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jueves 28, marzo 2024

Educar para la muerte. Un reto de la sociedad actual

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En diferentes culturas del mundo se enseña a los más pequeños que la muerte forma parte de la vida, pero nuestra sociedad occidental no acostumbra a naturalizar el fallecimiento, con las consecuencias que ello conlleva.

En una sociedad en la que priman la vida y el bienestar y se esconde todo lo que tiene que ver con el dolor, cada vez son más los profesionales que abogan por naturalizar la muerte y afrontarla como una realidad consustancial a la vida. Y en este proceso, necesario para toda la pirámide poblacional, una parte fundamental recae en la formación de las nuevas generaciones para que sepan cómo afrontar la pérdida de un ser querido.
Como norma general a los niños se les aparta de los tanatorios o los cementerios y se les intenta suavizar sentimientos como la rabia o la sensación de pérdida. Sin embargo, diferentes estudios han demostrado que aquellos que han crecido en el seno de familias en las que se habla de manera normal y regular de emociones y conflictos, tienen una mejor comprensión sobre ellos así como un vocabulario mucho más rico y una mayor inteligencia emocional. Para la psicóloga Ana Menéndez hay un planteamiento claro: «el duelo duele. Es un proceso de adaptación a un cambio que normalmente suele ser no deseado. Hay que respetar lo que uno siente y buscar formas de encontrarse mejor dentro de ello y los niños tienen que enterarse de lo que sucede con un lenguaje adaptado al momento y a su edad. Dejarles fuera no les ayuda, al contrario. Tienen que estar informados y poder decidir si quieren o no participar de todo».

Clásicos de Disney como Bambi, El Rey León, Up o Frozen son un claro ejemplo de cómo la muerte forma parte de la vida y que de una u otra manera siempre está presente

Frente a los miedos de los mayores, la realidad es que los niños conviven con la muerte a través de un imaginario que les acompaña diariamente en forma de dibujos animados o juegos. Clásicos de Disney como Bambi, El Rey León, Up o Frozen son un claro ejemplo de cómo la muerte forma parte de la vida y que de una u otra forma siempre está presente. Tal vez haya que preguntarse entonces cuál sería la mejor manera de asumir la realidad y afrontarla sabiendo que el enfoque debe cambiar dependiendo de la edad del niño. «Cuando antes se vivía en el mundo rural -comenta Ana Menéndez- estabas mucho más en contacto con la muerte porque no te quedaba otro remedio, los animales se morían y tú lo veías. Ahora los niños están tan separados de esa realidad que no relacionan las cosas».
Al margen de la ideología y creencia de cada familia, el denominador común que aseguran diversos estudiosos del tema es que el niño nace y comienza su vida sin ningún miedo a la muerte. Con el paso del tiempo pueden o no comprender lo que es pero lo que está claro es que perciben las emociones y la preocupación que genera en las personas que los rodean, así que toda ayuda enfocada en la canalización de estas emociones es de vital importancia en su formación. «Es importante que los padres o alguien cercano les cuenten lo que ha pasado lógicamente en un lenguaje adaptado -valora Ana Menéndez-, no hace falta darles ningún dato cruento pero sí contarles lo que hay y lo que va a pasar, decirles que quien haya muerto está en el tanatorio y explicarle lo que es, que va a venir gente a despedirse, a darnos un abrazo y luego se entierra, se quema, habrá o no una misa, lo que sea y decirle que si se quiere despedir de alguna manera puede hacerlo. Si son pequeños pueden hacerles un dibujo, escribirle una carta o algo que les permita participar. También pueden quedarse en casa, pero tienen opciones y es importante que sepan que, si en algún momento cambian de opinión, lo pueden decir».

Death Café. Una nueva forma de hablar de la muerteDeath Café. Una nueva forma de hablar de la muerte

