Decía el sociólogo Max Weber que los seres humanos somos animales sociales que vamos alternando máscaras en función de la situación en la que nos encontremos. En otras palabras, somos puros camaleones que se adaptan a las diferentes zonas de la jungla en la que actualmente vivimos. Tal como canta Javi Badillo en Apocalipsis Now “buscamos una coartada, sin códigos ni honor” predominando el “sálvese quien pueda” (es decir, cada persona que mire para su puto culo, como decía Paco Vidarte). Quizás pueda parecer una persona ciertamente negativa y hasta cierto punto ceniza, pero la realidad objetiva es que actualmente nuestra crisis colectiva tiene grandes implicaciones comunitarias. Como afirmaba el gran Julio Iglesias en Cambalache… da lo mismo ser honesto que ser traidor. “Todos/as huyen a ningún lugar” a diferentes voltajes, pero como pollos sin cabeza (Víctor Kuppers en “El valor de tu vida”).
Los seres humanos nos educamos en una comunidad asignada que evoluciona solamente si nosotras evolucionamos. Las comunidades humanas se convierten en instituciones sentenciadoras del presente y del futuro, asumiendo el pasado que una no controla. ¿Qué hijo o hija pudo elegir sus antepasados? Si por algo destaca el siglo XXI es por vivir en una sociedad tremendamente tecnologizada. Sin duda alguna, estamos ante el máximo orgasmo capitalista de la “sociedad del espectáculo” de Guy Débord.
Las redes sociales ya han llegado para quedarse en nuestras imperfectas vidas: en nuestras manos está hacer un buen uso, pudiendo lograr el empoderamiento social en la comunidad.
Poco tiempo antes de que el maldito coronavirus produjera el confinamiento domiciliario conocí a un joven universitario pregrado (rubio) con motivo de la “II Jornada de Filosofía e Ingeniería” del Medialab. Durante la conversación mantenida soltó una frase dilapidaria que me sirve como punto de inicio de la reflexión: “Si en Asturias ya cuesta ser marica, imagínate ser una marica desconectada”. Las redes sociales ya han llegado para quedarse en nuestras imperfectas vidas: en nuestras manos está hacer un buen uso, pudiendo lograr el empoderamiento social en la comunidad.
Vivir en sociedad nunca ha sido un camino de rosas: existen personas hipócritas, perversas y amantes de la jerarquía social opresora. Esto ya lo denunciaba Jesús de Nazaret, no vivo en el país de Yupi pero no renuncio a la utopía, plausible a corto-medio-largo plazo.
Tal como defiende Shangay Lily, la comunidad marica (rural) “se mueve entre la pedrada y el gueto” especialmente en lugares tradicionalmente agrarios y de tendencia católica-conservadora. Esas pedradas (como metáfora de la homofobia social real) no son exclusivas de la ruralidad: también existen en las zonas urbanas. Como si no tuviéramos bastante con la homofobia que sufre el colectivo marica desde las diferentes instituciones capitalistas, hemos asumido el capitalismo digital como una parte más de nuestras vidas. Si ya nos quedaba poca ética y moral entre nosotras el ecosistema Grindr ya controla todas nuestras pulsiones y relaciones afectivas y amorosas.
Tal como defiende Shangay Lily, la comunidad marica (rural) “se mueve entre la pedrada y el gueto” especialmente en lugares tradicionalmente agrarios y de tendencia católica-conservadora.
“Grindr” es el nombre de la aplicación basada en la generación de contactos entre personas del colectivo marica, basada en la geolocalización. A través de etiquetas humanas Grindr se convierte en un escaparate de las relaciones que deberían ser humanizantes pero que realmente no lo son: compare, pruebe y si encuentra algo mejor, compre. Existen numerosos antecedentes a Grindr: páginas web de contactos, aplicaciones básicas en evolución… Quizás pueda sonar muy antiguo: hace muchos años en periódicos en papel solían aparecer anuncios por palabras que “unían” personas con intereses comunes: viudas con jóvenes, hombres dotados con personas interesadas, etc. Lo interesante de todo ello era que aparecían justamente al lado de las esquelas: ¿Estaban preconizando la Grindr-ización social? Las dinámicas Grindr-ianas han ido muy lejos, llegando a conquistar WhatsApp, Instagram, Facebook o incluso LinkedIn. (Recordemos que lo que Grindr Sorpresa te da, Grindr te lo quita).
El gran Frank Underwood nos enseñó (aunque fuese ficción) que “el camino al poder está pavimentado con la hipocresía” y realmente en los espacios digitales de socialización marica es así (justamente es lo que interesa al capitalismo, que nos conoce demasiado bien). Una hipocresía que se inicia en el momento que afirmamos que “Grindr es un infierno” pero nos creamos un perfil (más o menos “currado”). Crear un perfil o no, implica ser hipócrita, eso se inicia en el momento que participamos en las perversas dinámicas que nos llevan a… ¿ningún sitio? Asumir que somos productos de marca blanca y que otras personas son objetos de Corte Inglés nos lleva a jugar -más si cabe- en un gaycapitalismo propiciado por la burguesía española e internacional. Negocio, negocio y más negocio que repercute en mayor beneficio a las compañías.
Hace un tiempo -no tan lejano- hubo una campaña de #QuitaElGrindr. Con cariño, con mucho cariño… ¿Qué más da que te hayas quitado la aplicación si sigues haciendo lo mismo en Instagram o con los contactos de WhatsApp? Lo que es necesario corregir son las dinámicas perversas del usar y tirar. En ese camino, la comunidad marica ha dejado muchas víctimas convertidas en perdedoras (algunas dejando su vida y su valiosa identidad personal y social).
