El ser humano aún no ha comprendido, después de dos mil años, que el Amor no es una opción a elegir. Tampoco es algo que se pueda manipular, interpretar al gusto de cada uno, usar según el interés personal y mucho menos utilizar para engañar o someter a los demás.
El ser humano aún no ha comprendido que el Amor es una Ley Superior, y que como tal es inviolable, y que quien no la cumple está marcando a fuego su propio destino.
Es una ley desde que el Hijo del Padre, Jesucristo, dio su vida en sacrificio para que dicha Energía Superior quedara depositada en este planeta y su enseñanza quedara abierta para los hombres.
Él mostró y demostró que todos somos hermanos desde la comprensión de que todos somos hijos del mismo Padre. Todos estamos unidos por una Red energética que construye la base de Unidad sobre la que se levanta el proyecto del Padre para sus Hijos.
Sin la existencia de esa Red no sería posible la vida en el planeta, porque esa Red aporta la cohesión, la perfecta relación entre todos los seres vivos, el alimento básico que partiendo de la Mente del Creador aporta a todas las vidas la energía necesaria para su existencia y desarrollo evolutivo.
Todos somos UNO, y eso es más que una frase, es una clave para comprender la creación y el papel que el ser humano tiene asignado en ella.
Por eso, para que el hombre comprendiera cuál era su papel en la creación, el Hijo mostró el Amor y dejó el camino abierto para el futuro.
El ser humano aún no ha comprendido que el Amor es una Ley Superior.
Dicho camino no es difícil de recorrer, pero exige morir al egoísmo, a la individualidad y exige desarrollar la comprensión de por qué es imprescindible vivir el Amor y para qué hemos de vivirlo, a dónde nos conduce esa vivencia.
Pero, independientemente de los beneficios que aporta al individuo y al colectivo humano la vivencia práctica del Amor, hay que insistir en el hecho de que el Amor no es una opción más.
Esta afirmación puede parecer extraña a muchos, pero el hombre debería estar ya en condiciones de poder interpretar intelectualmente, o sea, con su mente, la realidad de esta afirmación, sobre todo porque es algo que científicamente ya está de sobra demostrado.
El diseño original del hombre, su estructura interna, está dispuesta de forma tal para que sea una con la Ley natural.
Todos somos UNO, y eso es más que una frase, es una clave para comprender la creación y el papel que el ser humano tiene asignado en ella.
El cerebro del hombre es el “ordenador” que dirige todo lo que ocurre en el complejo cuerpo humano. En el cerebro existen centros enlazados energéticamente, centros que funcionan positivamente con unas energías y que se bloquean o atrofian con otras.
El hombre fue diseñado para vivir en la Unidad pero, al mismo tiempo, posee el libre albedrío, o sea, que también puede optar por la separatividad, por el egoísmo.
El primer camino le conduce a niveles evolutivos superiores, porque favorece el desarrollo de la mente.
El segundo, el del egoísmo, le conduce a su propia destrucción. En realidad, el ser humano es una “chispa divina”, un átomo del Creador que “vive” dentro de una compleja máquina como es el cuerpo físico.
Ambas partes, “chispa” y máquina, o vehículo físico, deben estar en perfecto equilibrio. Lo contrario conduce a la enfermedad, en un sentido más amplio, y a la muerte o destrucción del vehículo físico.
Al ser humano se le mostró y se le dio el Amor para que comprendiera y viviera esa relación. Primero, en si mismo y luego, o a la vez, con los demás, con toda la creación.
El hombre fue diseñado para vivir en la Unidad pero, al mismo tiempo, posee el libre albedrío, o sea, que también puede optar por la separatividad, por el egoísmo.
Y eso quedó constituido con una Ley inquebrantable, como una “condición” del Padre para así poder conducir a sus hijos a una Vida Superior.
Quebrantar esa Ley tiene un precio, y a estas alturas ya nadie puede decir que no lo sabía. Pero el ser humano sigue ciego y sordo. En su arrogancia se cree un dios. En su ignorancia está en el camino de destruir su entorno y a sí mismo.
Y lo más triste es que ya está, intelectualmente, en condiciones de comprender la Ley, y también con necesidad de vivirla, de vivir el Amor, y romper así el círculo vicioso del dolor, de la destrucción.
Solo es una cuestión de lógica. Si todos nos cuidamos y ayudamos, todos viviremos mejor.
Y la Madre Tierra, en su generosidad, tiene suficiente para todos.
La decisión final está en el ser humano, en cada uno.