Deseamos que lleguen las vacaciones para desconectar de la rutina, para disfrutar del sol, la playa, la montaña, o simplemente para no hacer nada. Pero este agosto se nos presenta muy distinto si miramos a nuestro alrededor.
En Europa no paran de suceder acontecimientos de gran trascendencia -Brexit, atentado en Niza, golpe de Estado en Turquía, la semana trágica de Alemania, la crisis de refugiados- que generan inseguridad y preocupación en el resto de la UE.
En nuestro país también sigue la incertidumbre política por diferencias entre los distintos partidos. Ninguna formación ha conseguido la mayoría absoluta, por tanto toca negociar, algo a lo que no están acostumbrados nuestros dirigentes hasta este momento, aunque lo repitan hasta la saciedad. ¿A qué esperan para llegar a acuerdos?
La ciudadanía no acepta las vacaciones de sus políticos y quiere que las conversaciones nos lleven a buen puerto. Entretanto las cosas tampoco van bien, crece el desempleo y la deuda, y ambos factores -como han advertido desde la UE- pueden ser un cóctel molotov. Problemas que sólo se pueden solventar con la ayuda de todos, pero especialmente de un gobierno que dirija el rumbo del país.
Como decimos, los focos están ahí situados y queramos o no, son los que marcan nuestra vida más inmediata, por eso las vacaciones que tengamos este año el resto de los mortales son para descansar, cómo no, pero también para tener la antena puesta y conectada con todo lo que se mueve a nuestro alrededor. Relajarse, observar, pensar y reponer fuerzas porque nos van a hacer falta. Queda mucho trabajo por hacer y también mucha unidad de todos para entrar en esta próxima etapa. Nos estamos jugando nuestro futuro y nos exige estar muy atentos.