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miércoles 22, enero 2025

Iris Martín. Poesía como terapia

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El dolor encontró refugio en las palabras y, al hacerlo, se hizo poema. Se deslizó inquieto por el papel, dejando su huella en cada verso trazado por la asturiana Iris Martín. Encaje Roto (Editorial Autobiografía) es un viaje a los infiernos, esos que habitamos cada día y del que ella ha conseguido volver renacida. Hay días que parece que no tienen luz, pero en todos hay ventanas. Y de eso va Encaje Roto, precisamente de ventanas.

-Has estudiado teatro, cine; has escrito una película, varios cortos, dos novelas y ahora un libro de poesía y ¡sólo tienes 23 años! ¿Dónde guardas tanto arte?
-Desde pequeña me sentí atraída por el mundo del arte. Empecé tocando la guitarra, componiendo canciones, pero no era con lo que más disfrutaba. En el cole, con 12 años empecé a escribir relatos y presentarme a concursos. En primero de Bachiller salté a la poesía, me presentaron a un concurso a nivel de Asturias y lo gané. A partir de ahí, tomé lo de escribir más en serio porque además disfrutaba mucho haciéndolo. Pasé del relato a construir una historia y con 16 años escribo el libro Palomitas para enamorarse. No podía permitirme una autoedición, así que probé con un par de editoriales de Barcelona y a una de ellas le interesó.

-También te sientes atraída por el mundo del periodismo…
-Sí, termino Bachiller y voy a Madrid a estudiar Periodismo. Allí tomo más contacto con el mundo de la escritura, y en paralelo decido estudiar interpretación en una escuela privada. En segundo año de carrera ví que aquello no era lo mío y decidí hacer un Máster de guionista de cine y televisión. Como ya había tenido experiencias en el mundo literario, superé las pruebas de acceso y lo hice. Con esa formación escribo una película y varios cortos. Tuve ocasión de trabajar con importantes directores como Esteban Roel (Musarañas) o José Antonio Quirós (El amigo de todos). Hacía todo esto para desahogarme porque en el fondo tenía una vida bastante complicada. Sufrí bullying en clase, comienzo a tener problemas con el alcohol, vienen también los desamores… Empiezo a escribir cómo me siento y me doy cuenta de que todo aquello tiene una especie de melodía. Pero acaba guardado en un cajón hasta que inicio una relación y esa persona lee mis escritos y me anima a sacarlo del cajón. Empiezo haciendo rap poético, doy conciertos, actuaciones donde recito mis poesías al ritmo de una música. Aquello me sirvió de terapia en aquel momento.

Libro "Encaje Roto" de la asturiana Iris Martín.

-¿Cuándo surge “Encaje Roto”?
-Encaje Roto al principio era el personaje que yo utilizaba para subirme al escenario. Podrás encontrar canciones en Spotify o YouTube bajo ese nombre. Como te decía esa época fue dura para mí: problemas con la comida, el alcohol, el tabaco, adicciones que me estaban haciendo mucho daño y que luego consigo superar. Siento escribir todo eso que estaba sintiendo y cuando termino me doy cuenta de que tengo ciento y pico páginas escritas. Ahí nace mi segundo libro en prosa, Aquello que solo yo podía decirme. En esas páginas estaban resumidas mis vivencias hasta la fecha, que eran muchas y solo tenía 23 años. A partir de ahí consigo superar mis problemas de ansiedad, depresión; veo que ya no tengo nada que ver con ese personaje que había creado porque yo, Iris, no era eso. Como despedida para cerrar toda esa etapa escribo el libro de poemas bajo ese nombre.

-¿Por qué eliges la poesía para desnudar tu alma?
-Me sale de dentro, desde pequeña escribía poesía. Lo mamé en mi casa, mi madre, mi abuela, mi prima… escribieron poesía toda su vida; me acompañó siempre y yo, a la hora de escribir, es con lo que más disfruto.

