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viernes 19, abril 2024

Marino Pérez. Psicólogo, coautor del libro «La invención de trastornos mentales»

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En las últimas décadas, hemos asistido a un notable aumento tanto del número de enfermedades mentales diagnosticadas como de pacientes. Marino Pérez y Héctor González, investigadores y profesores de la Universidad de Oviedo, hablan de la proliferación de las «enfermedades inventadas».

«La felicidad que nos ofrece la sociedad de consumo dura dos escaparates. Después, viene el vacío»

 

¿Se puede tratar la angustia como una enfermedad, igual que la diabetes o la gripe? ¿Y una fobia social? ¿A qué se debe el aumento espectacular de las depresiones? Los autores del libro «La invención de trastornos mentales» sostienen que muchas «enfermedades» actuales no lo eran hace tan solo unos años, pero se han instalado en la sociedad como si desde siempre hubieran estado presentes en la vida de las personas. Los intereses comerciales tienen mucho que ver en esta cadena: las multinacionales farmacéuticas promocionan la creación de nuevas categorías de trastornos mentales. El sistema sanitario se apoya excesivamente en la farmacología y no presta atención al paciente. Y los pacientes buscan solucionar con una pastilla las contrariedades normales de la vida. ¿Quién gana y quién pierde?

El psicólogo Marino Pérez Alvarez desarrolla su actividad docente y de investigación en el ámbito de la Universidad de Oviedo, donde imparte las asignaturas de Psicopatología y Técnicas de intervención y tratamiento. Es autor, junto con Héctor González, doctor en Biología y experto en Psicofarmacología, del libro «La invención de trastornos mentales». Para Marino Pérez, la sociedad persigue una idea de felicidad ficticia. La solución nunca está en una pastilla.

-Se supone que vivimos en la sociedad del bienestar, ¿no deberíamos sentirnos cada vez mejor?
-En principio, se entiende que la gente ha resuelto muchísimos problemas y debería tener menos dificultades en la vida cotidiana, pero parece que no es así a la vista de todos los procesos mentales que van apareciendo. Al estudiar el tema encontramos que lo que para las generaciones anteriores eran las cuestiones normales de la vida cotidiana, que ni siquiera llegaban al umbral de ser considerados problemas, de pronto se convirtieron en supuestos trastornos mentales y se tratan como si fueran una enfermedad.

-¿Por qué se produce ese giro?
-En buena medida, por la industria farmacéutica. Algunos de esos trastornos responden a un marketing farmacéutico y a la necesidad de promover un nuevo, como ellos dicen, «nicho comercial» para vender un medicamento. En este sentido decimos que son invenciones. La estrategia comercial sensibiliza a la población, llama a la gente a ser sensible y a que ponga atención sobre ciertos asuntos de su vida que de otro modo pasarían desapercibidos. Se mira hacia ellos como si fueran un problema que se remedia con una medicación, igual que si tuvieran artritis o diabetes.

«El sentido de la vida lo da el futuro. Un futuro con proyectos y con posibilidades»

-¿Por qué se magnifican tanto los problemas cotidianos?
-Los problemas de la vida nunca faltan, deberíamos empezar por ahí. Es casi un principio de la filosofía de Ortega: la vida como problema que cada uno tiene que resolver. En nuestra sociedad actual de consumo, los últimos treinta años, la gente no admite fácilmente tener problemas, y los que tiene los asume mal. La solución que más a menudo se ofrece para arreglar ese malestar, esa psicopatología de la vida cotidiana, es una pastilla, y si no se arregla es porque aún no se ha dado con la pastilla adecuada. La gente tiene muy poca tolerancia a los problemas, es más débil ante las circunstancias que depara la vida, por lo que entra fácilmente en esa dinámica. Es algo que en generaciones anteriores no ocurría.

-¿Sería ésta una de las razones del alto índice de suicidios entre la población joven?
-Precisamente esta baja tolerancia de los inconvenientes normales de la vida donde más aparece es en la adolescencia y la juventud. El niño está siendo criado como si fuera el príncipe o la princesa tanto en su casa como en la escuela. Todo el mundo gira en torno a él, y está acostumbrado a recibir parabienes al margen de cualquier mérito, desarrollo, esfuerzo o aprendizaje que haya realizado. Esto crea adolescentes que cuando se enfrentan solos a la vida real, sin ese contexto artificioso de la familia, se encuentran con que aparecen las frustraciones. No están preparados, no han aprendido a afrontar demoras en las gratificaciones ni a superar obstáculos ni a enfrentarse a la competitividad.

«Lo que para las generaciones anteriores eran cuestiones normales de la vida, de pronto se convirtieron en supuestos trastornos mentales y se tratan como si fueran una enfermedad»

-¿Y qué ocurre con los ancianos? ¿También es una fase difícil?
-Desde luego si analizamos la situación de la vejez en nuestra sociedad ciertamente es deprimente. Supone, para empezar, la jubilación, es decir, apartarse de todas las actividades con las que uno se identificaba hasta entonces. En este contexto uno queda desarraigado de su historia anterior, de los contextos en los que desempeñaba su vida y de los hábitos familiares. Sobre esa tercera edad también hay mucho comercio, negocio tendente a promover la felicidad o el bienestar como si éste pudiera ser infundido desde fuera, con modas o viajes sin más.

-¿Qué da sentido a la vida?
-El sentido de la vida lo da el futuro. Un futuro con proyectos y con posibilidades, y en Asturias no se ve que haya muchas posibilidades. Sin centrarlo en nuestra Comunidad, yo creo que llega un momento en el que uno está tan saturado de esta sociedad de consumo que se topa con un vacío existencial en un mundo repleto de cosas. La lógica del consumo está creada para la insatisfacción de la gente, pretende que los individuos estén insatisfechos con lo que tienen para que siempre deseen otra cosa. Y cuando la alcancen vuelvan a desear otra, y así continuamente. Para compensar esto se vende la ideología de la felicidad: hay que ser feliz, algo que por otra parte es completamente incompatible con una sociedad que funciona sobre la rueda del consumo y la insatisfacción. La felicidad que nos ofrece la sociedad de consumo dura dos escaparates. Después, viene el vacío.

«Algunos de esos trastornos responden al marketing farmacéutico y a la necesidad de promover un nuevo medicamento»

-Un último consejo.
-Cada uno tiene que encontrar el sentido de la vida más allá de sí mismo, en proyectos en el horizonte. Que la gente recupere el sentido común y asuma la vida. §

Entrevista completa en la edición de papel

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