Sólo hace falta echar la vista atrás para comprender la estrecha relación de la gente de Candás con la mar, que viene desde tiempos antiguos. Tal vez ahora no sea tan determinante y la actividad pesquera y marinera ya no es la de antaño, pero su presencia en el litoral asturiano sigue siendo uno de los mayores atractivos de un concejo que siempre ha crecido mirando a la costa.
Al oeste del cabo Torres se encuentra el concejo de Carreño, un territorio de suaves lomas que asoman hacia el Cantábrico creando abruptos acantilados y preciosas playas y ensenadas. 67 kilómetros cuadrados que, junto con el vecino municipio de Gozón, forman la Mancomunidad de Cabo Peñas, uno de los destinos turísticos más importantes de la región.
Para conocer la historia del concejo y la villa candasina nada mejor que recorrer los espacios que la desgranan mediante imágenes, palabras e incluso melodías. Obligado es por tanto acercarse al puerto de Candás, lugar de referencia y epicentro histórico de la villa. La importancia marinera de este puerto era tanta, que en épocas anteriores los precios en esta rula eran la referencia para otros puertos españoles. Se pescaba bien y mucho. Aunque tal vez la captura de ballenas entre los siglos XIV y XVI fue la que ya situó el nombre del concejo entre las pesquerías más emblemáticas. La grasa obtenida de los cetáceos era tenida en alta estima, pues de ella se obtenía el aceite o saín para el alumbrado. Con los beneficios obtenidos de su venta se pagaron las obras del puerto.
Ahora, aunque la actividad pesquera ha descendido enormemente, el puerto y su entorno siguen albergando mucha actividad. Y no sólo cuenta con la presencia de los marineros atareados con sus nasas y redes, también llegan los turistas que tras pasear por la zona disfrutan de la buena gastronomía del concejo en los restaurantes de los alrededores. Los atrayentes aromas recuerdan a cada paso que ésta es tierra de buenos pescados y mejores mariscos. Aquí productos como la sardina o el bonito son objeto de culto.
Espíritu marino
En la villa de Candás, todo habla de la mar. El Parque de Les Conserveres sitúa a quien lo visita en escena. Allí se encuentra el antiguo Aljibe de Bernardo Alfageme, donde antaño se elaboraba una famosa sidra champagne. Hoy alberga una Exposición permanente de la conserva, y entre redes, aparejos de pesca, maquetas y otros enseres es posible vislumbrar la importancia que la industria del enlatado de pescado -principalmente de sardina, bocarte y bonito- llegó a tener en el concejo. La primera factoría de Candás fue fundada por Mateo Alvargonzález y Zarracina en el año 1830. La presencia de bodegas de salazones y escabeches propició el desarrollo contemporáneo de las siete grandes empresas conserveras, con nombres tan destacados como Remo, Albo, Alfageme…
En la muestra es posible contemplar la primera matriz de la que se tiene constancia, de la firma Bernardo Alfageme, del año 1902, y conocer datos tan curiosos como que el origen de la conserva se remonta a la época de Napoleón. El general francés, convencido de que la guerra la ganaría el ejército mejor alimentado, ofreció una recompensa de 12.000 francos a quien aportase soluciones para una buena conservación del alimento y transporte en campaña.
La apertura de Ensidesa en el año 1956 fue el principio del fin para el sector conservero en la villa. Muchos vecinos dejaron las redes para empezar a trabajar en la siderurgia, disminuyendo la relevancia del puerto de Candás, que dejó de ser competitivo. Las fábricas empezaron a trasladar su producción a otros puertos más rentables, hasta el punto, de que en la actualidad ya no queda ninguna conservera asentada en la villa de Candás. Con la marcha de la factoría de Remo en 2012, los vestigios de la actividad conservera en Carreño se reducen a Conservas Arbeyal, ubicada en el polígono industrial Muniello en la parroquia de Pervera y a Sellavarim Sll, integrada dentro de la Asociación Mayoristas de Pescado de Asturias, que elabora productos alimenticios para una marca blanca y está emplazada en el polígono industrial Tabaza II en la parroquia de Logrezana.
Pese a este descenso de la actividad industrial y pesquera, el mar mantiene su importancia e incluso ha ganado peso en forma de atractivo turístico, generando paisaje, cultura y gastronomía. Es lo que vienen buscando cientos de visitantes cada año, que encuentran un concejo que no ha perdido su encanto marinero, sino que ha sabido transformarlo acorde a los tiempos.
Dicen que en las bodegas del puerto de Candás, donde se elaboraba el escabeche, se escuchaba constantemente el canto de las mujeres. Lo que podría parecer una lúdica costumbre se cree que era en realidad una imposición de los patronos, que se aseguraban de esta forma de que las candasinas trabajasen de continuo, sin sucumbir a la tentación de alimentarse, máxime en tiempos de hambre, escasez y penuria. No hay documentos que lo atestigüen, pero bien podría explicar el origen de la afición por la música que se respira en el concejo.
En recuerdo a esa época nació el pasado año el I Certamen Canciones de la Bodega. «Las fábricas de la conserva se llamaban antiguamente bodegas, y en los años 40 y 50 había muchas en Candás» explica José Ramón González, integrante de la Asociación Cultural Canciones de la Bodega. El evento se celebró en los chigres y restaurantes locales y resultó un éxito total; por eso ahora, con el apoyo del Ayuntamiento de Carreño, ya está en marcha la segunda edición del Certamen. Desde el 18 de abril hasta el 14 de junio y durante los fines de semana coros llegados de toda Asturias participarán en el concurso con sus tradicionales canciones marineras o habaneras. La final entre los seleccionados tendrá lugar en el teatro Prendes, el día 14 de junio. «El año pasado hubo tanto público que incluso el Teatro se quedó pequeño en cuestión de aforo, espero que este año tenga igual seguimiento», dice José Ramón González.
Para recordar a los candasinos la importancia de su historia, la Asociación editó el pasado año «Canciones y Recetas de la Bodega», una antología que explica detalladamente aspectos de la tradición conservera en el concejo. