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miércoles 24, abril 2024

Todos somos guardianes

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Salvo excepciones que bordean la patología, uno tiende a cuidar la casa en la que vive. Encala las paredes tras una mudanza, cambia las bombillas cuando se funden, y pasa la fregona cada cierto tiempo para mantener unos mínimos niveles de salubridad. Incluso cuelga un cuadro en alguna pared desnuda. Los niveles de tolerancia pueden variar pero, en líneas generales, a nadie le gusta vivir en un basurero.

Esto, que es una realidad empírica, hace todavía más curiosa esa tendencia humana a perpetrar fuera los despropósitos que no tolera en su casa. Sólo así se explica que aún se vean lavadoras tiradas en el cauce de un río, o montañas de basura en determinadas plazas después de un botellón o fiesta popular, por decir algo. Es la tragedia de los comunes o que, cuando algo es de todos, termina por no ser de nadie.

Pero a lo que vamos: apelando a este espíritu de propiedad y, en cierto modo, de responsabilidad, hace unas semanas se hizo pública la campaña publicitaria del Principado, que retoma la idea del «Asturias, Paraíso Natural», probablemente el eslogan regional que más éxito ha tenido en los últimos cuarenta años. El concepto ahora es el de «Guardianes del Paraíso» y ha tirado de una intensa campaña en las redes sociales para implicar a todos: «guardián» es cualquiera que ame Asturias, independientemente de donde viva o donde haya nacido. Se trata de generar un movimiento en el que sea la propia gente, los «guardianes», quienes se ocupen de promocionar la tierrina, así, de motu propio y usando el boca-oreja. Únete, difunde, participa, aporta, comparte, defiende Asturias ante todos. Tirando de imperativos, la campaña se ha ido haciendo viral y el planteamiento publicitario parece que funciona.

La implicación ciudadana como argumento publicitario no es nada nuevo, pero últimamente se ha puesto de moda gracias al auge de los muchos movimientos sociales que están surgiendo en la calle. Y eso es un filón que un publicitario avezado no es capaz de dejar pasar. En este caso juega con ventaja, porque apela a algo primario e infalible. Si hay algo a lo que un asturiano va a responder siempre, es defender su tierra. Así esté en las quimbambas: es muy posible que la pasión que dedique a hablar de ello sea directamente proporcional a la distancia a la que se encuentre del kilómetro cero de la Escandalera.

El otro argumento es también bastante evidente: el que viene aquí, alucina. Aunque sea por los tópicos, pero no hay cuerpo que se resista a una buena fabada, no hay turista que no se moje los pies escanciando un culín de sidra; ni hay ser humano capaz de reprimir un suspiro de admiración ante la visión del Pico Urriellu nevado o del mar bravo en Cabo Peñas. No hay mejor embajador turístico que el que ha sido bien tratado en un sitio bonito, ya sea Asturias o Cancún, porque es el que va a obligar a sus conocidos a ver las doscientas fotos de las vacaciones.

Guardianes podemos ser todos y en eso estamos de acuerdo en Fusión Asturias. Porque, aunque no con las mismas palabras, en eso hemos basado siempre nuestra línea editorial. Seguimos creyendo que esto es un «paraíso», y como tal hay que cuidarlo. Y defenderlo es vender las virtudes turísticas de una tierra única, pero también pelear por las condiciones de vida de sus habitantes. Hay que dignificar las zonas rurales y a quienes viven en ellas, porque ésos son los auténticos guardianes, y están viendo cómo los servicios y los medios de los que disponen se están restringiendo, cuando nunca fueron iguales a los urbanos. Hay que pelear porque la gente pueda ganarse la vida con dignidad y tener un techo sobre sus cabezas. Hay que sanear la vida política, hay que mantener los recursos y los servicios públicos. Hay que acabar con el despilfarro, y con el aguante de una sociedad civil que, dicho sea de paso, ha demostrado tener mucha paciencia.

Y en eso estamos. Cada vez hay más asturianos, de nacimiento y de vocación que trabajan porque Asturias responda a esa idea de «paraíso». Convencidos de que la Tierra y sus valores se defienden en el día a día porque, más allá de estrategias publicitarias, si todos nos considerásemos «guardianes», a todos nos iría un poquito (bastante) mejor.

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