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viernes 29, marzo 2024

La Casa de Africa. Viaje al continente encantado

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En el pueblo de La Braña, sus antiguas escuelas se han convertido en el museo La Casa de África. Las piezas muestran parte de la cultura bantú y pertenecen a la colección particular de Michel Romain, un belga que vivió gran parte de su vida en el continente negro y ahora está afincado en Asturias.

El padre de Michel Romain se fue al Congo Belga a los 25 años como inspector de escuelas. Era 1926 y viajar por el país, donde casi no había carreteras, era una odisea. En silla de mano y piragua llegó hasta los pueblos más remotos y como era costumbre, el jefe agradecía la visita del inspector del gobierno con un regalo: una máscara, una estatuilla… algo fabricado por el pueblo. Michel heredó de su progenitor todas esas piezas, el amor por África y la pasión por el coleccionismo.

-¿Cómo es su relación con África?
-Viví toda mi infancia en el Congo Belga y después volví a Bélgica para estudiar. Debido a la independencia en el 60 y a dos revoluciones posteriores, no podía volver, aunque tenía muchas ganas de hacerlo porque quien ha vivido en África queda hechizado. Cuando murió mi padre me sentí más ligero y volví para trabajar en Ruanda y en Burundi muchos años. Luego estuve en Kenia, Zambia, Senegal. Y terminé en Asturias porque me casé en segundas nupcias con una mujer de Mendones, un pueblo de El Franco. Vinimos aquí a visitar a su familia y me enamoré del lugar, de las calles, del paisaje.

-¿Sigue echando de menos África?
-Con la inseguridad que hay ahora no volvería. En Ruanda vimos las bombas pasando sobre nuestra casa en el 91, y en Burundi lo mismo en el 94.

“Los africanos son muy parecidos a los asturianos. En África, como aquí, la gente es muy amable y servicial”

-Entonces hay mucha diferencia entre el África que usted conoció y la actual…
-No se puede comparar. Imagínate, que en Ruanda íbamos mi esposa y yo a la selva solos en nuestro coche a cazar mariposas de noche. Pasábamos toda la noche así, sin miedo ninguno y ahora ni en la capital puedes salir a la calle en cuanto oscurece.

-¿Qué características destaca de las gentes de África?
-Voy a decir algo que te va a extrañar: los africanos son muy parecidos a los asturianos. Son gente que no tienen estrés, la palabra que encuentras cada día en Asturias es “veremos”. En África dicen “mañana”, que significa “vivimos hoy, mañana veremos”. Encontré aquí la misma mentalidad. Llamo a Asturias “el país antiestrés”, por eso me gusta tanto. Aquí me siento muy bien. En África, como aquí, la gente es muy amable y servicial, en los pueblos viven en comunidad estrecha, se ayudan entre ellos, la mentalidad de familia es muy, muy fuerte. En las ciudades es diferente, están podridos como en todas las grandes ciudades.

Pieza de la colección de la Casa de Africa.
Pieza de la colección. Foto: Valvanera

-La colección la comenzó su padre hace más de noventa años, ¿tienen sus piezas más valor que las que usted adquirió posteriormente?
-Algunas las considero más verdaderas, ya que venían del pueblo. Pero las que compré yo -aparte de las que son artesanía actual-, también son todas piezas antiguas. Aunque en África Central la antigüedad es relativa; debido al clima, la humedad y sobre todo a la falta de mantenimiento, las cosas desaparecen muy rápido. Diría que la más joven de las piezas expuestas aquí deberá tener unos cien años. Como nací y viví allá las conozco, puedo ver la diferencia entre una pieza verdadera y una que acaban de copiar en ébano o tierra cocida.

-¿Las compró o se hizo con ellas mediante intercambio?
-Algunas las conseguí mediante intercambio, pero la mayor parte con dinero. Me costó más trasladar todas estas piezas de Ruanda a Bélgica por avión, que comprarlas. Pesan 1.300 kilos, a lo que hubo que añadir el embalaje. Ahí se ve el aprecio que le tengo a todo, porque es una parte de mi vida.

-¿Qué supone para un coleccionista que el público pueda ver sus piezas?
-Para mí hay tres tipos de coleccionistas: los que compran para sí mismos y lo esconden en una caja fuerte, yo les llamo los egoístas porque lo que tienen no sirve más que para su propio placer; otros compran, lo ponen en su casa, se hacen visitar y les encanta recrearse en la historia de cada pieza, son los presumidos; y después la clase donde me incluyo son los pedagogos, que quieren que su colección sirva para que la gente aprenda algo. Y entre todos los que vienen me gustan los niños: cuando un chaval de 14 años ve una máscara y sus ojos se sorprenden, me siento feliz. Para él es algo nuevo y enseguida intenta comprender el porqué, el cómo, saber de dónde viene…

-¿Qué les sorprende más a los niños cuando vienen?
-Mayoritariamente las máscaras, que es lo que los occidentales asociamos a África. Pero cuando comienzo la explicación, les gusta más lo que tiene que ver con la antigua vida de los poblados, como la fundición de cobre.

La Casa de África

El museo se divide en siete secciones: Hogar, Máscaras, Fetiches y Brujería, Artesanía Actual, Armas y Música. En la exposición pueden verse piezas extremadamente curiosas como las cestas empleadas para transportar huevos, la maleta de la novia, los moldes de la fundición de cobre, una colección de mariposas nocturnas y diurnas, o una máscara de gran antigüedad.

Pueden consultarse los horarios en www.parquehistorico.org.
Teléfono de contacto: 985 637 233

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