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jueves 28, marzo 2024

Angeles Caso. Historiadora del Arte y autora del libro Grandes Maestras. La insumisión del arte femenino

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En su página web, Ángeles Caso presenta su último libro con una serie de preguntas: ‘¿Se puede llegar a ser un genio del arte cuando lo tienes todo en contra, cuando el mundo se empeña en decirte que tú no vales para eso o que, si vales, debes olvidarte, porque ése no es tu lugar? ¿Es posible contemplar la vida con curiosidad y usar después firmemente los pinceles para plasmarla, mientras todo a tu alrededor grita que debes permanecer ciega y muda, carente de interés y de criterio, o que, si los tienes, no le interesan a nadie?’. La única respuesta posible y correcta es: SI.


Los libros de historia del arte no cuentan toda la verdad sobre las mujeres que se colocaron detrás de un lienzo y decidieron mostrar su talento en una época de claro dominio masculino. Lo bueno del tiempo es que pone las cosas en su sitio. Obras como las publicadas por Ángeles Caso, primero con el libro Ellas Mismas, que acaba de agotar su segunda edición, y ahora con Grandes Maestras, a punto de agotar la primera, sitúan a las mujeres que decidieron mostrar su valía a través de la pintura en el lugar que realmente les corresponde por derecho.

-A lo largo de los años perduran las obras pero también perdura el anonimato de las creadoras. ¿Por qué sucede esto?
-Siempre ha habido una tendencia a minimizar el trabajo femenino a lo largo de los siglos, y esa tendencia se vuelve más importante en el siglo XIX. En general la historiografía como ciencia tal y como la conocemos nosotros procede del XIX que es cuando se sientan las bases, cuando se escriben, sobre todo en historia del arte, los primeros manuales, se abren los grandes museos de toda Europa y de Estados Unidos; es después de la Revolución Francesa y tiene una mirada muy patriarcal. Los grandes sabios excluyen a las mujeres, no las miran y por lo tanto la historia del arte da por supuesto que las mujeres no existieron, simplemente porque ellos no las contemplaron. Todo eso lo hemos heredado y por lo tanto sigue costando muchísimo recuperar a las mujeres cultas perdidas y muchas veces saqueadas a lo largo de los siglos. Es un trabajo que se está haciendo desde los años 60 y 70 con la perspectiva de género y es un trabajo lento, costoso, pero se va haciendo y los resultados son cada vez más espectaculares.
-A nivel personal, ¿qué te ha aportado bucear en la historia de todas estas mujeres?
-Me aporta mucha autoestima y me confirma en una idea que llevo sosteniendo como historiadora desde hace muchos años que es que se han empeñado en contarnos que procedemos de largas dinastías de mujeres domesticadas, que vivían encerradas en casa, criando a los hijos y cuidando de los pucheros. Ese relato se nos ha hecho desde el discurso patriarcal pero también desde el discurso feminista y sin embargo la historia confirma que no es así. La inmensa mayoría de las mujeres que han existido a lo largo de los siglos pertenecían a las clases populares y tenían que trabajar, no les quedaba otro remedio. Basta con mirar a nuestras propias antepasadas, salvo quien descienda de aristócratas todas hemos tenido abuelas campesinas, costureras, taberneras, pescaderas… Las mujeres de las clases populares han trabajado siempre y esto de que se incorporan al trabajo en el siglo XX es un cuento que nos han contado. Se incorporan a las actividades de prestigio que sí estaban cerradas para ellas durante siglos, pero han trabajado siempre. Me llena de orgullo pensar que procedo de una larga dinastía de mujeres que trabajaron mucho y que fueron muy valientes. Cuando además veo que hubo mujeres brillantes, con enorme talento y con la valentía para competir en un mercado tan complicado como era el del arte y hacerse un hueco, me da muchísima satisfacción y mucha autoestima. No procedemos de mujeres domesticadas, procedemos de mujeres que trabajaron mucho, que se esforzaron y que, en muchos casos, brillaron.

