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jueves 25, abril 2024

El agua, un recurso preciado. Jorge Marquínez. Presidente de la CHC.

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Abrir el grifo y obtener agua potable es un gesto tan sencillo, como complejo es el entramado de gestión que vela por la calidad de nuestros recursos hídricos. Jorge Marquínez, al frente de la Confederación Hidrográfica del Cantábrico, lidia un toro difícil: ahorrar, prever y repartir, consciente de que nunca llueve a gusto de todos.

El agua es un bien básico, un recurso valioso que hay que gestionar con cuidado. De eso sabe mucho Jorge Marquínez, que lleva años trabajando para garantizar un suministro de calidad en todo el norte peninsular.
Pero en un tema que afecta a tanta gente no es fácil contentar a todos: Marquínez tiene algunas opiniones impopulares, y lo sabe, pero las argumenta con total tranquilidad: «En Asturias no hay problemas de abastecimiento -explica- aunque los modelos de población están cambiando. Para asegurar un futuro sin problemas de agua, hay que cambiar los hábitos de consumo y replantear las infraestructuras».
Hasta el año pasado, los recursos hídricos del norte de la península eran gestionados por la Confederación Hidrográfica del Norte. En febrero de 2008 se crearon las confederaciones del Miño-Sil y la del Cantábrico (CHC), con Jorge Marquínez poniéndose al frente de esta última.
-¿Por qué esa división de la Confederación Hidrográfica del Norte?

-Primero, responde a una demanda desde Galicia, reclamando una aproximación de las estructuras de decisión a su ámbito, para la cuenca Miño-Sil. La división tiene además una lógica desde el punto de vista técnico, porque las cuencas del Miño y el Sil son muy diferentes a la cantábrica. El Miño-Sil es un río de entidad mediana, prácticamente llano, con un consumo agrario relativamente importante, ya que sólo hay cerca tres ciudades: Lugo, Ourense y Ponferrada. La cuenca cantábrica está formada por pequeños ríos caudalosos y muy pendientes, con una población cercana mucho más densa y con una industria muy desarrollada. Son dos problemáticas distintas, y yo esto lo veo como una oportunidad para mejorar la gestión.
-¿Qué objetivos tiene trazados en la CHC para los próximos años?
-Personalmente, tengo ganas de volver a la Universidad. La administración es un sitio donde uno tiene que marcarse unos objetivos, trabajar un tiempo y se acabó. Por eso también están las ganas de lograr algún objetivo importante a corto plazo: hay que conseguir un esquema coherente para la gobernanza del agua en el Cantábrico. Hay que transferir las cuencas asturianas y las cuencas internas cántabras, y va a quedar un auténtico puzzle de cuencas y de administraciones cruzadas. Espero que en estos próximos dos años podamos cerrar el mapa del agua en el Cantábrico, y hacer que la administración del Estado, a través de la demarcación cantábrica, coordine y apoye los programas generales.

«Tenemos el agua dos veces y media más barata que la media europea. Es razonable adecuar los precios para después poder exigirle al gestor que modernice las redes»

-¿Qué áreas de nuestra región demandan más agua?
-En todo el Cantábrico esto se relaciona básicamente con la densidad de población. De modo que en Asturias la demanda más importante se concentra en el área central. También hay una demanda sustancial en las zonas costeras, con un gran componente estacional, ya que en verano aumenta la población y la demanda sube con respecto al resto del año.
Ahora mismo tenemos agua prácticamente siempre, pero hay períodos malos que originan sequía, hace dos años tocó en Galicia y se puso en evidencia la vulnerabilidad de gran parte de la población al perder el acceso a un recurso del que depende gran parte de nuestra riqueza. Hoy ya no estamos acostumbrados a que se corte el agua en una ciudad, porque eso lo paraliza todo: no funcionan las cafeterías, ni las industrias que necesitan agua… no es solamente la molestia al ciudadano, sino que supone una amenaza muy importante, especialmente en el contexto del cambio climático.
-¿Qué características concretas tiene la cuenca del Cantábrico?
-Lo que le ocurre al Cantábrico, en general, es que en primavera e invierno tomamos agua de los cauces; no hay problema porque hay mucha, y nuestros vertidos se diluyen bien. Pero en verano y otoño, seguimos bebiendo el agua de los cauces, además en un momento en el que se dan dos circunstancias negativas: una, que la demanda está subiendo en ese momento porque hay mucha población en algunas zonas; y dos, que esos cauces, que ya van bajos, siguen recibiendo la misma carga de vertidos que en invierno.
Nuestro problema es estacional, y necesitamos algún mecanismo que nos permita retener parte del agua del invierno y la primavera para poder usarla en verano. O bien recurrir al agua subterránea o a otra fuente como la desalación. Tenemos que tener algún mecanismo que incremente la garantía de disponibilidad y la garantía ambiental. Esto ha llevado a hacer estudios en todas las ciudades del norte, y a buscar soluciones más o menos afortunadas.