La idea la puso en marcha en el año 2004 un sociólogo suizo llamado Bernard Crettaz. Para poner freno a lo que él denominó como «secretismo tiránico» en torno a la muerte y todo lo que ella implica, organizó el primer «Café Mortel», un encuentro alrededor de un café para hablar sobre la muerte. Más tarde, y tras el fallecimiento de varios familiares, el londinense Jon Underwood conectó también con esta necesidad y creó con la ayuda de su madre, la psicóloga Sue Barshy, el código de conducta de los Death Café.
La idea es sencilla: varias personas se reúnen en una cafetería y van contestando de manera individual las preguntas que se plantean en la «carta del menú». El objetivo es charlar de la muerte de manera natural y distendida para afrontar miedos, dudas y poner sobre la mesa inquietudes que hasta la fecha todo el mundo guardaba para sí. Actualmente son varias las ciudades españolas, entre ellas Gijón, que se han hecho eco de esta idea y organizan periódicamente encuentros normalmente moderados por psicólogos o profesionales del ámbito funerario, en los que ninguna pregunta está mal vista ni tampoco ninguna respuesta está mal dada. Lo importante es saber morir en paz no solo con uno mismo sino también con los demás.

Ana Menéndez

Psicóloga experta en duelo y situaciones de crisis

«No hay que esconder la tristeza»

La educación para la muerte debería estar presente como una asignatura más en la vida. Los más pequeños deben aprender a interiorizar lo que pasa en una situación de duelo y también poder decidir si quieren o no participar.

Ana Menéndez. Psicóloga experta en duelo y situaciones de crisis
Ana Menéndez.Psicóloga experta en duelo y situaciones de crisis / Foto cedida por www.anamenendez.net



Ana Menéndez llegó a la psicología tras una experiencia vital. Llevaba años trabajando en el sector sanitario cuando a su hermano le diagnosticaron una enfermedad terminal, esto fue lo que la impulsó a matricularse en psicología y más tarde a hacer un Máster en Duelo y Cuidados al final de la Vida. Tras un bagaje profesional que le ha llevado a empresas tanto del sector privado como público, actualmente trabaja en un alojamiento residencial de ancianos y se ha especializado en Mindfulness, una técnica que enseña a observar y aceptar pensamientos, sensaciones y emociones, generando nuevas perspectivas y «liberándose» del contenido de los mismos.

-¿Cómo le explicarías de una manera sencilla a un niño lo que es la muerte?
-Depende de la edad. Si el niño es muy pequeño la muerte es un concepto que no entiende como algo definitivo. A partir de los siete u ocho años ya suelen tener conciencia de que quien se va no vuelve, ya tienen más fijado el concepto de que es algo definitivo y ahí ya adaptas el mensaje. Los niños no son como nosotros porque para hacerse a la idea hacen preguntas prácticas, tú les puedes ver tan normales jugando y de pronto te preguntan: «si se murió el abuelo, ¿quién me va a regalar la paga los domingos?». Ellos contextualizan en cosas concretas y hay que responderles a esas cosas. No es por egoísmo ni porque solo piensen en ellos, es su manera de colocar ese hecho. A partir de los once o los doce adaptas algo el lenguaje pero la conversación puede ser casi igual que con un adulto. Cuando ellos preguntan: «¿dónde está el abuelo?», en general es mejor devolverles una pregunta: ¿dónde crees tú que está? y que ellos por sí mismos hagan la respuesta. Si ellos la encuentran, les va a quedar mucho mejor.
-¿Por qué no llevamos a los niños al cementerio o al tanatorio?
-Por los tabúes de los adultos. Eso no ayuda porque en un mundo en el que la muerte se relega nada más que al tanatorio, no facilitamos ni el duelo de los adultos ni desde luego el de los niños porque la gente no sabe qué hacer ni qué decir. Los niños tienen que saber y poder elegir si quieren estar o no. Muchas veces se dice que es mejor que no se enteren, los llevamos a casa de una vecina y no vuelven hasta que pasa todo. Al no darles opción no interiorizan lo que pasó, no entienden que la gente que está a su alrededor durante un tiempo va a estar distinta porque está más triste, más irascible o a lo mejor aliviados porque era una persona mayor con una enfermedad larga. Si continuamente los estás excluyendo los despegas de la realidad y la realidad es que todos nos vamos a morir. De eso no nos libra nadie.