«Estoy muy orgullosa de ser mujer y no lo cambiaría por nada del mundo»

-¿Hay algo que te haya sorprendido de manera especial investigando para este libro?
-Yo llevo investigando toda la vida en este terreno. Acabé la carrera de Historia del Arte en el año 81 y ya se empezaban a publicar estudios de género en Estados Unidos, Francia, Inglaterra y yo aprovechaba todos mis viajes o viajes de gente cercana para hacerme con libros porque en aquella época era complicado comprar libros fuera de España, no como ahora que en un click los tienes. Aprovechaba todo lo que podía para ir trayendo cosas y poco a poco me fui haciendo con una biblioteca sobre el tema que no está nada mal. Acabé la carrera con la idea de que no había habido mujeres en el arte y esa idea se fue desmontando. No es que hiciera grandes descubrimientos en estos últimos tiempos porque es un tema que sigo desde siempre, lo que hice fue poner en orden toda la información que tenía, clarificarla y compartirlo con los lectores.
-Facebook censuró la portada del libro por presuntamente pornográfico. ¿No es absurdo que esto pase con un libro que reivindica la presencia de la mujer en el arte?
-Son los algoritmos de Facebook que en cuanto ven pechos o genitales los censuran, pero también pasa con las obras de arte clásicas. Aunque pongas la Venus de Milo tampoco la aceptan, son estos conceptos estadounidenses absurdos. Les escribimos diciéndoles que era un cuadro y que no era erótico sino todo lo contrario, un cuadro que reivindica la dignidad de una mujer, pero no hubo manera. Además, la historia que hay detrás de ese cuadro es magnífica: el cuadro se pinta en el año 1800, cuando se acababa de abolir la esclavitud en Francia y esta mujer había nacido esclava. Marie-Guillemine Benoist la pinta como si fuese una diosa nutricia, una diosa que da alimento al mundo, que es una iconografía que se usaba mucho en esta época de la Revolución Francesa, la mujer enseñando un pecho no como elemento erótico, sino como un elemento de energía, de vida. Era una dignificación de la mujer, no una cosificación. Ese cuadro quedó ahí como un icono de la lucha contra la esclavitud así que fíjate que cosa más hermosa, no es solo una mujer que enseña el pecho y que es bonita sino que va mucho más allá.

«Si esta sociedad quiere evolucionar, mejorar, ser más rica y más justa tiene que pasar necesariamente por el logro de la plena igualdad en todos los sentidos»

-¿Qué opinión te merece el movimiento que está surgiendo últimamente en torno a la mujer?
-Yo siempre he sido feminista, además creo que lo he sido de una manera natural porque procedo de una familia con un hermano mayor y tres hermanas y me educaron exactamente como una igual que mi hermano. Recuerdo que de muy jovencita cualquier cosa que detectase que intentase minusvalorarme por el hecho de ser niña me incendiaba. Nací con ese espíritu y tuve la suerte de crecer en una familia en la que fuimos tratados exactamente iguales en derechos, deberes y en intensidad intelectual y creativa. Siempre he estado ahí y ahora me alegra mucho ver que hay tantas mujeres jóvenes sumándose al movimiento. Parece mentira que llevemos tantos años con este tema y haga falta seguir combatiendo, pero esto es así, no está terminado ni siquiera en el mundo occidental con sus apariencias. Es una alegría enorme ver que las jóvenes se están incorporando de manera muy masiva al movimiento.
-¿Es una obligación o un derecho?
-Son compromisos firmes con la sociedad. Si esta sociedad quiere evolucionar, mejorar, ser más rica y más justa tiene que pasar necesariamente por el logro de la plena igualdad en todos los sentidos y no está lograda. Esto es una obligación social de los poderes públicos, de empresas, de instituciones privadas y también una obligación de las ciudadanas y los ciudadanos, estoy totalmente convencida. Aunque la lucha resulte lenta y pesada, que lo es, tenemos que seguir ahí sin desfallecer.
-Cada vez hay más mujeres que viven como normal el feminismo…
-Yo ahora empiezo a sentirme menos sola pero es verdad que hemos pasado años de desierto. Aquí estamos ahora dándonos la mano y te das cuenta cuando empiezas a rebuscar, que las reivindicaciones feministas vienen de siglos y siglos atrás. No somos las primeras, no estamos solas y encuentras referencias escritas de reivindicaciones desde el principio de los tiempos. El feminismo no se inventó ayer, las mujeres ya luchaban por defender la igualdad del alma cuando se consideraba que el alma de las mujeres no era igual que la de los hombres. Esto es una cadena muy larga y eso me hace sentir bien. Formar parte de una comunidad es un sentimiento maravilloso por eso a mí me revienta tanto el discurso de que las mujeres se incorporaron al trabajo en el siglo XX. Venimos de una realidad muy distinta, pero nos han colado este discurso y el propio feminismo lo ha tragado. Yo me siento orgullosa de venir de ahí porque veo que me da autoestima y que me siento partícipe y un eslabón más de una cadena larguísima y eso me reconforta. No somos una cosa rara que surgió de repente, venimos de la historia y de las profundidades del tiempo.