«El problema del agua en el Cantábrico es estacional, necesitamos algún mecanismo que nos permita retener parte del agua del invierno y la primavera para poder usarla en verano. O bien recurrir al agua subterránea o a otra fuente como la desalación»

Embalse de Tanes, en el concejo de Caso.
Embalse de Tanes, en el concejo de Caso. Foto: Juanjo Arrojo
-¿De qué manera se plantean garantizar ese suministro de agua?
-Estamos en el estudio de alternativas, bien utilizando aguas subterráneas, bien construyendo la presa de Caleao, bien trayendo desde el Narcea; aunque el Narcea, a pesar de ser más grande que los ríos del centro, también está en condiciones difíciles en verano.
Nuestra sociedad tiene que concienciarse de que hay que usar el agua con cuidado, hay que respetar el medio y el recurso. Ese respeto va acompañado de una necesidad de garantía y de depuración, y para eso hace falta un gran esfuerzo. Cuando se critica a las administraciones gestoras se dice que hay muchas pérdidas en las redes, pero es que son antiguas. Hemos hecho gran parte de la infraestructura de gestión del agua con fondos europeos, pero ya no somos perceptores de esos fondos.
-¿Hay que subir el precio del agua?
-Si a un ciudadano se le pregunta si quiere que suba el agua la respuesta será no, naturalmente. Lo que tenemos que hacer las administraciones es no ser cobardes ni cómodas: decir lo que está pasando aunque no guste oírlo. Tenemos el agua dos veces y media más barata que la media europea, de modo que es razonable adecuar los precios para poder exigirle al gestor que modernice las redes y evite las pérdidas, y que haga una depuración adecuada. Yo no digo que a los ciudadanos les guste pagar más, pero sí que son capaces de entender estos argumentos, por eso tiene que decirlo alguien. Y lo que no podemos es demonizar a quien nos dice la verdad.

«Las administraciones no podemos ser cobardes ni cómodas. Tenemos que decir al ciudadano lo que está pasando, aunque no le guste oírlo»

-Ha sido polémica la paralización de la construcción en las zonas inundables. ¿Por qué, cuando es una manera de evitar desastres?
-En los problemas de gestión ambiental hay una realidad general que todos aceptamos, pero cuando el problema choca con los intereses personales, surgen los conflictos. Todo el mundo acepta la idea de que las inundaciones no se arreglan poniendo muros entre los ríos y la gente, que hay que respetar la dinámica del cauce y que la zona más activa de crecidas del río tiene que ser una zona libre.
En el caso de Asturias, la ocupación del área inundable se ha producido en los últimos veinte años. Con esto, nuestra generación ha creado un problema que van a arrastrar muchas generaciones después de nosotros. No nos parece factible demoler las infraestructuras que ya están hechas, pero estamos trabajando para que las áreas inundables libres permanezcan exentas. Ésa es nuestra lucha, aunque para acercarnos a un modelo sostenible de ocupación del ámbito fluvial, habrá que afrontar una regresión en los próximos años.
-¿De qué manera cambiará el cambio climático nuestra relación con el agua?
-El cambio climático es una realidad incontestable, lo que no está claro es cómo nos va a afectar. ¿Va a llover menos? ¿Más? ¿Más en primavera o en invierno? Ahora mismo los modelos no son tan precisos. Pero el gestor del recurso tiene que ser prudente, no puede quedarse sin hacer nada, esperando que haya suerte y que no nos afecte para mal.
Todas las previsiones nos indican que en el sur de Europa va a haber menos pluviosidad, mientras que en el norte va a haber lo contrario. La idea es que se incrementarán los elementos extremos de sequías e inundaciones. Y ante esto los gestores tenemos que reforzar nuestras garantías de abastecimiento, protegernos de los daños por crecidas, reforzar los saneamientos para evitar que la mala calidad de los vertidos provoque a algunos cauces estrés adicional. Tenemos que pensar que los objetivos que teníamos hasta ahora son los mínimos, hay que redoblar esfuerzos. §

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