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viernes 29, marzo 2024

Un pueblo para sembrar sueños: movimiento neo-rural

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Es una tendencia minoritaria pero creciente. Silenciosa pero continua. La vuelta al campo es un fenómeno que se extiende y atrae a personas de todo tipo. La crisis y la búsqueda de oportunidades están haciendo atractivo el medio rural para unos, para otros es la posibilidad de poner en marcha una nueva forma de vida en contacto con la naturaleza. Se les llama neo-rurales. Aunque se habla de un retorno al medio rural, muchos matizan que se trata más bien de un reencuentro entre el hombre y la naturaleza. Es el caso de la joven diseñadora gráfica Maite Prida, que regresó a Gijón después de trabajar en distintas ciudades de España y el extranjero. «Me vi en la disyuntiva de tener que cambiar de oficina y tenía dos opciones: buscar un nuevo local en Gijón o irme donde realmente quería, al campo. Después de valorar pros y contras encontré este sitio en Villar de Casomera, en el concejo de Aller, que me ayudó a tomar la decisión. Este paso me ha aportado sobre todo calidad de vida». No se trata de un cambio para conseguir una mayor rentabilidad o perseguir ventajas económicas, sino una apuesta por una vida más sana y tranquila, donde el trabajo se entiende fuera del estrés de la gran ciudad. Al menos, así lo ve Prida: «Al entrar en la casa, lo primero que encuentras es una oficina llena de ventanales, en medio de un entorno impresionante que te aporta serenidad. Para desarrollar mi trabajo -comunicación y diseño gráfico- sólo necesito mi equipo con una buena conexión a internet, y aquí el ADSL funcionó perfecto desde el primer día. Las nuevas tecnologías me permiten estar conectada con todo el mundo y cuando tengo que ver a un cliente, proveedor o asistir a algún evento, me traslado sin problema a la ciudad porque hay buenas comunicaciones. Sólo es cuestión de organizarse bien».

Voy a la ciudad a repartir, me relaciono con mucha gente pero estoy deseando regresar a casa: el campo me recarga» (Noelia de Pita Sana)

Para poner en marcha un proyecto de esta índole hace falta realizar una importante inversión, ¿existen ayudas económicas de apoyo a estas iniciativas? «Sí, a través del Leader de Montaña Central de apoyo a proyectos de dinamización para zonas rurales. Ese dinero me ayudó sobre todo para el tema de la instalación. El edificio estaba en ruinas, hubo que poner aislamiento y hacer todo nuevo: luz, agua, teléfono… luego incorporé el equipo técnico que tenía. La casa está dividida en dos espacios, uno de trabajo y otro para vivienda, todo ello rodeado de un paisaje espectacular». En el campo también se instalan jóvenes con una visión más moderna del entorno rural. Están preparados y apuestan por la agricultura o ganadería ecológicas, usan internet para vender sus productos o los llevan directamente al medio urbano, evitando intermediarios. Noelia García y su pareja, Pablo Pérez, tienen en marcha un proyecto pionero en el occidente asturiano: Pita Sana. «Desde pequeña me sentí atraída por la huerta de mis abuelos en Boal, que tenían pitas y conejos. Estuve viajando varios años conociendo de cerca cooperativas ecológicas. Luego estuve trabajando en el mundo del teatro -como técnico de iluminación-, una actividad que me apartó totalmente de la naturaleza, de lo que yo sentía, eso me hizo apagarme por dentro ¡a pesar de ser una persona optimista! Estudié Gestión y Administración de Recursos Forestales, hice varios proyectos y el que más viable resultó fue el de los huevos ecológicos porque sólo había una granja en toda Asturias de este tipo, y era pequeña. Mientras hacía las prácticas me enteré que había subvenciones para jóvenes agricultores dentro del programa Leader, así que me lancé a la aventura. Me ayudó a tomar la decisión el hecho de que las tierras y la casa en Armal (Boal) son de mi padre».
Hoy el proyecto Pita Sana es una realidad. Sus quinientas gallinas viven en libertad, comen a base de cultivos ecológicos de maíz, escanda, berzas, manzanas… y regresan a dormir a una nave diseñada como una especie de invernadero, con mucha luz y debidamente ventilada. Las tareas están repartidas: Pablo se encarga de la granja y el cuidado de animales, mientras que Noelia se ocupa de la casa, del pequeño Xurde de casi dos años, de la gestión y papeles de la empresa y de la comercialización del producto: es la relaciones públicas. «La producción que tenemos hasta ahora va destinada principalmente a consumidores locales y tiendas pequeñas. Además de los huevos hemos incorporado la venta de verduras ecológicas -ajos puerros, berza-, y pronto tenemos pensado incorporar también las setas». No sólo están encantados con esta forma de vida sino que también quieren contagiarla. «Queremos ofrecer visitas guiadas para colegios, talleres donde se enseñe a preparar los alimentos para las gallinas, recoger los huevos… poder experimentar cómo es el día a día en la granja. Un proyecto así nos obliga a estar continuamente innovando, buscando opciones, moviéndonos en redes sociales para ampliar mercado, abrir otras expectativas: es importante el boca a boca. En breve pensamos ampliar el negocio y pasar de quinientas pitas a mil para intentar estabilizar la producción». Una curiosidad, ¿existe estrés en el mundo rural? «(Risas) Sí… pero no es lo mismo. Aquí estás unido al ritmo que te marca la naturaleza. He vivido en Madrid y Bilbao y aquello no era vida. Ahora voy a la ciudad a repartir, me relaciono con mucha gente pero estoy deseando regresar a casa: el campo me recarga».

