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viernes 22, noviembre 2024

Una historia de resistencia. Julio Arbesú. Director de Bailandia

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El argumento de la película suena conocido: una empresa va a destruir un paraje natural para construir una urbanización de lujo. A partir de ahí, entra la fábula: existe una antigua norma que impide construir donde haya gente bailando, y la movilización ciudadana se organiza, en turnos, para que la música y la danza estén siempre presentes, impidiendo la agresión. Bailandia es un cuento y un empeño personal de su director, Julio Arbesú, que ha conseguido contagiar en esta aventura a cientos de personas: 89 actores no profesionales -sin contar los extras-, 36 bailarines, tres grupos musicales, siete cantantes, y todo un equipo técnico que ha hecho posible este largometraje con interés artístico, comprometido y pedagógico.

-¿Cómo nace Bailandia?
-Era algo bastante antiguo en mi pensamiento: la idea de defender un lugar de especial significado y belleza de la agresión de la civilización. Para mí era un símbolo de lo que estamos haciendo los seres humanos con nuestro planeta, destruyendo sin conocimiento ni sentido. Era una idea estética, un sueño sin conexión con la realidad, hasta que un día se juntaron varios factores y me dije ¿por qué no?
-Del sueño a la realidad, ¿qué factores se juntaron para dar ese salto?
-Uno de ellos fue el 15M, que fue un revulsivo tanto para mí como para otra gente. En ese contexto me di cuenta de que una historia que tratase del simple hecho de resistir tenía sentido. Concretamente resistir bailando, como símbolo de la lucha no violenta, pero a la vez eficaz.
También hay detalles importantes como el dinero, y gracias a unos premios y a cierto ahorro, yo tenía un poco, más perspectivas de que me apoyara otra gente. Y además encontré el lugar idóneo, que yo siempre había visualizado en una playa asturiana, pero resultó ser la serranía del río Segura, en un paraje extraordinario donde los dueños eran gente conocida y dispuesta a apoyar esto. Hay escenas rodadas en Asturias, pero la mayor parte se hizo allí.

Bailandia
Foto: Bailandia

«A partir del contexto del 15M me di cuenta de que una historia que tratase del simple hecho de resistir tenía sentido. Concretamente resistir bailando, como símbolo de la lucha no violenta, pero a la vez eficaz»

-La Asociación Cultural Bailandia aparece como promotora de esta iniciativa. ¿Quiénes son?
-A partir de esta idea y de un guión ya preparado, lo siguiente fue intentar ilusionar a más gente. Con algunas de las personas que me ayudaron formamos la Asociación Cultural Bailandia, sin ánimo de lucro. Quisimos ser realistas, intentar que los medios fueran acordes con los fines para poder llevar a cabo algo tan complejo como un largometraje, pero nunca pensamos en vender la película. Otra cosa es que se venda, por ejemplo a televisiones, pero si hay beneficios los invertiríamos en algo en el mismo sentido.
-Sin ánimo de lucro y con licencia Creative Commons. ¿Es una nueva manera de hacer cine?
-Supongo que sí, porque el cine es una industria y se necesita mucho dinero. O, más bien, se necesitaba, porque la revolución en los últimos años ha sido tecnológica. A lo mejor por cinco mil euros, que no es nada en el presupuesto de una película, puedes tener una cámara y un equipo de calidad profesional. Y el montaje se hace con un buen ordenador y unos cuantos discos duros, cuando antes era cortar y pegar celuloide, que era carísimo.
-¿La tecnología ha democratizado el séptimo arte?
-Sí, como todas las artes. Hay gente que desconfía y dice que es un paso hacia la vulgarización, pero no me parece una palabra justa. También cualquiera puede hacer literatura, cuando hace siglos no era posible porque no todo el mundo tenía acceso al conocimiento, o a la tinta, o a los pergaminos. Y con la pintura igual: en el siglo XVI era toda una industria que necesitaba un taller donde formar a los artistas, lienzos, pinturas… Sin embargo hoy un particular puede hacer pintura, escultura, literatura, ¿por qué no cine? Otra cosa es que luego el público elija lo bueno o lo malo, según su criterio, pero que se democraticen las artes no es ni nuevo ni malo.

«Que se democraticen las artes no es ni nuevo ni malo. Si hoy un particular puede hacer pintura, escultura, literatura, ¿por qué no cine?»

-El elenco está compuesto de actores no profesionales. ¿Cómo fue el proceso de casting?
-Hubo que buscar tantas cosas… Por ejemplo necesitábamos bailarines, no necesariamente profesionales pero sí que tuvieran cierta soltura. Así que nos fuimos a festivales de danza, y la respuesta fue extraordinaria. La gente se creyó la historia, generó muchísimo entusiasmo y tuvimos muchísimos candidatos. Hubo momentos en los que me sentí hasta mal porque tenía muchísima gente y había que elegir… hacer un casting es complicadísimo.
También hay que decir que, como la producción es asturiana, hemos contado con mucha gente de aquí, gente de renombre como Anabel Santiago o Héctor Braga, los bailarines de Danzasturias, Alejandro Regine, que baila el tango, los malabaristas… Hay mucha Asturias metida ahí, y ni siquiera estoy nombrando la parte técnica.
-¿La película tiene potencial para uso educativo?
-Mucha gente lo dice. Me lo han comentado en escuelas, y una Asociación de Padres en Madrid ha hecho algo en ese sentido. También la Filmoteca de Asturias, que nos ha apoyado mucho, ha hablado con la Consejería de Educación, pero aún no tenemos respuesta. Yo pienso que la película entera igual es un poco larga para niños, pero tratándola por partes hay escenas muy significativas desde el punto de vista pedagógico.

«Necesitábamos bailarines, no necesariamente profesionales pero sí que tuvieran cierta soltura. Así que nos fuimos a festivales de danza, y la respuesta fue extraordinaria. La gente se creyó la historia, generó muchísimo entusiasmo y tuvimos muchísimos candidatos».

-Además de la dirección, la producción y el montaje, gran parte de la música lleva su firma. ¿Cómo es esta banda sonora, fundamental en la trama?
-Bueno, hace falta muchísima música porque hay muchísimo baile. La mayor parte de la banda sonora la compuse yo, entre otras cosas porque era más barato, pero también colaboró el Conservatorio del Nalón, y tuvimos el lujo de poder tener a Anabel Santiago, Héctor Braga, Lili Fernández… Para las músicas del mundo conté con dos grupos, Amanida y Raksedonia, y por último el compositor Gregori Ferrer nos dio permiso para usar una canción suya, que es genial.
-El compromiso medioambiental es claro: oponerse a la destrucción del patrimonio natural, plantar cara a la especulación urbanística… El final sin embargo no deja claro si esto es posible o no.
-Es un final abierto. Ya cuando estábamos contando la idea para convencer a la gente, el final era lo único que se discutía. Había quien lo quería optimista, que viniera una especie de séptimo de caballería a salvar a aquella gente que estaba resistiendo. Y otros lo querían pesimista, que un incendio acabara con todo. Entonces optamos por una cosa intermedia, un cierto realismo que se resume en lo que dice el duende narrador: el final lo eliges tú. Y así es: a algunos les resulta triste, a otros les parece realista, cada persona lo interpreta a su manera.

Bailandia, una historia de resistencia puede verse completa en bailandia.org

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