«No hay que hacerse el fuerte, hay que ser fuerte porque la vida sigue pero no tienes que esconder tu tristeza, ni tu enfado, ni tu alegría si la hay»

-Normalmente se evita que vivan emociones como la rabia, la tristeza o el enfado. ¿Deberíamos naturalizar esas emociones y quitarles la etiqueta de negativas?
-Primero hay que reconocer que las emociones están y que van a acompañarte durante un tiempo. Y que lo mismo que ahora estás cabreadísimo o tristísimo, dentro de un rato puedes estar riéndote a carcajadas y que todo está bien. Ninguna de las dos cosas significa que quisieras más o menos a quien se fue y ninguna de las dos cosas significa que no le eches de menos. Igual que estás triste puedes estar alegre y hay que hacerle sitio a ambas sensaciones. No hay que hacerse el fuerte, hay que ser fuerte porque la vida sigue pero no tienes que esconder tu tristeza, ni tu enfado, ni tu alegría si la hay. Básicamente es mejor tener las cosas encima de la mesa que debajo del mantel. Lo mejor en estos casos es sacar y, si se puede, reconducir. Una vez expresada la cuestión es: tú estás triste y yo también, ¿qué podemos hacer ahora para sentirnos un poco mejor? Primero reconocemos la emoción, la acogemos y después buscamos una forma de sentirnos mejor si la hay.
-Se intenta racionalizar una situación que es totalmente emocional, ¿cómo gestionar un proceso en el que se juntan esos dos ingredientes?
-La vía emocional tiene más fuerza y más poder en el cerebro. En intensidades muy altas la vía de la razón no tiene sitio para funcionar porque está todo ocupado por la emoción. Hay que acoger esa emoción para conseguir que esa intensidad se regule y luego que la parte racional la gestione porque si no estás funcionando por impulsos, crees que estás decidiendo pero lo que estás es dejándote llevar por tus emociones.
-¿Aceptar la muerte te hace disfrutar más de la vida?
-Entiendo que pensar en morirse da miedo, es el gran cambio, lo desconocido, pero eso no varía el hecho de que es inevitable. Cuanto más evidente se hace para ti, tendrá menos impacto, o vas a tener más capacidad de gestionarlo. Es mejor saber que no saber, nombrar que no nombrar, es mejor aceptar que negar. Todos sabemos que después de que una persona fallece hay que seguir con la vida pero no vamos a estar pensando en ello todos los días porque no tendría sentido y no sería funcional, pero una vez que esto se tiene claro y dejamos de esconderlo, podemos imprimir a la vida mucha más calidad y mucha más capacidad de disfrute. Hay que aprender a relativizar muchas de esas trivialidades que convertimos en un mundo cuando en realidad tienen una importancia menos uno. Habría que ser capaz de no tenerlo todo el día en la cabeza pero sí tenerlo presente, porque es un hecho que nos une a todos, que nos va a pasar y además no sabes en qué
momento.

Preparar la despedida

Los tiempos van cambiado y las costumbres también. Los profesionales del sector funerario se adaptan a los tiempos para ofrecer un servicio profesional acorde a las necesidades y creencias de cada familia.

Cementerio de Arayón, Cangas del Narcea
Cementerio de Arayón, Cangas del Narcea / Foto: Fusión Asturias



Nadie nos enseña a morir ni a convivir con la muerte. Frente a esta realidad se impone que llegado ese momento los familiares de la persona fallecida tengan a su alrededor no solo el apoyo de amigos y seres queridos, sino también el de personas cualificadas que les ayuden a afrontar un periodo de tránsito, en el que en poco tiempo hay que afrontar decisiones ajenas a nuestro conocimiento. Gestionar de manera integral los trámites a realizar tras una defunción y hacerlo de manera sencilla, efectiva y profesional es el reto al que cada día se enfrentan los trabajadores de los servicios funerarios que deben ir siempre un paso por delante de las necesidades que las familias puedan tener.
Cada vez más la muerte y el duelo se están procesando de maneras diferentes. Atrás quedan costumbres como la de vestir de negro durante un largo periodo de tiempo para guardar el luto o velar al difunto en el domicilio familiar. Debido a esto último, las empresas funerarias se han visto obligadas a diversificar sus servicios ante la demanda de nuevas formas de despedida, tanto por parte de las familias como por parte del propio difunto que dejó especificado en vida cómo quería que fuese su funeral.
Las nuevas tecnologías hacen también su aparición en el último adiós. Aplicaciones y portales web son el espacio escogido por muchos familiares y amigos del fallecido para dar rienda suelta a pensamientos, exteriorizar el dolor y compartirlo con todos los amigos virtuales. Twitter y Facebook fueron el inicio de este movimiento pero actualmente hay redes sociales que permiten compartir experiencias y sentimientos con otros ciudadanos que hayan pasado por el mismo tránsito, velas virtuales, vídeos de homenaje, portales web que facilitan la posibilidad de dejar recuerdos en la red o certificaciones digitales que recogen las valoraciones y opiniones de familiares y amigos sobre las ceremonias realizadas, el funeral o los servicios recibidos. Todo es importante a la hora de expresar la tristeza frente a la pérdida.