-En una foto de la presentación de tu libro se te veía exultante. Viéndola pensaba, ¿cómo es posible que esta persona de sonrisa tan abierta haya podido escribir este libro de tanta dureza?
-Es la sonrisa de la superación. Yo siempre digo (de hecho, son dos palabras que llevo tatuadas) que con fuerza y valor se puede superar todo, y que siempre hay luz al final del túnel. El quererse, confiar en una misma y, sobre todo, la ayuda de una persona fundamental en mi vida que es mi madre me impulsa a sonreír en este momento. El mirar hacia atrás, ver cómo he renacido, ver cómo he tenido la valentía y la fuerza para ‘resucitar’, es motivo de sonrisa, ¡claro que sí!

Iris Martín acompañada de su madre en la presentación del libro "Encaje Roto".
Iris Martín acompañada de su madre.

-A esa persona tan especial, tu madre, le dedicas uno de los poemas de tu libro.
-Yo estoy en este mundo por ella. Además de darme la vida, hemos vivido juntas cosas muy complicadas, siempre nos hemos apoyado y hemos salido adelante juntas. De hecho, las dos tenemos tatuada la palabra ‘mirarte’ que también contiene la palabra ‘arte’, una de las más bonitas del diccionario. Cuando tienes a tu lado una persona de tanto peso, por la que vives, luchas y te desgarras, no te queda otra que tirar para adelante. Mi madre para mí es la vida entera porque estuvo ahí en todos los momentos de mi vida, fue la que me sujetó cuando lo necesité y la que me ayudó a volar.

“Nadie nace siendo ángel, diablo eres de por vida. Las heridas son las marcas que te vuelven heroína. Intacta la piel es fea, la cicatriz es bonita. Y es entonces cuando sabes que al fin estás en la cima”. ¿Guardas con orgullo tus cicatrices?
-Sí, totalmente y eso es algo que me costó mucho porque yo soy una persona muy extrovertida, sociable, abierta, pero en cambio me cuesta mucho entrar en mí. Siempre he tenido miedo a la vulnerabilidad. El mostrarnos débiles muchas veces nos asusta o frena. Estoy segura de que al final cada una de las cicatrices que tenemos y todo lo que hemos vivido nos hacen ser las personas que somos hoy. Tuve mucho miedo a publicar estos libros porque fue un abrirme en canal, contar al mundo mi vida con el alma en la mano. Al final te das cuenta de que todos tenemos problemas, nos escondemos de algo, pasamos por adicciones y nos rompen el corazón alguna vez en la vida. La fragilidad es una de las cosas más bonitas que puede mostrar el ser humano.

-¿Cómo afrontas que haya tantísimo de ti en tu libro?
-Al principio tuve miedo y fue complicado porque había gente que venía a mi trabajo incluso llorando porque no se imaginaba que yo siendo tan joven pudiera escribir historias tan complicadas y desgarradoras. También recibí muchos mensajes de apoyo y me di cuenta del poder que podían tener mis letras en la mente y el corazón de otras personas.

-¿Has tenido que autocensurar algo que hayas escrito en el sentido de ser consciente de que algo era demasiado?
-Claro que sí. Hay poemas que nunca publicaré por respeto hacia mí misma y los demás. Hay cosas que no puedo contar porque haría mucho daño. Por otro lado, soy una persona que trabaja cara al público y hay que tener cuidado con lo que se cuenta y lo que no.

-¿Cuál ha sido el mayor desafío al que has tenido que enfrentarte para escribir este libro?
-Desafío como tal no hubo porque nunca me propuse escribir un libro. Escribía lo que me salía, luego a lo mejor lo borraba porque no me gustaba. El mundo de la escritura es muy complicado porque te exige inspiración, eso no te viene de un rato para otro y a mí me gustaba escribir sin presión. Quizá el mayor desafío haya sido decir adiós a Encaje Roto, sentarme conmigo misma y decidir cerrar definitivamente ese capítulo de mi vida. Luego estaba la segunda parte, ¿cómo me dirigía ahora al mundo si lo que me había inspirado hasta ese momento era precisamente el dolor? No sabía por dónde tirar. Ahora estoy en un momento muy bueno, experimentando cosas nuevas. Me encuentro ante el desafío de dejar algo que ya no tiene que ver conmigo para crear algo nuevo que aún está por venir.

