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viernes 22, noviembre 2024

‘Cada escritor tiene un mundo personal’. Víctor Alperi, escritor.

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Es una institución de las letras asturianas, por edad y por trayectoria. Aunque quizá sea fuera de las fronteras españolas donde su obra ha tenido más éxito y se encuentran traducciones a distintos idiomas.

El lugar de la cita es el gijonense Café Dindurra, donde precisamente Alperi presidía una tertulia en los años ochenta: una de esas reuniones donde los intelectuales intercambiaban ideas y, de paso se enteraban de las novedades. “Yo escribí mucho sobre el Dindurra, es casi el escenario de una novela mía, “Romance con bomba atómica”. Se desarrolla en el año 3000, donde hay un hambre terrible, y la gente viene aquí a tomar unos pinchitos porque conservan algo de comida. El Dindurra es como el Café Gijón de Madrid, el centro de los cotilleos, y uno de los pocos grandes cafés que quedan en Asturias, donde los hubo maravillosos”.
La novela, el libro de viajes y la gastronomía son sus tres pasiones confesas, y de todo ello hay buena muestra en su trabajo.
Charlar con Alperi es entrar en un mar de anécdotas. Algunas personales, como el recuerdo de las muchas mujeres que han influido en su vida y en su literatura: su madre, su hermana; también la escritora Dolores Medio, cuya fundación dirige. Otras reflexiones, en cambio, entran al trapo en el combate: “muchos están acostumbrados a agarrarse a cositas insignificantes, al materialismo soez que estropea. Por eso la gente ve la televisión tonta, que les atontece aún más; y se lee mucho menos, o se leen bestsellers, que es lo que hacen los editores para ganar dinero, porque la buena literatura ahora está en las pequeñas editoriales y es para minorías. Al pueblo lo enloquecen con música ruidosa, con los culebrones que ven las señoras mayores. El gobierno tiene una responsabilidad terrible, que es frenar toda esa vulgaridad. Al pueblo hay que subirlo y no bajarlo, que bastante bajo ya está”.
Precisamente de cultura trata esta conversación: de libros, de gastronomía, de viajes… Y también de amistades y recuerdos de una vida que ha sido larga, y que Alperi recuerda con una memoria envidiable.

“En mi vida han influido mucho varias mujeres que se podrían llamar “solteronas”. Eso es algo que ya no existe, antes las mujeres solteras se quedaban en casa, y como no perdían el tiempo con el matrimonio se dedicaban mucho a las labores y a la cocina. Todo eso es un mundo que ha desaparecido”

-Usted presume de asturiano, pero su obra es más conocida fuera de España que aquí.
-Bueno, en España se lee menos. Yo aquí he tenido una época, cuando aparecí junto con otra gente todo el mundo hablaba de nosotros, y después ya llegaron los leoneses. Y ahora apenas se habla de ellos, hay otras generaciones nuevas. Lo que pasa es que yo he tenido suerte en Estados Unidos, porque se han traducido algunas obras mías, incluso algunas se han incluido como lectura en varias universidades. También en Rusia se han hecho traducciones, allí ha habido siempre mucho interés por lo español. Incluso en Bélgica, donde se publicaron menos cosas en francés, una chica hizo una tesis doctoral sobre mí: “El humor en la novelística de Víctor Alperi”. Es una cosa que aquí no se ha estudiado, porque yo soy todo lo contrario a un humorista, pero en dos épocas difíciles de mi vida, cuando mi padre estaba enfermo, y después mi madre, escribí sendas novelas de humor, como reacción al dolor.
-Es director y vicepresidente de la Fundación Dolores Medio. El próximo año se cumple el centenario de su nacimiento. ¿Cómo van los preparativos?
-Igual que en Galicia tienen a Rosalía de Castro y a la condesa Pardo Bazán, y en Santander tienen a Concha Espina, nosotros tenemos a Dolores, que es ya una figura de Oviedo: el Ayuntamiento le puso una gran plaza con un busto cerca del nuevo Carlos Tartiere, le pusieron su nombre a una escuela de la calle La Luna, colocaron varias placas en los lugares donde vivió… Este año, como prólogo al centenario, vamos a hacer un ciclo de conferencias en Oviedo y Gijón, y probablemente también en Avilés, donde le han dedicado una calle. Además sacamos un libro que se va a subtitular “El principio del final”, que reúne muchas anécdotas y noticias que yo he encontrado, más que en la Fundación en mi casa, porque yo guardo muchísimas cosas de los escritores de mi época. De Dolores concretamente tengo un gran fichero, y sobre eso he estado trabajando para este libro.
-¿Cuánto han influido las mujeres en su carrera literaria?
-Como escritora, por ejemplo, me ha influido mucho Colette, he leído toda su obra en francés y en español traducido. Era una figura sensacional, yo comparo su literatura con los artículos de Ruano, que son de una fluidez y de una poesía tremenda, además de que ambos eran dos personas muy inteligentes.
Y también es posible que me haya influido ese mundo de la soltería, porque yo también soy soltero y en mi vida han influido mucho varias mujeres que se podrían llamar “solteronas”. Eso es algo que ya no existe, ahora las mujeres solteras son como las casadas o las viudas, pero antes sí que se quedaban en casa y cuidaban a sus padres, a sus sobrinos… y como no perdían el tiempo con el matrimonio se dedicaban mucho a las labores y a la cocina. Todo eso es un mundo que ha desaparecido.

