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viernes 19, abril 2024

Corredor sin fronteras. Fernando González.

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Empezó como corredor de asfalto, pero no le era suficiente. Dio el salto a carreras de montaña, pero quería aún más. Al final decidió intentar el Grand Slam Marathon, que consiste en correr un maratón en cada uno de los continentes más el Polo Norte. Justamente ahí es donde ha realizado su última carrera.

Si Fernando González consigue su objetivo de completar el Grand Slam Marathon, o mejor dicho, cuando lo consiga, llevará el atletismo asturiano por todo el mundo con la aventura por bandera.
-A principios de abril regresaste del maratón en el Polo Norte. ¿Cómo fue la experiencia?
-Fue sin duda la mayor aventura de todas las carreras que he vivido, que ya son varias en medio mundo. El punto de encuentro era el archipiélago de Svalvard, que pertenece a Noruega, y desde ahí teníamos un vuelo programado hasta la estación científica rusa de Barneo, donde llegamos con un par de días de retraso por problemas meteorológicos. Iniciamos la carrera 27 corredores en un circuito de tres kilómetros alrededor de la misma base, a treinta y dos grados bajo cero y a las diez de la noche, porque allí en esa época el sol luce 24 horas al día.
-¿Qué tal la carrera?
-En seguida me uní al grupo de cabeza, primero éramos cuatro y luego quedamos tres. Nos dimos cuenta de que iba a ser una prueba muy exigente, porque alternábamos tramos de nieve blanda con otros de nieve dura, y otros de hielo que se elevaban en vertical más de un metro por efecto de la presión. Casi estábamos en una carrera de obstáculos.

“En Europa voy a hacer el Maratón Extreme Lagos de Covadonga, porque es de Asturias, la carrera es muy dura y el sitio es espectacular”

-¿Qué estrategia seguiste?
-Mi táctica era aguantar delante, e ir parando las primeras vueltas en la carpa de la organización para beber y comer. Yo llevaba conmigo la mitad del avituallamiento de la carrera, porque de esa manera yo no tendría que parar y mis rivales sí.
Pero a mitad de carrera me di cuenta de que por culpa del frío, el termosellado de la chaqueta reventó, se rompió el bolso donde llevaba el resto del avituallamiento y lo perdí. Fue un golpe muy duro, física y psicológicamente. A partir de ahí lo que hice fue parar a hidratar y aguantar lo que pude. Tenía las pestañas llenas de escarcha y sólo podía ver tres o cuatro metros por delante de mí. Fue muy duro en todos los sentidos, pero al final pude llegar cuarto.
-¿Pudiste conocer después el Polo Norte?
-Sí, al día siguiente por la mañana, un helicóptero nos llevó hasta los 90º, el punto justo del Polo Norte. Fue una experiencia añadida muy especial, poder estar exactamente en la cima del mundo. En realidad es un punto cualquiera en el hielo y además se mueve. Estás allí y en pocos minutos el GPS ya va variando. Pero es una experiencia muy emocionante, además tuvimos un día muy bueno, con sol y pudimos disfrutar mucho del momento.

“Estas experiencias te enriquecen mucho personalmente por la gente que conoces, tanto corredores como los habitantes de cada zona. Por encima de todas me quedo con la experiencia saharaui”

-¿Por qué un atleta decide probarse en unas condiciones tan extremas?
-Yo era un corredor de asfalto y hace unos años me pasé a las carreras de montaña.
Fue en 2008 cuando me animé a intentar conseguir un reto personal, que es el Grand Slam Marathon: un maratón en cada uno de los continentes y subcontinentes más el Polo Norte, es decir, un total de ocho carreras. Es un reto que conocí a través de revistas especializadas y por internet, y que sólo han conseguido unas sesenta personas en todo el mundo. Yo tomé la decisión de hacerlo en las condiciones más exóticas, extremas y de aventura que pudiera encontrar.
-Eso supone asumir dificultades añadidas.
-Sí, por ejemplo en 2009 me fui a Groenlandia a correr el Maratón del Círculo Polar, en 2010 fui a Argelia a correr el Sahara Marathon, donde están los campos de refugiados saharauis. En Europa hay varias opciones, pero voy a hacer el Maratón Extreme Lagos de Covadonga, porque es de Asturias, la carrera es muy dura y el sitio es espectacular.
El año pasado también estuve en el Himalaya indio, donde corrí las 100 millas del Himalaya, una carrera por etapas de cinco días, cuya tercera etapa es un maratón que es el que voy a incluir como carrera de Asia. En esta prueba me fue muy bien, y gané tanto la general de las cinco etapas, como el maratón de la tercera.
Pero sin duda, la prueba más dura que he vivido hasta ahora ha sido la del Polo Norte.

“El Grand Slam Marathon sólo lo han conseguido unas sesenta personas en todo el mundo. Yo tomé la decisión de hacerlo en las condiciones más exóticas, extremas y de aventura que pudiera encontrar”

-¿Qué carreras piensas correr en los continentes que te quedan?
-En diciembre me voy a Nueva Zelanda, a una carrera de montaña de 60 kilómetros en un parque natural, entre fiordos y montañas. A la Antártida iré en 2012 o 2013, porque hay una lista de espera muy larga. Y en América del Sur lo más seguro es que corra el Inca Maratón en el Machu Picchu.
-¿Estás teniendo algún tipo de apoyo institucional o privado en tu desafío?
-No, y eso que sobre todo para esta aventura del Polo sí que busqué, porque si todos los viajes son caros, éste lo es bastante más. El club Avientu me ayuda con el material, y nada más. Nadie vive de este tipo de cosas, yo soy estibador en el Musel y voy arreglándome como puedo, administrando mis ahorros y mis vacaciones.
-Buscas aventura, pero también cultura y humanidad.
-Son experiencias que te enriquecen mucho personalmente por la gente que conoces, tanto corredores como los habitantes de cada zona. Por encima de todas me quedo con la experiencia saharaui, porque conviví una semana dentro de una jaima con una familia. Me marcó ver la miseria en la que viven los refugiados desde hace treinta años, y sobre todo cómo en el desierto más duro del mundo y en la nada más absoluta sobreviven con dignidad y la cabeza bien alta. Y su generosidad y hospitalidad, porque en esas condiciones te ofrecen lo que tienen y más. Esa experiencia me marcó profundamente.
Y conocer la cultura inuit en Groenlandia, la de los tibetanos en el Himalaya… Son gente que también lo dan todo con una sonrisa siempre en la cara, te hacen abrir la mente y dan un ejemplo de vida. Le dan mucho más valor que nosotros a las cosas que realmente importan.

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