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martes 16, abril 2024

Cuarenta años recorriendo Asturias. Juanjo Arrojo. Fotógrafo

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En su archivo hay más de dos millones de imágenes. Es el resultado de cuarenta años dedicados a la fotografía profesional, o lo que es lo mismo: a recorrerse la región, cámara al hombro, buscando las mejores estampas. Paisaje, arte, arquitectura, gastronomía, oficios, festejos… Lo más relevante de la idiosincrasia asturiana ha pasado por delante de su objetivo. Él defiende su legado como lo que es: patrimonio cultural, herencia de Asturias. Pocos hay que conozcan esta región como este ex minero, que dejó el pozo por la fotografía. A lo largo de cuatro décadas de profesión ha creado un importante archivo de imágenes que son testimonio de la evolución de Asturias, y que espera pasen en el futuro a formar parte del patrimonio cultural asturiano.
Recientemente ha sido galardonado con el Afuega’l Pitu de Oro 2016, un reconocimiento entregado por la Hermandad de la Probe de La Foz de Morcín «por su labor profesional y compromiso con la promoción de este queso». Es ejemplo de su interés por recoger y dar visibilidad a distintos aspectos de la cultura asturiana.

-¿Qué significa para usted el reconocimiento recibido?
-Ante todo es un reconocimiento al trabajo del fotógrafo. En este caso me tocó a mí porque llevo mucho tiempo colaborando con el Afuega’l Pitu. Mi primer contacto con este mundo fue con la quesera Margarita Mier. Luego hice el libro de Cuarenta quesos, cuarenta platos con Lluis Nel…
-¿Qué elementos hay que tener en cuenta para hacer fotografía gastronómica?
-Lo primero es conocer el producto para intentar darle vida: que no sea un mero queso, unos meros chorizos o unas fabas puestas ahí, sin más. Hay que intentar que el producto nos transmita algo que merezca nuestra atención, resaltar el alma que lleva dentro.
-La imagen es fundamental, para visibilizar cualquier tema.
-Claro. Hoy cualquier obra que no sea literaria, está coja si no lleva fotos. El trabajo del fotógrafo es muy, muy importante; no único, porque a las fotos hay que ponerles un texto, pero también es verdad que hay libros de fotografía en los que las imágenes necesitan ir acompañadas de muy pocas palabras porque hablan por sí mismas.
-Recientemente ha cumplido los cuarenta años de profesión. ¿Cuándo cogió por primera vez una cámara en sus manos y de qué tipo era?
-La primera cámara que me dejaron era de plástico y llevaba un rollo de 35 mm. Era lo que conocemos como cámara de cajón: entraba la luz, disparabas, movías con una manivela a la siguiente foto. No había nada más que eso. Mis primeras fotos igual están por alguna caja que aún conservo después de tres o cuatro mudanzas… Las hice en Cudillero, en lo que era la Casa del Buzo, con los marineros llevando las lanchas a tierra. Era el año 67 o 68.
-Como estudiante, se le daba bien el dibujo y la pintura. ¿Le ayudó en su profesión?
-Yo pienso que sí. En el colegio ya se me daba bien y en el instituto las dos asignaturas que mejor me iban eran dibujo y geografía e historia. A los dieciocho años empecé a trabajar en la mina y en seguida me di cuenta de que no era ésa mi meta. Estudiaba bachillerato en el nocturno de Mieres y cuando pude me compré mi primera cámara, una Yashica Minister D. Descubrí que era una herramienta para reflejar lo que antes me gustaba pintar.
-¿Cómo fue la evolución?
-Con aquella cámara Minister D empecé a hacer montaña con gente de Mieres y tuve la gran suerte de que uno de los compañeros, Emilio, era aficionado a la fotografía. Pasé muchas horas con él, revelando los negativos y pasando las fotos a papel. Cuando me casé y empecé a vivir en Oviedo conocí al que fue mi maestro, Alonso, de Foto Alonso, que murió hace unos años. Con él aprendí la filosofía del oficio, que no sólo es disparar. Me introdujo además en la fotografía de interior y de arte. Son las dos personas que me metieron en este mundo de la fotografía.

