales no están para sanarla sino para inducir un coma. No entiendo cómo el Estado español de repente decide cerrar la minería, cuando podría formar parte de su reserva estratégica igual que están haciendo en otros países. Creo que debería crearse una especie de sello de denominación de origen del carbón. Hoy no se utiliza con la misma finalidad que antaño pero sigue siendo necesario para muchas cosas. Soy optimista, creo en la viabilidad de la minería, y no estoy de acuerdo con la información que se está facilitando sobre la falta de rentabilidad de los pozos, falta hablar de las explotaciones cerradas y de sus «costes eternos», de las condiciones socio-económicas y cuando hablamos de temas medioambientales me pregunto si cuando se cierren las minas cerrarán las centrales térmicas o seguirán quemando carbón de importación.
Por otro lado, pienso que la política que se está aplicando no sólo pretende acabar con una actividad como la minería, sino que es un cierre estudiado de un movimiento obrero muy potente.
-Tu vida, como la de tantas personas anónimas, es una historia de superación. ¿Qué es lo que te hace reinventarte una y otra vez?
-La vida misma te hace evolucionar al ritmo de los tiempos, me encanta transformarme, me ilusionan los cambios, creo que el poder de la reinvención viene dado por mi carácter, por mi manera de ser.
Tuve la gran suerte de tener un padre que me inculcó valores como constancia, esfuerzo, actitud, tenacidad…de los que puedo presumir. Siempre me dijo que en la vida uno podía ser lo que quisiera, que el único obstáculo que existía era uno mismo. Me educó para trabajar con metas a corto y largo plazo y así he hecho en mi vida. Me marco objetivos y los cumplo. Como contrapunto, a veces me exijo demasiado. Para reinventarte una y otra vez también necesitas a un buen equipo a tu alrededor y yo tengo el mejor.

«Soy optimista, creo en la viabilidad de la minería, y no estoy de acuerdo con la información que se está facilitando sobre la falta de rentabilidad de los pozos»

Rocío Antela. Trabajadora de Hunosa
Foto: © Ofelia de Pablo / Javier Zurita

-A pesar de tu juventud, ¿cuál ha sido la mayor enseñanza que te ha dado la vida en este camino recorrido?
-Que cada experiencia que vivimos es un aprendizaje, da igual que sea buena o mala, nos refuerza, por ello hay que intentar disfrutar el día a día y no ser un mero espectador.
Mi padre me decía que me tenía que rodear de gente lista y sincera, con el paso del tiempo solo tengo que añadir unos adjetivos más: divertida, pasional y creativa.
Soy lo que soy gracias a los demás, y eso es algo que siempre agradeceré a mis amigas de toda la vida que siempre me han ayudado; a mi pareja, que además es mi cómplice esté o no de acuerdo conmigo; a la gente que me quiere… Otra cosa que me ha enseñado la vida es que necesitamos muy poco para vivir y ser felices, todo depende de las necesidades que uno se quiera crear. A nivel personal, intento participar mínimamente en el sistema capitalista que nos está absorbiendo y adormeciendo. Trabajo desde los dieciocho años, siempre he tenido un sueldo y he aprendido a vivir de acuerdo a mis posibilidades. Y por último, y por experiencia, creo que es bueno caerse al pozo porque luego sales de él con más fuerza, desde abajo te puedes impulsar.
-¿No te sientes tentada por el mundo audiovisual?
-Siempre. Ahora no me lo planteo como una alternativa de trabajo sino como pasión. Colaboro con mi pareja y con amigos en proyectos puntuales. Es una pena que el sector audiovisual se alimente de la pasión e ilusión de los trabajadores para después tener unas condiciones laborales tan precarias.
-¿Tu próximo reto?
Conectar más con la realidad que quiero vivir, dedicar tiempo para mí, para pensar, para viajar, para buscar nuevos retos.
-¿Y el peor momento que has vivido?
-Cuando murió mi padre. Perder al pilar de mi vida con sólo diez años, a la persona que había creído en mí y me había dado todo su apoyo, fue muy duro. Tan duro como hacerme adulta antes de tiempo, pero pienso que si logré superar esto, también lograré con éxito cualquier experiencia. Cuando vas así por la vida, no tienes miedo a nada y sacas las fuerzas de donde sea. Creo que todos llevamos dentro esa fuerza y especialmente las mujeres, aunque muchas lo vivan desde el anonimato.

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