“Hay que diferenciar una guía turística de un libro de viajes. Un libro de viajes sirve como guía, pero también muestra lo que piensa el autor, lo que siente, los datos que dan otros autores que han pasado por allí…”

-Su madre y su hermana han colaborado en sus libros de gastronomía. Aunque los grandes chefs son tradicionalmente hombres, ¿no es cierto que las mujeres juegan un papel importante en la cocina?
-En España, y en Asturias mucho más, la mujer siempre ha estado ahí. La madre dirigía la casa, porque además ahí había o marinos que se marchaban, o pastores que iban a las majadas… la que quedaba era la mujer, por eso en España hay una gran tradición de matriarcado, que supongo que viene de la prehistoria, cuando el hombre cazaba y la mujer lo preparaba.
En lo gastronómico, nosotros en la casona de Mieres teníamos un arca con recetas que venían ya de generaciones anteriores. Yo recuerdo de muy niño que las mujeres de mi familia intercambiaban recetas, y a muchas mujeres que me marcaron: recuerdo a Concha Pla, una señora catalana que allá por el año 38 se quedó a vivir una temporada en casa de mi abuela, y fue la que introdujo a todo el grupo en la cocina catalana. También recuerdo a Ana, una mujer que cocinaba maravillosamente y estuvo unos años con nosotros, y nos aportó varias recetas. O dos cocineras que había en Mieres, que preparaban bodas…
Ese es el fondo del que surgió “El Libro de la Cocina Española”, que tuvo un éxito inmenso. Yo lo dirigí como si fuera una tesis doctoral, con fichas, buscando lo que sobraba y lo que faltaba. Después mi madre y yo viajamos por toda España, donde gente de un sitio y otro nos cedía notas y recetas. Por eso tuvo tanto éxito, porque en la mayoría de los libros de cocina no salen las recetas.
-En su trayectoria como escritor ¿qué trabajo ha sido el más ambicioso?
-Indudablemente, la novela. Tengo tres o cuatro con las que estoy contento, que son “La batalla de aquel general” y “El rostro del escándalo” que quedó finalista del Planeta. Y también le tengo mucho cariño a “Dorado, palacio de Lisboa”. Fue una pena que por razones editoriales no fue bien distribuida y no tuvo eco. Espero que salga algún día en otra editorial.
A cada libro le tienes cariño, y siempre piensas que es el mejor que publicas, pero en realidad hay que ver todo el conjunto. Con el tiempo el estilo puede cambiar un poco, perfeccionarse o estropearse en algunos casos, pero lo cierto es que cada escritor tiene un mundo intransferible y personal.
-¿Le queda algún sueño que realizar?
-A mí me queda el sueño del final. En un poema de Dolores Medio que se llama “Moriré sola” ella dice “me moriré sola pero tranquila, sin nadie alrededor, sin nadie que me moleste, ya no me despertaré en el sueño eterno”. Eso es lo que pasa cuando se llega a una cierta edad.
Yo además tengo la experiencia de mis padres. Mi padre murió con sesenta y seis años de cáncer de pulmón, porque era un gran fumador, y me decía “cuando uno está cansado quiere dormir”. Con la enfermedad es lo mismo. Yo creo que llega un momento en la vida que lo que quieres es dormir cuando estás cansado, y morir es descansar.
-Peregrino en Malta es el último trabajo de Víctor Alperi, dentro del género de la literatura de viajes. ¿Cómo se plantea un libro de este género?
-A mí me ha gustado siempre viajar. Cuando terminé el bachillerato, antes de ir a la Universidad, quise conocer todas las capitales de España, y después de eso ciudades como Gijón o Vigo, y los obispados: Mondoñedo, Coria… pequeñas ciudades de gran tradición. Algo de esto lo recojo en dos libros: “Ruta de oro, caminos de plata”, que ganó el Premio Ruta de la Plata, y “España, un corazón desnudo”, que publiqué hace dos años. Y además he escrito muchos artículos desde siempre; o libros como “Rutas y leyendas de Oviedo”, en el que las leyendas eran una invención, pero la ruta era una guía turística. Un libro de viajes sirve como guía, pero también muestra lo que piensa el autor, lo que siente, los datos que dan otros autores que han pasado por allí… Esas son dos de mis pasiones: la novela y el libro de viajes. La tercera podría ser la gastronomía, por influencia de mi familia.

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