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jueves 28, marzo 2024

La competitividad, creencia eficaz o plaga moderna

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Muchos son los artículos que se han publicado sobre la competitividad, los niveles necesarios para alcanzarla y los diferentes tipos que existen. Pero desde mi punto de vista, todos ellos tienen un mismo denominador común: Ganar yo, Perder tú.
Y siempre que leo, veo o hablo sobre este tema con amigos y conocidos les hago la siguiente pregunta: La competitividad aplicada a la vida diaria (véase nuestro trabajo, nuestras relaciones, etc.) ¿realmente nos lleva hacia la búsqueda de la mejora empresarial o personal?

Creo que la competitividad como la entendemos hoy en día, importada de los desarrollos de RRHH de EEUU, es una de nuestras plagas modernas. La creencia en su eficacia nos es inculcada desde muy niños, en nuestra primera infancia. No es cuestión de obtener buenas notas en el colegio, sino el mejor puesto posible en la clase; no se trata de ser bueno en nuestro entorno laboral, sino de ser el mejor. Cuando ya vamos haciéndonos mayores, seguimos trabajando estas creencias en los juegos, desde el parchís al póker, desde el monopoly a las damas, desde el ajedrez al tan elogiado y reñido fútbol, pero todos ellos bajo un único denominador común: la competitividad. Todos son juegos de suma cero: si uno gana es porque el otro pierde.

Afortunadamente, hoy en día, estos parámetros van cambiando para las nuevas generaciones; sin embargo, creo que no somos conscientes de hasta qué punto los adultos seguimos actuando y reaccionando por nuestros antiguos estímulos. Cada noche, concursos, series y películas nos siguen inculcando y reforzando la idea y/o la práctica de la competición. A nivel personal hay quien se siente triste y deprimido porque su coche es peor que el de su colega o porque su casa mide 15 metros cuadrados menos que la de su vecino. Y cuando tenga una casa igual que la de su vecino de al lado, deseará tener un chalet como el de su compañero de trabajo. Así hasta generar una infelicidad duradera y consistente, porque la competitividad se basa en el poseer, nunca suficiente, y no en el ser. Por supuesto, y así lo considero personalmente, que al salir al mercado es necesario “competir” con las otras empresas. Es preciso competir en calidad, en precios y plazos, pero sobre todo en servicios. Pero me pregunto: ¿no cabría plantearse la cooperación entre empresas, personas u organizaciones con el fin de reducir los costes, el trabajo y obtener el máximo beneficio mutuo posible?

¿No cabría plantearse la cooperación entre empresas, personas u organizaciones con el fin de reducir los costes, el trabajo y obtener el máximo beneficio mutuo posible?

Aplicado tanto a nivel personal como empresarial, en la medida en que yo actúe competitivamente, empujaré a que tú pierdas. Por la misma razón, tú actuarás de la misma manera hacia mí. ¿Cuáles son los resultados previsibles?: perderemos los dos; o uno de los dos acaba ganando gracias a que el otro pierde. ¿Cuál será la sensación y los sentimientos que tendrá la persona que ha perdido?: crítica, resentimientos y muy probablemente la relación entre ambos haya sido dañada. Sólo existe una postura positiva, ganadora: la cooperación. Cooperar con el otro para ganar ambos.

Cada día más, nos movemos en un mundo conectado y global, donde las relaciones con los demás nos permiten dar una nueva visión a nuestro entorno, llegar donde antes no podíamos llegar, alcanzar metas que antes no eran ni pensables y todo ello gracias a la cooperación y colaboración.

Los viejos gremios o las actuales agrupaciones empresariales no son sino un claro ejemplo de cooperación, permitiendo que su ámbito de actuación se extienda y su capacidad de actuación se amplíe.
Luego: cooperemos para competir; no compitamos para derrotar.

(*) Secretario General de ASONET (Asociación Nacional de NetWorking)

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