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viernes 29, marzo 2024

Jaime Izquierdo Vallina. Geólogo y escritor. Autor de ‘La gestión creativa del cabreo’. ‘Hay que aprender a surfear las emociones’

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¿Sabemos que existen los cabreos de capricho, de reflejo, de causa, por maltrato, por déficit de aprecio y hasta los cabreos aleatorios? Jaime Izquierdo se sumerge a desentrañar los intríngulis de una de las emociones más fuertes, para averiguar la manera de gestionarla y sacarle el mejor partido.



Vallina, autor de otros ensayos sobre temas vinculados con la gestión del territorio, el desarrollo en el medio rural o la importancia cultural de la naturaleza, explica en este original texto de qué manera podemos utilizar el enorme potencial del cabreo para cambiar la realidad que nos rodea.

-Este es un libro que se sale de la línea habitual de sus escritos. ¿Cómo influyó en la creación de este libro la ola de indignación ciudadana en 2011 donde empezó el movimiento 15M?
-El libro surge justamente de donde acabas de decir, pero la idea no fue mía sino de Juan «Nany» Sánchez García, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de La Laguna (Tenerife). Coincidí con él en un curso de verano multidisciplinar en 2012, y lo escuché formular la idea de que teníamos que aprender a gestionar creativamente el cabreo. Yo en aquel momento tomé nota del concepto, que me resultó muy sugerente, pero no fue hasta febrero del año pasado cuando tuve un brote de cabreo por un asunto que no viene al caso. Fue un cabreo que se me instaló dentro de una manera que yo no había sentido nunca. Me encontraba mal y solo se me ocurrían formas terribles de gestionarlo. Así que se me ocurrió llamar a Nany para preguntarle por esa idea de gestión creativa, por si había desarrollado alguna metodología. Y como no tenía nada me vi en la necesidad de encontrar alguna fórmula para mí.
-¿Cómo fue esa búsqueda?
-Me puse a investigar sobre el cabreo. Hice un viaje a Canarias para verme con Nany y reflexionar conjuntamente. Organizamos una reunión en el valle de la Orotava con unos cuantos amigos y ahí empezó el libro.
-Dice la introducción del libro: «Mi capacidad creativa tiende a incrementarse cuando me cabreo». ¿Qué tiene la energía del cabreo de creativa?
-Fui consciente de ello a resultas de aquella reunión. Hice un repaso de los momentos de mi vida en los que me había cabreado y me fijé en cómo los había resuelto. Me di cuenta de que yo me activo ante la necesidad de superar algo. Te pongo un ejemplo: el Parque Natural de la Montaña de Covadonga no funciona ni como teoría de conservación ni como práctica. Pues eso a mí me cabrea mucho y acabé creando una teoría paralela que no ha triunfado todavía pero que sigue siendo muy genuina. Siempre en el transcurso de mi vida, ante situaciones que me parecían injustas o anómalas, respondí con cabreo y búsqueda de alternativas.

«Tendemos a cabrearnos menos con el tiempo y a seleccionar mejor. Yo busco los que tengan sentido y que obliguen a reformular planteamientos»

-La palabra cabreo viene de cabra, animal que camina por lugares escarpados, dando brincos y asumiendo riesgos. ¿Hay que estar «como una cabra» para salirse de lo establecido, para cambiar las cosas y crear algo distinto?
-Sí, la idea de que el cabreo deriva de cabra es cierto, pero no en ese sentido que planteas. Yo estudié el origen de la palabra y lo explico en el libro. En realidad viene de la Edad Media, cuando había una expresión que era «levantar acta de cabreo». Se utilizaba cuando algunos cabreros metían sus animales en los terrenos más marginales del señorío para evitar pagar los foros en las zonas de mayor renta agraria. Cuando se descubría, aquel a quien se le levantaba acta de cabreo tenía que pagar, y como eso enfadaba mucho derivó a la idea de cabreo tal como la conocemos, pero en realidad cabrear un terreno es meter cabras en él.
-Usted dice que el cabreo es una energía emocional que no sabemos gestionar adecuadamente. ¿Nos cabreamos mal? ¿Cómo sacarle partido a esa situación?
-Esa es una de las curiosidades de este trabajo. Las emociones positivas, como la alegría, se aprovechan tal cual surgen, pero las negativas han de ser bien gestionadas, porque sino pueden hacer mucho daño, derivar en una enfermedad psicosomática, provocar reacciones de ira y venganza o malos sentimientos, por tanto conviene entrenarse en su manejo. Y pongo un símil: de la misma manera que los surfistas son capaces de sacar creatividad de las olas cabreadas y disfrutar con ellas, hay que aprender a surfear las emociones. El cabreo no deja de ser una ola en la que podemos subirnos e incluso divertirnos.