En 2017 perdieron la vida en España 423.643 personas, un 3,2% más respecto al año anterior en el que fallecieron 410.611 personas

Otro ejemplo de que el sector avanza al ritmo que marcan los tiempos es la apertura de salas multiconfesionales en las que poder celebrar ceremonias y ritos propios de cada religión y cultura. Este paso, que refleja la tolerancia hacia las creencias de otros colectivos así como la pluralidad religiosa y de creencias, es ya una realidad en Asturias. Los tanatorios de Gijón, Oviedo y Luanco cuentan ya con alguna de estas instalaciones y recientemente el Ayuntamiento de Avilés aprobó en un pleno municipal la obra que permitirá la construcción de una de estas salas en el Tanatorio de la ciudad.
Existen también otros servicios, cada vez más demandados en Asturias, como es el de extracción y custodia de ADN que permite la conservación de toda la información genética del fallecido. A través del legado genético los familiares pueden acceder a una información que les ayudará en la detección y prevención de enfermedades hereditarias. Esto constituye un avance importante de cara a la calidad de vida de todos sus descendientes.

Atención psicológica a las familias: La necesidad del duelo
El eje principal de la profesión funeraria es la capacidad para atender a sus clientes y cubrir sus necesidades en un momento de especial dificultad para ellos, de ahí que la atención psicológica a las familias sea otra de las variables que desde hace unos años están incorporando las empresas del sector. A través de profesionales cualificados ofrecen a sus clientes ayuda para elaborar el duelo y desarrollarlo satisfactoriamente desde el momento inicial de la pérdida.
Laura López, psicóloga en Funerarias del Occidente desde 2015, explica que «a menudo se le resta importancia a este proceso. Socialmente solemos normalizar mucho la vivencia pero los que trabajamos en esto vemos que a posteriori hay muchas depresiones, cuadros de ansiedad, problemas de relación en familias, etc. que son fruto de duelos no resueltos».

Cada persona vive el proceso de duelo de forma diferente. Expresar las emociones es de vital importancia
Cada persona vive el proceso de duelo de forma diferente. Expresar las emociones es de vital importancia

Aunque no necesariamente está relacionado por el tipo de deceso, a priori algunos duelos se presentan más difíciles de superar y las familias solicitan la atención psicológica: muertes traumáticas, fallecimiento de personas jóvenes, muertes por suicidio… La psicóloga añade también casos como el de «una madre cuyo marido se ha muerto y no sabe cómo explicárselos a sus hijos menores, quiere lo mejor para ellos y no sabe cómo ayudarles».
La costumbre actual de velar al finado en salas abiertas al público trae consigo que durante los dos días que puede durar el sepelio la familia recibe la visita de familiares, amigos y conocidos. En ocasiones esto dificulta el duelo, «los dolientes, al estar en un lugar público, se contienen y no expresan sus emociones, así que el hecho de que acudas a ellos y les escuches ya resulta de por sí sanador y eso es lo que me han manifestado ya muchas personas».
La profesional asturiana desaconseja totalmente que se intente ayudar al familiar afectado utilizando tópicos y frases hechas como ‘todos tenemos que vivir duelos’, ‘es algo normal’, ‘la vida sigue’, etc. ya que cada persona vive las situaciones de forma diferente. «El duelo es un proceso sano, no es patológico, pero eso no quita que tiene que ser un proceso activo de elaboración del duelo. Tienes que hacer una serie de tareas: despedir al ser querido, recolocarlo emocionalmente, ver qué tareas cumplía en la familia… por ejemplo si fallece un hombre que lleva las cuentas de su casa, su viuda además de afrontar que se queda sola tiene que hacerse cargo de esta tarea».

