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viernes 29, marzo 2024

Explorador del Himalaya. Nacho Orviz. Montañero

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Nacho Orviz necesita muy poca presentación, no en vano es uno de los ochomilistas más prestigiosos dentro y fuera de Asturias. Su concepción de la montaña se resume en “menos es más”: hacer el máximo posible usando el mínimo de medios, lo que le coloca entre los mejores himalayistas de España. En Al Filo de lo Imposible lo saben muy bien, y por eso ha colaborado con el programa en varias ocasiones.

En su última expedición, Nacho Orviz culminó con éxito una gran temporada en el Himalaya, ascendiendo el Shisha Pangma y el temido Annapurna. En estas cumbres acompañó a Edurne Pasabán en su reto de culminar los catorde ochomiles del planeta.

-Hacer un doblete en el Himalaya tiene que ser una enorme satisfacción, pero también debe de pasar factura. ¿Cómo se consigue un reto tan duro?
-Sobre todo con experiencia. Es algo que no podrías hacer en tu primera incursión en los ochomiles, pero como ya sabes lo que hay, te preparas a conciencia. El cuerpo ya está acostumbrado a pasar temporadas en altura. Personalmente creo que lo que más me machacó fue el aspecto psicológico, porque en momentos parece que estás condenado en el campo base, en una tienda, metido en un saco. Aunque estábamos haciendo lo que nos gusta y el ambiente era bueno, yo a veces me sentía atrapado, porque no te puedes mover ni puedes ir a ningún lado.Y eso, durante mucho tiempo, puede llegar a ser agobiante.

“Cuando Ferrán Latorre tuvo el accidente, Televisión Española me propuso que me hiciera cargo de la cámara. Me encargué de filmar la parte de altura y la cumbre del Annapurna, y luego toda la expedición al Shisha”

-La climatología dio poca tregua en las expediciones, ¿no es así?
-Bueno, en el Annapurna estuvimos más de treinta días con un clima bastante bueno, pero luego estuvimos otros tantos en el Shisha Pangma, la mayoría en la tienda por culpa del tiempo. Además, allí ya estábamos aclimatados y no queríamos hacer una ascensión montando campamentos, sino esperar una ventana de buen tiempo y hacerlo de un tirón. Y así fue, pero para ello tuvimos que esperar diecisiete días en el campo base sin movernos. En cuanto llegó la oportunidad subimos y bajamos en estilo alpino, fue muy rápido. También nos ayudó que es una montaña más sencilla que el Annapurna, que no requiere tanta infraestructura.
-Sin embargo el Shisha es una montaña que ha dado muchos problemas a Edurne. Tuvo que intentarlo en tres ocasiones hasta conseguir subir.
-Estas montañas son todas difíciles, unas más que otras, pero todas tienen sus problemas. Concretamente el Shisha es una montaña con una climatología muy mala. Y, aunque no tiene dificultades técnicas, la ruta normal tiene una arista de unos doscientos metros, que da a la cumbre principal y suele estar completamente rota. Esta cumbre así se hace muy poco, porque la gente llega a este paso y se queda por miedo -con razón- a que se vaya todo abajo.
Nosotros cogimos una variante que había abierto Iñaki Ochoa, que da un gran rodeo pero permite acceder a la cumbre por una arista más limpia y segura. Y la verdad es que acertamos de pleno, salió fenomenal. De hecho nos siguieron varios montañeros, y nunca subió tanta gente a la cumbre principal del Shisha como esta vez.
-¿Fue más difícil el Annapurna?
-No, allí no tuvimos ningún problema. Fuimos la primera expedición en llegar, a mediados de marzo, cuando aún no había nadie en la montaña y eso nos vino muy bien. Equipamos toda la ruta solos, especialmente la zona más difícil la hicimos sin los sherpas, porque no quisimos que se metieran en la zona de riesgo, así que entre Asier (Izaguirre), Ferrán (Latorre), Alex (Txicón) y yo fijamos la cuerda de los tramos más expuestos. Y además encantados, porque es lo que nos gusta: imagínate, escalando en el Annapurna solos, con una cuerda, como cuando escalas en Picos o en los Alpes. Yo lo disfruté muchísimo porque además iba de primero, abriendo la ruta, buscando el itinerario.
-¿Cómo se salvó ese tramo famoso del Annapurna tan expuesto a las avalanchas?
-Bueno, técnicamente no es complicado, pero psicológicamente se pasa mal. Yo sé que puedo escalar eso y cosas más difíciles, pero da miedo ver esa cantidad de seracs que tienes encima, a derecha y a izquierda. Y tú vas por el medio, así que como algo se venga abajo no te puedes librar.
La única forma de pasar con una cierta seguridad es buscar las horas más tempranas del día y sobre todo escalar lo más rápido que puedas, pasar el tramo en el menor tiempo posible. De hecho nosotros sólo lo atravesamos cuatro veces, las dos primeras para instalar la cuerda y bajar, y las dos siguientes para subir y bajar de la cumbre.