«Hay momentos en la historia en los que el cabreo es desencadenante de grandes transformaciones, en positivo y en negativo. La Revolución Francesa es un ejemplo»

-¿Con qué cosas se cabrea Jaime Izquierdo?
-Yo creo que tendemos a cabrearnos menos con el tiempo y a seleccionar mejor. Casi todos los cabreos que yo tengo son cabreos de causa. Busco los que tengan sentido y que obliguen a reformular planteamientos. No tengo cabreos de capricho, de reflejo, de déficit de aprecio -a estas alturas ya tiene uno los aprecios y las querencias consolidadas-, de modo que yo me cabreo poco, pero escojo bastante bien.
-Su teoría es que somos usuarios del cabreo. ¿Cómo es esto?
-Pues es una idea interesante que formula Felipe Siverio del Instituto Canario de Investigaciones Agrarias, una persona que conocí en aquella reunión que hicimos para orientar el libro. Felipe no había dicho nada en todo el día, y cuando le pregunté me dijo que él solo conocía el cabreo a nivel de usuario. Esto me pareció muy interesante. Todos somos usuarios del cabreo, como lo somos de un automóvil o de la informática. Si hay un problema llevamos el coche al taller o el ordenador al técnico, pero los cabreos no los puedes llevar a ningún lado, así que no solo somos usuarios, sino que debemos ser también gestores, y cuando hay avería tenemos que saber solucionarla.
-Unos de los grandes productores de cabreo dice usted que son los «memes», ¿a qué se refiere?
-En realidad es una recomendación a los partidos políticos: deben seleccionar mejor a sus dirigentes porque tienen un porcentaje muy alto de «memes», es decir, mediocres y mezquinos, definiendo mediocre como alguien que no acredita conocimiento en la materia que va a gestionar, y mezquino como aquel que lleva mucho tiempo sin acreditarlo y todavía se sujeta en el cargo.

«Las emociones positivas, como la alegría, se aprovechan tal cual surgen, pero las negativas necesitan ser bien bien gestionadas, porque si no pueden hacer mucho daño».

-¿El cabreo ha hecho evolucionar a la humanidad?
-Estoy convencido. Hay grandes cabreos a nivel individual. A los grandes descubridores se les encumbra a partir del momento en que triunfan, pero no se habla de las dificultades que tuvieron que superar. Te pongo un ejemplo: Galileo tenía claro que la Tierra no era el centro del universo, como decía la Iglesia. Lo amenazaron con la hoguera si insistía en sus tesis. Si a nosotros por cualquier tema menor que nos complica la vida en el trabajo nos pillamos un rebote, imagínate lo que debe ser tener en la cabeza el nuevo ordenamiento del universo y que te amenacen de muerte. Pero el tipo mantuvo la posición. Esa es gente capaz de dirigir el cabreo para conseguir resultados; doblemente genios, por la genialidad y por el temperamento, vamos, por la mala leche.
Por otra parte, hay momentos en la historia en los que el cabreo es desencadenante de grandes transformaciones, en positivo y en negativo. La Revolución Francesa es un ejemplo, cuando un grupo fue capaz de crear una alternativa y crear el estado moderno.
-La presentación del libro se inició en Oviedo pero enseguida continuó en Canarias, que fue donde se gestó.
-Sí, comenzamos aquí en marzo pero enseguida nos fuimos a las islas, porque es un libro muy, muy canario. Te cuento una anécdota: una semana antes de irme a Canarias me llamó Benito García Álvarez, mi editor, para una reunión. Le dije que no podía porque me iba a Canarias a montar un taller sobre la gestión creativa del cabreo. Me contestó que era la excusa más peregrina que había oído jamás para justificar una semana en Canarias. «¡Que no, que es verdad!», le dije. Cuando al regreso le hablé de la posibilidad de hacer un ensayo ya me creyó.
-Para terminar, cuéntenos un cabreo que le ocupe.
-Yo tengo un cabreo existencialista, un cabreo de fondo: necesitamos modificar la teoría de conservación de la naturaleza y tenemos que aprender a gestionar el territorio. Ese es un cabreo que me persigue, supongo que hasta que consigamos que eso se normalice. Espero que dentro de unos años lo entendamos, hagamos las modificaciones y reformas en la legislación pertinente y recuperemos todas las culturas del territorio que hemos perdido, que eran fundamentales para mantener la biodiversidad, entre otras cosas.

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