El olor de mar que inunda Puerto de Vega nos recuerda el origen marinero de este pueblo naviego. Hoy centrado en el turismo, rinde homenaje a su pasado a través de un nuevo museo dedicado a las Historias del Mar.
Balleneros, marineros, conserveras, marinos mercantes, pescaderas… Los habitantes de Vega llevan el mar en la sangre, como pone de manifiesto el nuevo museo impulsado por el Parque Histórico del Navia. Pero el pasado marinero de Vega no sólo se recuerda entre cuatro paredes: un paseo por sus estrechas callejas entre casas blancas cuajadas de flores nos devuelve el encanto de la sencillez y la dureza de una vida a merced de los elementos. La lonja y el puerto son el inicio de un encuentro que conduce hasta las almenas, la fortificación defensiva que protegía el puerto de eventuales ataques. Posteriormente ascenderemos hasta el Mirador de la Riva, desde donde el gremio de balleneros observaba el estado de la mar y decidía de común acuerdo si salir o no a pescar cetáceos ese día. Y en lo más alto, espera el campo de la Atalaya coronado por una capilla blanca. Es el hogar de la Virgen de la Atalaya, que servía de guía a los marineros en su regreso a casa. En su honor se celebran las fiestas patronales en septiembre, y que se cierran cada 10 de septiembre con la Jira.
La blanca capilla de la Atalaya servía de guía a los marineros en su regreso a casa.
Junto al aire marinero que se respira en cada rincón de Vega, se suma también un pasado señorial que se aprecia en sus edificios y los personajes asociados a esta villa, como Jovellanos, que murió aquí en 1811, en casa de su amigo Trelles Osorio. Dos placas instaladas en la casona recuerdan el evento.
Todo invita a pasear por este lugar repleto de historias en cada una de sus piedras; a saborear sus tapas, pinchos y menús elaborados con buenos pescados del Cantábrico; y a dejarse llevar por el olor del mar hasta tiempos históricos.