Los psicoterapeutas insisten en la necesidad de vivir el proceso de duelo para superar la pérdida de un ser querido

Reconocer que se necesita ayuda no siempre es fácil para las familias que sufren la pérdida, por eso a veces se produce lo que en psicología se denominan ‘duelos enmascarados’. En este tipo de duelos, que sí son patológicos, la persona puede experimentar problemas físicos o de otro tipo derivados de no superar una pérdida. Los síntomas pueden experimentarse incluso tras varios años del fallecimiento en forma de ansiedad, problemas de alimentación, insomnio, obsesiones, etc, sin que la persona que lo acuse sea consciente del origen de esta patología. Por eso los psicoterapeutas insisten en la necesidad de vivir el duelo y el sector funerario ha recogido este testigo ofreciendo la atención necesaria para ello.

Los datos según Panasef
Según un informe publicado por Panasef (Asociación Nacional de Servicios Funerarios), el número de tanatorios en España siguió aumentando llegando a operar unas 2.429 instalaciones lo que supone un total aproximado de 7.050 salas en las que las familias valoran de manera especial el trato personal facilitado por los profesionales del sector y el ambiente íntimo y tranquilo de las instalaciones.
Así mismo el informe refleja que cada vez son más las familias que optan por la cremación frente a la incineración. Para poder dar servicio a los familiares que escogen esta opción, España dispone de un total de 380 hornos crematorios, el volumen más alto de toda Europa.
En cuanto a la valoración que realizan las familias que hacen uso de los servicios funerarios, Panasef ha tomado los datos elaborados por una empresa externa en 2016. Tras encuestar a más de 40.000 familias, el 97% de ellas otorgan un siete o más al servicio recibido, mientras que un 3% opina que hubo aspectos que mejorar. Lo más valorado por parte de las familias fue el trato humano recibido, la profesionalidad en las gestiones y la calidad de las instalaciones funerarias.
En los últimos años el incremento de fallecimientos ha sido paulatino. En 2017 perdieron la vida en España 423.643 personas, un 3,2% más respecto al año anterior en el que fallecieron 410.611 personas. Un dato, ofrecido por el Instituto Nacional de Estadística, que supone el mayor número de fallecimientos desde que existen datos oficiales en nuestro país.

La piedra natural en el arte funerario

Cementerio de Grado
Cementerio de Grado / Foto: Fusión Asturias


Desde la más remota antigüedad la piedra natural ha sido uno de los materiales nobles más utilizados tanto en la construcción como en la decoración. El funerario es uno de los principales sectores en los que tanto el uso del mármol como el del granito son fundamentales a la hora de diseñar lápidas, figuras, placas, urnas u otro tipo de trabajos en los que la elegancia tiene que ser la pauta a seguir. Es importante destacar que ya en las civilizaciones del antiguo Egipto, Grecia o Roma era habitual venerar tanto a los dioses como a los seres queridos levantando construcciones en piedra natural, constituyendo un símbolo de riqueza y poder.
Actualmente ambos materiales siguen siendo los más demandados y utilizados por los profesionales ya que aportan a las obras la sobriedad y seriedad requeridas en este tipo de trabajos. Sus características de gran durabilidad y resistencia los convierten en perfectos para las obras que finalmente suelen permanecer a la intemperie, y que no han de perder ninguna de sus múltiples cualidades, sobre todo las estéticas.
El granito está considerada la roca más dura de la corteza terrestre. Está compuesta por mica, feldespato y cuarzo y se forma debido a la solidificación del magma silícico, de ahí su aspecto granular y textura gruesa. El mármol se crea gracias a la exposición de rocas calizas a altas temperaturas y es importante destacar que cada una de las siete maravillas del mundo tienen una parte construida en mármol.
Con la base de ambos, el arte funerario ha crecido en innovación desarrollando un amplio espectro de productos y adaptándose a los cambios en el sector. Además de las tradicionales lápidas, los clientes pueden solicitar todo tipo de figuras y panteones. También placas y otros productos grabados con diferentes tecnologías (chorro de arena, láser, clásico, etc.) que permiten dejar mensajes e imágenes que perdurarán en el tiempo.

Fabricantes de ataúdes y artículos funerarios

Un sector de total confianza

Heredó de su padre, José Luis, la pasión por el oficio funerario pero finalmente Óscar Rodríguez decidió poner en marcha un proyecto propio a través del cual dar valor a su experiencia y ofrecer un servicio profesional e integral a sus clientes. Artavia, dedicada a la fabricación y distribución de ataúdes y artículos funerarios, es actualmente una empresa de referencia en el sector y sus productos son demandados por clientes situados por toda la geografía española.