Premio a una iniciativa de vida en el campo

Hace unos meses, el Ayuntamiento de Langreo premiaba en el certamen ‘Llangréu Natural’ a Raquel de la Insúa y David Moral por su iniciativa de vida en el campo. La pareja y sus tres hijos viven desde hace casi ocho años en la aldea El Collau en Laviana, donde son los únicos vecinos. Allí han recuperado una vivienda de piedra, prepararon las tierras que antes eran monte y hoy están produciendo todo tipo de verdura y hortalizas; además tienen ovejas xaldas, gallinas, pollos, gallinas kikas, un perro, un gato y colmenas de donde extraen «una miel exquisita», comenta David. «Venimos de Valladolid. Raquel estudió Bellas Artes y yo química ambiental, pero pronto tuvimos claro que la ciudad no era el sitio donde queríamos criar a nuestros hijos. Siempre nos atrajo Asturias. Después de buscar terminamos aquí, en El Collau». La vida en el mundo rural aporta una serie de ventajas que van más allá de las económicas, aunque al final es imprescindible contar con determinados ingresos.

El Ayuntamiento de Langreo ha dado el premio «Llangréu Natural» a Raquel de la Insúa y David Moral por su iniciativa de vida en el campo.

«La autosuficiencia es muy difícil. Aquí producimos más o menos un 60% de lo que necesitamos y el resto tenemos que comprarlo, no obstante la vida es muy sencilla y necesitas pocas cosas. Además aprovechamos los recursos de todo lo que nos rodea: madera, fruta, frutos secos… cosas que nadie recoge y acabarían por perderse. Nuestra intención en un principio era buscar trabajo, pero aquí en la Cuenca hay mucho paro. Ahora compaginamos la ayuda familiar con todo lo que nos da la tierra», señala Raquel. Por la imaginación y creatividad con la que han creado su pequeño rincón en El Collau, han sido reconocidos con el premio Llangréu Natural: «A nosotros nos pareció excesivo, es nuestra forma de vida, nos gusta y nos enorgullece. Igual que hubo un éxodo a las ciudades creo que también lo va a haber al campo. Espero que no sea demasiado tarde, cuando todo esté demasiado abandonado», advierte David.