Campo Base del Annapurna
Campo Base del Annapurna
-Al final el equipo, con Edurne Pasabán como cara más visible, hizo cumbre el 17 de abril. Pero antes tuviste que hacerte cargo de la cámara a raíz de un accidente de Ferrán Latorre. ¿Qué te supuso este cambio de rol?
-Lo de Ferrán lo viví en directo, porque estaba allí cuando se cayó. Él es un magnífico esquiador y bajaba con los esquís en un tramo de nieve en polvo, cuando debió de encontrar hielo bajo la capa de nieve, tropezó y se cayó. Enseguida vi que se había lesionado, de hecho estábamos a unos seis mil metros y nos llevó todo el día bajar con él al campo base, a cuatro mil doscientos.
Ferrán era el cámara oficial de la expedición, y a raíz del accidente Televisión Española me propuso hacerme cargo de la cámara. Ya había trabajado con ellos en el Cho-Oyu, y también en el Nanga Parbat con Sebastián Alvaro y el equipo de Al Filo, así que les dije que hablaría con Edurne, porque mi trabajo y mi compromiso era con ella, y que si no tenía inconveniente, como así fue, lo haría. Entonces me encargué de filmar la parte de altura y la cumbre del Annapurna, y luego toda la expedición al Shisha.
-Una vez en el Shisha Pangma, ¿cómo vivió la expedición lo ocurrido con Tolo Calafat en el Annapurna, los intentos de rescate y su posterior muerte?
-Con preocupación al principio, con pena y dolor al final, porque se queda allí un amigo con el que has tenido relación. Y, aunque sabes que en estas montañas esas cosas pueden ocurrir, siempre es duro. Aunque vivir todo eso allí no se parece en nada a vivirlo a través de lo que te cuentan los medios. Es imposible comprender lo que sucede si no estás metido en ello. Los médicos me dijeron, y yo confío en ellos, que lo que le sucedió a Tolo fue un descenso brutal de potasio, por lo que estaba mentalmente lúcido pero los músculos no le respondían, estaba paralizado. Cómo llegó a esta situación es otro tema muy complejo en el que entran muchas variables, mucho más en un ochomil, y desde luego no se puede juzgar a miles de kilómetros de distancia.
-Con el Shisha Pangma, Edurne completó la lista de los catorce ochomiles. ¿Cómo se vivió en directo el cierre de un objetivo tan importante?
-Fue muy emocionante. Estamos hablando de diez o doce años de trabajo, entrega y esfuerzo, así que cuando una persona alcanza una meta tan difícil, estás encantado de poder compartir con ella este momento tan especial, es algo que valoras muchísimo. Ya me había tocado vivir una situación parecida cuando Juan Vallejo culminó los catorce ochomiles en el Daulaghiri; estando también Edurne, precisamente.

“Disfruté muchísimo escalando el Annapurna. Además iba de primero, abriendo la ruta, buscando el itinerario”

-¿Cómo es trabajar con Edurne Pasabán, como persona y como alpinista?
-Ya me han preguntado esto en más de una ocasión: es una deportista de grandes dimensiones, una persona con mucha capacidad de sacrificio y esfuerzo. Todo eso se hace evidente cuando subes con ella: lo que supone estar varios días a esas altitudes, con problemas físicos, vomitando, pasándolo mal. Es entonces cuando ves su espíritu de lucha y su determinación por conseguir lo que se ha propuesto. Por otro lado, en el trato es una persona cercana y sencilla, exenta de cualquier tipo de divismo. Es muy diferente a lo que yo vi con la coreana (Miss Oh), el trato que le daban. Tenía una tienda para ella sola y ni te dejaban andar cerca, por ejemplo.
-¿Cuál es el siguiente proyecto?
-La idea es volver el año que viene al Everest con Edurne. Es una montaña que ella ya ha subido con oxígeno, pero su intención es hacer los catorce ochomiles limpiamente y quiere repetir esa única cumbre sin ayuda.

Fotos cedidas por Nacho Orviz
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