José Luis Rodríguez Diéguez mostrando la urna exclusiva de Sargadelos
José Luis Rodríguez Diéguez mostrando la urna exclusiva de Sargadelos / Foto: Artavia


-¿Cómo fueron los inicios y la instauración de la empresa?
-Mi padre tenía muchos años de experiencia en el sector y trabajaba para una de las empresas más importantes, Hermanos Álvarez Vidal. En el año 2007 yo también pude entrar y empezar a trabajar con él y así fue cómo aprendí el oficio. Años más tarde esta empresa cerró y yo decidí empezar algo por mi cuenta. Los comienzos fueron difíciles, con muchas complicaciones porque no teníamos capacidad de atender todos los pedidos, pero poco a poco fuimos aprendiendo de los errores y en unos años esto dio un vuelco tremendo. Tanto los bancos como los proveedores nos ayudaron mucho y fue gracias a eso por lo que pudimos despegar. Cuando vi que el proyecto tenía solidez, mi padre se incorporó a la empresa y montamos un almacén más grande para tener un mayor stock de productos. Siempre digo y así se lo hago saber a mis clientes que el servicio prima ante todo y ahí es donde nosotros ofrecemos una garantía total.
-En la fabricación de ataúdes, ¿qué elementos determinan la calidad de un producto?
-Yo me baso en el acabado y en el espesor de la madera.
-¿Cómo afecta al sector la irrupción de la oferta asiática?
-Yo no estoy en contra del ataúd chino, es un nuevo competidor que vino para quedarse y nosotros tenemos que saber adaptarnos. Lo que pasa es que todos deberíamos estar en igualdad de condiciones en cuanto a nivel salarial o humano porque ahí trabajan de formas poco ortodoxas. Respecto al producto es de buena calidad.

«El servicio a los clientes es lo primero, ahí ofrecemos una garantía total»

-¿Qué tendencias hay ahora mismo en el mercado?
-Hoy en día intentamos ajustar al máximo y optimizar recursos. La tendencia es la caja ecológica, sobre todo en Asturias y País Vasco, las zonas en las que más funciona este producto. Nosotros hemos montado una fábrica exclusivamente de arcas de incinerar porque creemos que es el futuro. Son arcas más ajustadas económicamente con procesos de acabado más rápidos pero con una estética cuidada, de manera que sean aptas para servicios de enterramientos. Hay clientes que te preguntan por el origen de la madera utilizada, nosotros somos de las pocas empresas que trabajamos con un fabricante de arcas en crudo que tiene certificado de talas controladas. Consideramos que es una forma de darle más alternativas a clientes que se preocupan por el medio ambiente.
-Con el aumento de las incineraciones también ha crecido la oferta de urnas.
-Sí, nosotros que comercializamos todo tipo de artículos funerarios, en nuestro catálogo tenemos una gran variedad de este producto; es algo que va directamente ligado a la venta de ataúdes. Tenemos urnas ecológicas y un modelo exclusivo de cerámica Sargadelos.
-Algo que te haya sorprendido en los años que llevas en el sector.
-El ataúd que más me impresionó fue uno que vi en una feria que tenía la forma del Santiago Bernabéu y que estaba tallado a mano. De todas formas esto es algo que en nuestra zona no funcionaría porque hay muchas cuestiones que todavía son tabú, aunque hay que reconocer que esto está cambiando. Cuando yo empecé se usaban colores muy oscuros y ahora es la gente joven la que empieza a escoger los féretros y opta por otros tonos. Lo que no varían son las formas, aunque hay una empresa aquí en Galicia que tiene modelos muy innovadores que a mí me gustan mucho pero quizá no sea algo que en España puedas vender a diario. Aquí el mercado es muy tradicional y lo que más se demanda es el arca redonda, la semirredonda y la egipcia.

Decir adiós a través de las flores

Juan Chamorro

Juan Chamorro, Flores MayLas flores no son un elemento más en una despedida. Ellas pueden ser las encargadas de decir el último «te quiero» o de manifestar la personalidad de la persona fallecida a través de formas, colores y texturas.
Fotos: Flores May-Juan Chamorro

Treinta y siete años lleva Juan Chamorro vinculado al mundo de las flores. Tras quedar Campeón de España de arte floral en la Copa Interflora, viajó a Ámsterdam al campeonato del mundo en ramos de novia y también lo ganó. Esto hizo que comenzaran a llamar a su puerta personas relacionadas con el sector que le demandaban cursos de formación, y fue en ese momento cuando creó la academia Alnorte Arte Floral. Actualmente, además de ser gerente de una floristería en Oviedo, realiza trabajos por toda la geografía nacional y viaja constantemente impartiendo cursos y creando tendencia en el mundo del arte floral.

-¿Cómo ha evolucionado el arte floral en el sector funerario?
-Para mí evolucionó de dos formas muy importantes. Primero empezaron a venir proveedores con armazones más interesantes como cruces, corazones, coronas con diferentes alternativas a través de las cuales se pueden expresar mucho mejor las formas y las sensaciones. Otra de las cosas es el color. Todo ha evolucionado y ahora se pueden ver otros trabajos y otras composiciones florales con más cantidad de colorido y mucho más alegres. Antiguamente todos los trabajos funerarios iban marcados por un clasicismo en cuanto a la forma, el color, la textura y el carácter de las flores. Ahora los símbolos empiezan a tener un apartado importante y en la tienda también vendemos corazones o cruces. Esta evolución es porque el público, que por desgracia tiene que encargar trabajos funerarios, no quiere el típico ramo o la típica corona y la verdad es que se hacen unos trabajos con una sensibilidad tremenda.
-¿Hacia dónde deberían dirigirse los cambios?
-Si nos regimos por otros países punteros a nivel floral en el sector funerario me gustaría que la tendencia la marcasen lugares como Inglaterra, Francia o Alemania, pero ahora mismo en España sería inviable trabajar como ellos. Por ejemplo en Inglaterra, cuando una persona va a fallecer preparan el entierro con mucha antelación. En España es inviable porque la comunidad de vecinos te manda una corona y el florista o la funeraria la hace como puede y del color que sea, no hay una previsión y la gente no dice cómo quiere que sean sus flores. A mí me gustaría que por ahí se evolucionase y que si a alguien le gustaba mucho el rojo pues desde la floristería, el tanatorio o la funeraria lo mandaran todo en rojo o sensaciones de rojo. Eso sería precioso pero sé que ahora mismo es muy complicado.
Flores May-En un momento como ese, ¿qué se puede expresar a través de las flores?
-Se pueden expresar muchas cosas. Lo primero que hay que tener es empatía, ponerse en el lugar de la persona que te está encargando el trabajo. Cuando alguien viene a encargarme un trabajo que es de una sensibilidad tremenda automáticamente me pongo en el lugar de esa familia e intento que mis flores transmitan lo que significa ese encargo, ponerle ese toque de delicadeza, de cariño o de mimo que hagan que la composición sea un éxito. Los clientes te dicen que no quieren algo típico y tienes que captar lo que quieren. Hay que tener mucha experiencia y saber moverse en esos ámbitos.
-¿Existe la flor perfecta para cada despedida?
-No, todas son perfectas. No hay flores de muerto y flores de vivo, todas sirven. Es verdad que los crisantemos florecen en invierno y son las flores que antiguamente se usaban para el cementerio pero ahora mismo, a la hora de comprar flores, hay una gama muy extensa porque está Holanda que es el centro mundial de la flor y ahí tenemos todo lo que te puedas imaginar. Las flores que pueden casar a una novia como peonías o rosas también pueden hacer un trabajo funerario espectacular.
-¿A qué retos te gustaría enfrentarte?
-Me gustaría enfrentarme a retos en los que las personas que por desgracia se ven en esa situación pensasen un poco más en ese último adiós y que todo fuese más estudiado. Me gustaría que algún día nos igualásemos a otros países que son súper delicados en este tema. Hace poco hice una demostración en Oporto sobre arte funerario y jugué con rojos y negros. Todo tenía una elegancia tremenda y era un contraste brutal porque el negro aportaba una sensación de luto y el rojo esa agresividad de decir que he luchado para no morirme. También es verdad que yo trabajo para floristas profesionales y esto es como una pasarela. Yo les muestro cosas muy exageradas que evidentemente tienen poca capacidad de venta pero esa tendencia que marco ellos la llevan a su terreno.
-¿Te gustaría añadir algo más?
-Me gustaría que para finalizar hiciéramos un brindis y lo firmaría diciendo que siempre seamos más y nunca menos.

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