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sábado 12, octubre 2024

Hay que buscar el enigma, la poesía, lo mágico, y creer en ello’ Fernando Fonseca.

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Ha publicado Apabullante silencio extranjero (Ed. Pez de Plata). Según el autor ovetense, es el término para lo que sobreviene cuando se agotan las palabras. Fernando Fonseca, novelista, ensayista, autor de teatro y colaborador de distintos medios de comunicación, ha pretendido denunciar con su última novela el deterioro del lenguaje en un mundo fuertemente influenciado por las nuevas tecnologías.



-¿Es una novela reivindicativa del uso correcto del lenguaje?

-Sí, porque estamos en un tiempo en el que el castellano se está simplificando a marchas forzadas. Triunfa el ideograma, estos mensajes que proliferan debido a las nuevas tecnologías, y las palabras se acortan o directamente se destruyen. Es la imagen, un poco metafórica, que proyecta el título: lo que nos queda cuando el lenguaje se acaba.
-La novela transcurre en la Ciudad Ajada, que es perfectamente reconocible. ¿Es tu aportación a Oviedo como ciudad novelada?
-Sí, aunque debo decir que no era mi intención en un principio. Yo tenía la idea de una novela de itinerario, y para no perderme usé nombre reales porque ésta es la ciudad que mejor conozco. Lo hice pensando que luego cambiaría los nombres por otros más literarios o poéticos, pero al terminar la novela vi que no hacía falta, quedaba bien así. Con esto la novela efectivamente pasa a formar parte de una tradición novelística: «Oviedo, la bien novelada»; pero desde luego no estaba planeado inicialmente.
-El escenario es el casco histórico, ¿es esa la parte más genuina de la ciudad?
-La parte antigua, tanto en la Ciudad Ajada como en otras, es la parte más distintiva. Siempre que viajamos lo primero que hacemos es buscar esas zonas porque es lo que más nos interesa. Lo nuevo, hoy en día y debido a la puñetera globalización, es igual en todas las ciudades. Lo mismo da estar en el este que en el oeste, norte o sur. Sin embargo quedan estos reductos antiguos, que sea en París, Praga o Cádiz, es lo que las diferencia. Es por eso por lo que tiene una intención reivindicativa.

«El castellano se está simplificando a marchas forzadas. Triunfa el ideograma, estos mensajes que proliferan debido a las nuevas tecnologías, y las palabras se acortan o directamente se destruyen»

-También contribuye a crear un determinado clima en la novela.
-Sí, a mí me interesaba una especie de atmósfera atemporal para una denuncia muy de actualidad, como es la pérdida del lenguaje, la globalización, incluso la situación social. La novela empieza siendo realista y luego va derivando por un camino lírico que lleva a la moraleja: hay que buscar el enigma, la poesía, lo mágico, y creer en ello. La novela acaba con la frase de Tertuliano «creo porque es absurdo». Pues viva lo absurdo.
-Una de las características de los habitantes de la Ciudad Ajada es el aislamiento, a pesar de que se siguen y se espían unos a otros. ¿En qué medida es reflejo de la sociedad actual?
-La imagen, un poco exagerada evidentemente, es una fila india de personas solitarias, persiguiéndose unos a otros pero sin ningún rumbo. Pretende ser reflejo de la enfermedad que estamos padeciendo. El protagonista, Verbo Paulatino, al quedarse sin trabajo después de treinta y pico años en una oficina, descubre que al salir a la calle a una hora atípica, su ciudad es desconocida; y al mismo tiempo él es un desconocido para su ciudad también. Le llama mucho la atención la cantidad de gente relativamente joven que está ociosa y lo que hace es salir a la calle sin rumbo. A pasear, a matar el tiempo, o por recomendación médica.
-El protagonista es capaz de inventar una máquina legendaria, La Palabrera. ¿Cómo se cocina esta mezcla de cotidianidad y prodigio?
-Es un prototipo de persona que hoy vive entre estas dos mareas. Una, la constante modernidad que todo lo arrastra: las nuevas tecnologías que obligan a un esfuerzo para estar el día. Y la contramarea, que es la de aquellas personas que por motivos generacionales recibimos una educación diferente a la que nos iba a exigir este mundo de adultos. Este hombre se esfuerza para mantenerse al día en el terreno de las nuevas tecnologías, pero todo lo que hace nunca es suficiente. Sin embargo tiene dos habilidades. Una es el manejo del lenguaje, como antiguo lector de clásicos castellanos, y otra es una habilidad para inventarse máquinas y herramientas. Con la conjunción de estas dos habilidades crea La Palabrera -la Máquina de la Ilusión y el Albedrío- y un negocio que es La Palabrería. Ahí se abren enormes posibilidades para juegos poéticos.
-Para este libro ha contado con ilustraciones de José Paredes. ¿Cómo surge esa colaboración?
-A Paredes y a mí nos une una amistad entrañable y de muchos años. Él hizo ya dibujos para trabajos míos y yo textos para programas suyos, y siempre hemos quedado muy satisfechos ambos. Al margen de nuestra amistad, objetivamente su obra me encanta.
Un día, charlando, mucho antes de que la editorial aceptase la novela, surgió la posibilidad de hacer algo conjunto. Luego, cuando Pez de Plata decidió publicarla hablé con Paredes y le pasé la obra. Le dije cómo imaginaba la máquina, dónde ubicaba mentalmente la tienda… Él hizo unos dibujos bárbaros y ha quedado un trabajo precioso.

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