No resulta extraño encontrar referencias a monstruosas culebras con siete cabezas en las leyendas de Asturies. En muchos casos se trata del mítico cuélebre, así por ejemplo en Brañavalera, en el Puzu Llagu se decía que un cuélebre de siete cabezas custodiaba otras tantas xanas que estaban allí encantadas junto a un fabuloso tesoro; solamente podrían ser desencantadas por una pastora rubia, de ojos negros que se llamase Sol y se encaminase al lugar en un día de Corpus que amaneciera nevado, sólo ella sabía como deshacer el encantamiento.
En Sotu d’Agues (Sobrescobiu) se hablaba del Cuélebre Marín, en un lugar conocido como La Cuesta, también tenía siete cabezas (al igual que Heresungue, el dragón vasco que junto con el cuélebre asturiano cuando son viejos marchan volando a las profundidades del mar). En Budores (Verdiciu-Gozón) es una moza encantada la que pide a su pretendiente, bajo la apariencia de una culebra de siete cabezas, que le dé un beso en la cabeza del medio, para deshacer el hechizo. Lo mismo se cuenta en La Fonte Urraca en Peñerúes (Morcín). Pero además la sierpe con siete cabezas aparece en algunos romances sobre el Rey Rodrigo, en los cuales tras su derrota con los musulmanes en la Batalla de La Janda o Guadalete (711) pide a un ermitaño que le ponga una penitencia por haber tenido trato carnal con su propia hermana: «(…) Lo metió nuna tumba onde una serpiente había, la serpiente muy veloz, siete cabezas tenía, por todas las siete come, por todas las siete oía. L’ermitañu yera buenu, iba velu cada día, ¿cómo le va al penitente con su mala compañía? Si usted quiere ver mi muerte traiga una luz encendida, cuando llega cola luz, el desgraciau ya morría, de cintura p’abaju ya comidu lo tenía, de cintura p’arriba pronto lo comenzaría».
Este romance se conoce con el nombre de «El ermitaño» o «La penitencia del Rey don Rodrigo».
Serpientes de siete cabezas