«Los grandes sabios excluyen a las mujeres, no las miran y por lo tanto la historia del arte da por supuesto que las mujeres no existieron, simplemente porque ellos no las contemplaron»

-¿El pilar fundamental de esa lucha es la educación?
-Es fundamental. Soy consciente de que no soy la única porque hay infinidad de historiadores e historiadoras removiendo en los archivos y recuperando la historia de las mujeres que no nos ha sido contada, pero el trabajo que se ha llevado a cabo me parece fundamental que se instale como discurso público asentado. Mientras se siga enseñando la historia como un territorio fundamentalmente de hombres, con ellos como exclusivos protagonistas y las mujeres como una larga genealogía de seres sumisos y domesticados, creo que vamos mal. Hay que empezar a deconstruir el discurso histórico y a contárselo a las niñas y los niños de otra manera, para que crezcan ya en la idea de que no procedemos de la sumisión. Sí de la sumisión jurídica porque no nos quedaba otro remedio que someternos a las leyes y las que se revelaban acababan mal, eran quemadas por brujas o encerradas en las cárceles como las sufragistas. Eso no quiere decir que no peleasen, que no estuviesen activas, que no luchasen y trabajasen. Hay que empezar a deconstruir el discurso historiográfico para poner de relieve todo esto porque yo creo que nos lleva a tener una visión muy distinta del género femenino y nos ayuda a reconstruir también el presente y como consecuencia el futuro. Grandes Maestras
-Los roles de género están tan metidos en la sociedad que muchas veces es difícil detectarlos…
-La igualdad debería ser algo transversal y el sexismo se nos cuela por todas partes: en lo que se enseña en las escuelas, en las televisiones, en las películas, en los dibujos animados, en los programas, en los libros, en nuestros comportamientos y en las familias. Debemos ser enormemente conscientes de lo imprescindible que es ir terminando con ese sexismo que muchas veces está presente de una manera consciente y voluntaria pero otras muchas se cuela de manera inconsciente. Cuando tienes niños alrededor hay que hacer un esfuerzo mayor. He criado una hija, he criado sobrinos, ahora soy tía abuela y ya contribuyo a criar a sobrinos nietos y hay que hacer un esfuerzo constante y eso que a mí es difícil que se me cuelen porque llevo muchos años de reflexión pero lo que intento es estar muy pendiente de todo lo que hay en el entorno para contrarrestarlo de alguna manera. No podemos abandonar el territorio infantil porque ahí está la clave, estas son las niñas y los niños que tendrán que crecer con la igualdad totalmente incorporada a sus neuronas. Sobre todo los niños porque yo creo que las niñas ya llevamos un par de generaciones que nos hemos educado incluso a veces autoeducado en esto. Todas nosotras y todos los compañeros de viaje, tenemos que hacer un esfuerzo para ir rasgando todo eso que queda.
-¿Qué significa para ti ser mujer?
-Voy a utilizar una frase de una escritora afroamericana que era activista feminista y por los derechos civiles que se llamaba Maya Angelou: «Me alegro de ser una mujer. Debo de haber hecho algo muy bueno en otra vida». Con esto puedo resumir lo que siento, estoy enormemente orgullosa de ser mujer, de pertenecer a este género que ha dado tantas cosas extraordinarias y buenas a la sociedad humana, al género de quienes han cuidado históricamente de los niños, de los débiles, de los ancianos, de quienes han aportado confort, calidez, conversación y civilización en el mejor sentido de la palabra a la humanidad y tantas cosas buenas. Estoy muy orgullosa de ser mujer y no lo cambiaría por nada del mundo.

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