«En mi archivo están los últimos cuarenta años de Asturias, la evolución de las ciudades, las transformaciones en el paisaje… todo esto es patrimonio a conservar»

-¿Cómo empieza su carrera profesional?
-A mí en aquel momento ya me interesaba la fotografía de naturaleza. Cuando dejé la mina ya tenía perspectivas de trabajo con el Colegio de Arquitectos y Aparejadores, que me encargaron hacer fotos de casas de indianos y recabar información: localizarlas, hacer un plano para llegar, un croquis de la casa, tomar medidas… Estando en eso me llamaron un día para retratar todas las iglesias, capillas, oratorios, cementerios y casas rectorales de Villaviciosa.Tuve que organizarme para simultanear los trabajos, viajando unos días al oriente y otros al occidente. Luego me pidieron lo mismo para el concejo de Aller. El caso es que un día me dijeron que, ya que viajaba tanto, fotografiase patrimonio: palacios, casonas, etc. Y lo hice. Llegó un momento en que empecé a tener mucho material, así que me presenté en la Consejería de Turismo: «Soy Juanjo Arrojo y esto es lo que puedo hacer». De esa manera empecé a rodar.
-¿Intuición o técnica? ¿Y en qué porcentajes?
-En principio uno está lógicamente muy volcado en la técnica. Cuando se trabajaba más con analógico esto era fundamental: elegir una película u otra según se trabajase en interior o exterior, la técnica de revelado, el tipo de papel… Más tarde ya se asimila y uno se centra en los aspectos estéticos. Yo siempre he dicho que cuando sales a buscar fotos no las encuentras, pero cuando estás a tu aire la foto aparece.
-La emoción es fundamental para este trabajo.
-Sí, fundamental. Que te atrape la fotografía es lo que importa. Mi forma de funcionar es ver la foto e inmediatamente hacerla. Si le doy tres vueltas al trípode la foto se escapa. Cuando eso sucede no insisto: ya no es la foto que yo vi.
-¿Cómo vivió el tránsito a la fotografía digital?
-Me metí a fondo. Me di cuenta de que la fotografía digital era lo que venía y me puse a estudiar como un loco. Mi primera cámara digital fue Minolta compacta, la llevaba junto con la otra. En los primeros libros que edité con fotografía de ambos tipos, digital y analógica, se notaba la diferencia. Yo pensaba que la digital era una porquería en comparación con la otra. También las imprentas estaban empezando a familiarizarse con ella. Hoy es distinto, hay libros fantásticos hechos completamente de forma digital.
¿Cuánto ha cambiado la profesión desde que apareció la fotografía digital?
-La profesión de fotógrafo se acaba. Todo el mundo tiene un teléfono y hace fotos, hasta los niños pequeños. Cualquier cosa vale, así que nuestra profesión se muere.
-¿Cree que su obra constituye un patrimonio histórico y cultural que no se puede perder?
-Estoy convencido. De hecho estoy en contacto con la fototeca del Museo del Pueblo de Asturias, para ir pasándoles archivos digitales. Y va a ser donde termine todo. Es la Asturias de los últimos cuarenta años, la evolución de las ciudades, las transformaciones en el paisaje; tengo fotos de hórreos que ya no existen, de palacios y casonas que con el tiempo se vinieron abajo… Creo que todo eso es patrimonio que Asturias debería conservar.
-¿Para cuándo la jubilación?
-Amo esta profesión y creo que voy a ser de los que se mueren con las botas puestas y la cámara al hombro. La gente me dice «es que siempre vas con la cámara». Claro que sí, porque hay momentos que no se pueden desperdiciar.

Caleya en Caso
Foto: Juanjo Arrojo

«Mi forma de funcionar es ver la foto y hacerla inmediatamente. Es el caso de esta foto, que es especial porque tiene una luz única. Estaba caminando por el bosque, vi esta imagen, y la saqué sin pensar. Afortunadamente, llevaba la cámara en la mano. Si espero un segundo más, se hubiera perdido. Y cuando eso sucede, no insisto: ya no es la foto que yo vi».

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