La represión del Santo Oficio, más conocido como la Inquisición también dejó su impronta en la tradición oral, no faltan antiguas casonas o monasterios atribuidos a ‘una inquisición’ que vivía allí y hacía desaparecer a las mozas del lugar o emparedaba para siempre haciéndoles sufrir el suplicio de la gota a los que no pagaban los diezmos, tal como se contaba del Monasterio de Oubona (Tinéu) o del de Vilanova d’Ozcos.
En Sietes (Villaviciosa) a los críos se les metía miedo con “El Nunciu” que se los llevaría si se portaban mal, reflejo del terror que inspiraba la inquisición. Incluso en SaMartín de Vallés, en el mismo conceyu hay una historia de una moza que, estando en una esbilla, se ausenta y desparece llevada, (en unas versiones por la güestia, la procesión de almas en pena) por la inquisición, de ella solamente pudieron encontrar los corales de su collar en el monte conocido como la Vallina La Faya.
Pero, además, las peticiones de limosnas para las ánimas, que se hacían de noche, de puerta en puerta también inspiraban temor, con sus lúgubres cantos. Nuevamente, en Sietes, se cuenta que la gente estaba atemorizada por unas misteriosas luces y blancos sudarios que se veían por la noche, era la güestia, hasta que un paisanu de Torazu (Cabranes), envalentonado y armado de un buen garrote acometió las fantasmales figuras descubriendo que se trataba del cura y el sacristán junto con otros vecinos pagados para atemorizar a la gente y, después, pedir donativos para misas de difuntos, todavía queda recuerdo del paisano al que conocían como “Soleyera”. Historias así se encuentran por muchos conceyos asturianos y no falta la afirmación de: “Dende que inventaron el gatillu y la pólvora acabose la güestia”.