Reconociendo que existe el libre albedrío y que tenemos la libertad de elegir la orientación de nuestras acciones, podemos convivir amablemente sin que haya una matanza (filosóficamente) entre nosotras o convertirnos en efecto en el “Pájaro Espino” que elige el testamento de los trece millones por la ambición de ser un gran gerifalte de la Iglesia Católica (con sus ropajes y anillos…). ¿Que vivimos en una economía capitalista de mercado? Lo sé. ¿Que el capitalismo ha invadido nuestra vida en todas sus dimensiones? También. De nuestra mano está humanizar nuestra vida.
A este respecto Paco Vidarte reconocía en “Ética Marica” que “para convertirnos en instrumentos de poder, del capitalismo y del mercado yo no quiero ser marica”. Vidarte y Shangay Lily comparten una postura clara en esta cuestión: una verdadera comunidad marica e inclusiva no puede basarse en sujetos políticos egoístas, capitalistas, insolidarios y opresores de los más vulnerables. Admitiendo que existe una homofobia social institucionalizada (Estado y sus administraciones, Iglesia Católica, espacios de producción-socialización etc.) no podemos olvidar en ningún momento la violencia que realizamos entre nosotras (el gran capital nos ayuda con ello con sus adaptaciones, citemos por ejemplo la “maravillosa” aplicación llamada Grindr) que podemos categorizar como endohomofobia.
La endohomofobia sistémica continúa cuando se insertan (en perfiles individuales) frases precocinadas como “pluma no”, “afeminados no”, “busco hembra” o “gente masculina y discreta”.
Quizás con esta frase una persona pudiera ser categorizada como “tecnófoba” pero los datos hablan por sí mismos: mínimo un 10% de los delitos de odio por orientación sexual se producen por Grindr. El periodista José Ángel Plaza (diario El País, 30 de octubre de 2018) afirmó que “las preferencias para ligar en estos servicios pueden llevar un trato deshumanizado”. Esa deshumanización se inicia en el momento cuando nos definimos como activo, pasivo o versátil; ponemos nuestras medidas; nos categorizamos en una serie de etiquetas autoimpuestas o cuando “pedimos” aquello que queremos y el lugar donde nos gustaría tenerlo. La endohomofobia sistémica continúa cuando se insertan (en perfiles individuales) frases precocinadas como “pluma no”, “afeminados no”, “busco hembra” o “gente masculina y discreta”. Asumiendo que todas somos igual de maricas, el ecosistema presencial y digital gaypitalista va conformando sistema de “castas” y de niveles, realidad dinámica en la que se identifica claramente las desigualdades derivadas de la redistribución de la renta, del origen familiar…
Sintiéndolo mucho he de reconocer que la España rural, la Olvidada, ha sido ocupada por el gaypitalismo digital. Hoy en día un marica de ciudad y uno de pueblo usan la misma aplicación y reproducen los mismos cánones de comportamiento y socialización. La única diferencia se halla en la distancia entre los sujetos sujetados: en la urbanidad a metros, en la ruralidad a kilómetros, diez o veinte como mínimo (y con suerte hasta tienen alguna foto personal).
He de reconocer que la España rural, la Olvidada, ha sido ocupada por el gaypitalismo digital. Hoy en día un marica de ciudad y uno de pueblo usan la misma aplicación y reproducen los mismos cánones de comportamiento y socialización.
Si con esto no era suficiente, la “comunidad” ha aceptado la construcción de un sujeto digital que mata por inanición a la escasa presencialidad marica: con la presencia de drogas, publicidad y prostitución (encubierta)… un porcentaje muy bajo de los usuarios de la comunidad Grindr busca un “marido”… Esto es el capitalismo, amigas. Si Marx levantara la cabeza podría realizar una versión arcoíris de la mercantilización a la que nos sometemos: somos productos, consumiendo y siendo consumidas. El capitalismo se ha adaptado a las diferentes realidades sociales y ha sido muy inteligente: ha dado respuestas de concreción a realidades de opresión. La filosofía: consume y disfruta, perra de mis amores. ¿Cuándo fue la última vez que hablaste de política, de cultura o el estado medioambiental de tu entorno-pueblo por Grindr? Pues por ahí va la cosa….
Tanto Lily como Vidarte estarían muy de acuerdo con la cita: “No se es marica y luego se identifica uno con un colectivo gay, con la comunidad LGTB. No somos nada antes de ser maricas”. El liberalismo económico ha dejado su impronta en la realidad: “yo no soy del colectivo” dicen algunas maricas. Querida, esto no es un club ni un partido político, no se pagan cuotas trimestrales bien sea reducidas o completas… Puedes mirar “por tu puto culo” (Vidarte) pero tus hermanas en la lucha seguirán luchando de la manera que puedan y donde puedan (pero por favor, no te quejes). Si eliges el liberalismo de mercado, asume las consecuencias y no vengas a llorar. Fruto de esa “vida” se han creado aplicaciones para hombres peludos (osos), jovencitos que buscan un sugardaddy, sugardaddies que buscan un sugarbaby… vamos, que la realidad digital es como el supermercado del amor-sexo o sexo-amor. Se venden y se compran personas, desde la inconsciencia del supuesto ciudadano “libre”.
Quizás la monogamia no sea el mejor modelo que represente la libertad y los tiempos modernos, pero este modelo neoliberal capitalista no nos sirve. Hemos de decidir si apostamos por una comunidad marica que actúa en la realidad social y/o política o por el contrario vamos a jugar con su pelota, asumiendo las normas que marca el sistema, siendo dóciles, calladitas y cada una a “sus cosas”. Ni amo, ni Dios, ni marido ni partido.