Cabranes, el éxodo inverso

En el concejo de Cabranes se viene produciendo un fenómeno peculiar desde hace algún tiempo: cada vez más jóvenes -y no tan jóvenes- eligen este bonito entorno asturiano para instalarse, hasta el punto de que casi el 10% de la población actual ha venido de fuera. ¿Qué atrae de Cabranes? Su alcalde, Gerardo Fabián, opina que «no hay una sola razón para explicar esto, sino un conglomerado de factores. Es un municipio muy bien conservado, con muchas tradiciones autóctonas, y eso, unido a la llegada de las tecnologías, hace que la gente quiera fijar aquí su residencia. Aquí no hay industria o comercio, ni ninguna gran empresa, los negocios que se ponen en marcha son a pequeña escala, autónomos en su mayor parte. Por ejemplo, los modelos de ganadería tradicional están obsoletos, pero en cambio lo ecológico y lo sostenible sí es competitivo». ¿Ha tenido lugar un ‘efecto llamada’? «Algo así pudo ocurrir al principio con la colonia inglesa, donde primero vino una familia y luego otra, pero ha sido sobre todo poner en valor recursos y tradiciones, como el arroz con leche o la boroña».

Casi el 10% de la población de Cabranes ha venido de fuera del concejo.

No parece labor de un solo día. «Se aprovecharon las épocas de bonanza para reforzar infraestructuras, comunicaciones, residencias, polideportivo, instalar fibra óptica, poner en marcha un vivero de empresas… Somos un municipio pequeño pero con todos los servicios, eso junto con el entorno natural impresionante hace de Cabranes un sitio muy acogedor». Famoso es también el Tenderete, el mercado tradicional que se celebra los segundos domingos de cada mes, un lugar de encuentro de productores de alimentación, puestos de comida, excedentes de huerta, artesanía, música, segunda mano…
Más allá de las cuentas que echan los municipios, no existen cifras claras de la importancia de esta tendencia neo-rural. Existe en cambio la percepción de las poblaciones pequeñas que ven como se revitalizan con la llegada de nuevos vecinos, muchas veces con niños que mantienen el colegio abierto, juegan en la calle y garantizan una cierta continuidad de un movimiento que parece experimentar un discreto pero imparable auge.

La Huertina de Toni
Toni Jardón es un asturiano enamorado de la tierra en general, y de su huerta en particular. Un día puso en marcha un videoblog para compartir sus experiencias y hoy se ha convertido en toda una referencia para quien quiera iniciarse en el arte de cultivar sus propios alimentos.

-¿Cuál es la filosofía de la Huertina de Toni?

-La Huertina nace para exponer como hacía yo las cosas, enseñar mediante vídeos que no era tan difícil cultivar unas lechugas o unos tomates, y fabricar nuestros propios abonos o fungicidas. La idea es compartir trucos, experiencias y sobre todo una forma de cultivar ecológica y sana.
-Tu blog se ha convertido en una referencia tanto en Asturias como fuera de nuestras fronteras, ¿dónde crees que radica el éxito de tu proyecto?
-(Risas) Estas cosas me ponen un poco nervioso porque me hace sentirme con mucha responsabilidad. Es cierto que es un blog muy visitado y sobre todo querido, cada día me llegan cientos de mensajes dándome las gracias por haberles ayudado a iniciarse en su pequeño huerto o incluso para mandarme fotos de sus primeras cosechas. ¿El éxito? No lo sé… aún a día de hoy me sorprende tener 275.000 seguidores en YouTube, pero según cuentan los «huertonianos» que ven los vídeos, les gusta la forma en la que explico las cosas, el nivel de detalle a la hora de editarlos y sobre todo la sencillez de mis palabras.
-Partiendo de tu experiencia, tanto personal como por tu blog, ¿por qué crees que la gente vuelve al campo?
-La gente dice que ahora el campo está de moda, que cultivar nuestros alimentos en pequeñas terrazas o rincones de un jardín es una tendencia pasajera que en pocos años desaparecerá, pero yo no opino igual. Pienso que muchos de nosotros, que hemos crecido en ciudades, queremos volver a conectar con la tierra, con la «magia» de ver germinar una semilla, tocarla con nuestras manos, sentir de nuevo el contacto con lo más natural. Por otro lado, cada vez estamos más preocupados por alimentarnos de forma mas sana y nada mejor que cultivar uno mismo.
-¿Qué media de edad tienen tus seguidores?
-Si me lo preguntas hace un año o dos, te diría que entre 30 y 40 años pero últimamente se están animando muchos adolescentes y eso me satisface todavía muchísimo mas.
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