-¿Por qué decidiste volver a rememorar todo ese ‘infierno’?
-Cada vez que cantaba en un concierto, que iba a un estudio de grabación, rememoraba los poemas y lloraba, hasta que llegó un momento donde dije basta. Hubo veces que si me ponía a escribir me dolía tanto que lo dejaba y hacía otra cosa. Mi mente se iba hacia el pasado y allí ya no tenía nada, pero al mismo tiempo tampoco me fluían cosas nuevas. Luego me di cuenta de que, si abrazas esas historias, si haces las paces con tu pasado, contigo misma, entiendes que eres la persona que eres precisamente porque todo eso apareció en tu camino.

-Hay otro tema que denuncias en el libro a través de estos versos: La belleza de la vida no está en tallas de vestidos. Está en el alma, la mente, en los ojos de aquel niño… Paremos la gordofobia por aquellos que se han ido, y por los que están aquí sin disfrutar del camino.
-Desde pequeña, como te comenté, sufrí bullying. Se metían muchísimo conmigo porque estaba gorda, era muy masculina, y como los niños son tan crueles se metieron conmigo hasta por respirar y ese trauma lo arrastré durante años. Hice muchas dietas estrictas, no estaba a gusto conmigo, siempre pendiente de lo que dijeran los demás. Llegué a tener serios problemas de trastornos alimenticios: comía, vomitaba, si ingería algo fuera de lo normal salía a correr dos horas para compensarlo, estuve tiempo sin salir de casa, relacionarme ni hacer planes sociales. Lo pasé mal. Luego te das cuenta de que es un problema que vive el 80% de la gente, muy pocos están a gusto con su cuerpo y en cambio hablan de los demás, de los cuerpos ajenos. Me costó mucho quererme. Quise dedicar este poema a ese tema porque hay mucha gente que se ha quitado la vida, hay personas que no están a gusto consigo mismas y me parece una rueda cruel de la que hay que salir.

-¿Qué es lo que ahora te llena de ilusión?
-Después de muchísimos años de terapia, de lucha conmigo misma, hay una cosa que considero fundamental en la vida y no se le da importancia, y es el autoconocimiento, el valorarse y quererse a uno mismo. Es algo que pasa muchas veces desapercibido porque al final como sociedad siempre estamos esperando la valoración del otro. En la actualidad tengo un círculo muy reducido de personas a mi lado, creo que a veces es necesario hacer limpieza y quedarte solo con lo que realmente suma. Cuando te deshaces de todo y te rodeas únicamente de lo que necesitas y ves que te hace bien, te sientes feliz. Estoy donde deseo estar, rodeada de personas que quiero, tengo trabajo, proyectos, objetivos vitales, eso es fundamental para levantarme con ilusión cada día.

¿Qué emociones esperas evocar en los lectores con tus poemas?
Me parece fundamental cuando ves o lees algo, paras y buscas un punto de reflexión, aunque sea mínimo. Si acabas de escuchar una canción y sueltas un suspiro eso es que algo te ha hecho bien por dentro, que te ha llenado. Me encantaría que mis poemas removieran por dentro a las personas, y sintieran al leerlos un giro en el corazón o en el alma que los llevara a cambiar algo que no les gusta de su vida.

-Hay un poema que dedicas a tu yaya recientemente fallecida. ¿Era alguien importante para ti?
-Sí, mi bisabuela tenía 96 años y murió en agosto. Yo no había sentido una pérdida de nadie cercano hasta su muerte. Tenía una relación increíble con ella y cuando nos dejó me dije que no solo tenía que dedicarle un espacio en el libro, sino que también tenía que hacerle ver que estaba bien y la única manera de hacerlo era cerrando esta etapa con Encaje Roto.

“La vida no va de alcanzar sueños, la vida consiste en no dejar de soñar”. ¿Con qué sueña ahora Iris?
-La vida está llena de momentos, de etapas. La sociedad te vende una especie de utopía de vida con eso de que tienes que soñar, debes alcanzar tus sueños… y yo no lo veo mal, creo que te puedes ilusionar con querer alcanzar cosas, pero si no las consigues tampoco pasa nada. Soñé muchas veces con ganar un Goya, si no lo consigo no pasa nada. ¿Dejo de soñarlo? No, pero tampoco me frustro. Disfruto haciendo lo que me llena, disfruto el sueño y el alcance que luego tenga todo eso, me da un poco igual.

-A través de tus palabras llega luz y mucha fuerza. Gracias Iris por compartir tu desnudez.

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