Una sola guitarra, una sola toma. El trabajo de Borealis o, lo que es lo mismo, el guitarrista Eduardo Suárez, va un paso más allá en su proyecto más personal. Transitando por caminos poco conocidos, como el drone-folk y el ambient, el EP ‘Tumba para un caballo cojo’ propone un sonido inédito en el panorama musical asturiano.
-Tu trayectoria como músico está muy marcada por el rock. ¿Este viaje al folk y al ambient es tu proyecto más personal?
-En otros grupos hacía un rock con un sonido más extremo, rozando a veces el noise core y el death metal, pero yo siempre digo que en el fondo lo que hago aquí tiene mucho que ver con eso en cuanto a estructuras, armonía y composición. Ahora me muevo en un ámbito más minimalista y más acústico, y quizá por eso también suena con un toque más folk.
-¿Por qué plantear el disco entero sólo con guitarra?
-En un primer momento utilicé un montón de instrumentos y de aparatos, pero llegué al pensamiento lógico de que así no podía llevarlo al directo yo solo. Y quería algo muy personal, que pudiese manejar sin depender de ningún otro factor, así que la acústica me pareció la opción más correcta. Además a mí siempre me han obsesionado las técnicas clásicas de guitarra y me parece que con la guitarra de doce cuerdas consigo el efecto de generar un espectro armónico en el que parece que hay más instrumentos, cuando en realidad hay solo uno.
«El planteamiento es generar más ambiente que música, y eso a la gente que no haya escuchado nunca drone o ambient le puede chocar»
-El drone-folk es una rareza en el panorama musical asturiano. ¿Otro folk es posible?
-Lo cierto es que es una rareza a cualquier nivel, no sólo en Asturias. Lo cierto es que la guitarra de doce cuerdas viene del Delta americano, de principios del siglo XX, pero más tarde se redujo a los grupos de rock clásico de los sesenta y setenta. Es un estilo minoritario, pero aún así dejó huellas que trascendieron en el noise y en el rock más ruidoso de los noventa, grupos como Sonic Youth tienen mucha herencia de los músicos de esa época.
-«Los ojos del sobremundo», tu primer trabajo, tuvo una cierta repercusión en el circuito indie internacional. ¿Qué buscabas con este nuevo disco?
-Es una continuación lógica, en la que buscaba consolidar una propuesta seria, mostrar que esto no es algo casual. «Los ojos del sobremundo» ya marcaba un poco la pauta, pero a nivel técnico éste es mucho más complejo.
-Para este último trabajo has repetido con el sello londinense Reverb Worship, y en nuestro país Truco Espárrago ha sacado un CD con los dos discos, en formato digipack: 75 minutos de guitarra acústica. ¿Qué tal la acogida?
-Dentro de mis límites comerciales, la verdad es que sólo tengo buenas respuestas. El disco salió más comentado en medios nacionales, supongo que porque se ha difundido más que el anterior, y también en algunas publicaciones extranjeras. En ese aspecto estoy muy contento, porque en el fondo es algo que hago de forma absolutamente personal.
-Este trabajo es un ejercicio de virtuosismo. ¿Cómo planteas las actuaciones en directo?
-Teniendo en cuenta que estoy solo en el escenario, busco hacerlo llevadero. El planteamiento es generar más ambiente que música, y eso a la gente que no haya escuchado nunca drone o ambient le puede chocar. Por eso trato de que la gente entienda que esto es algo realmente personal, que no hay añadidos, y sobre todo que no es una actuación al uso.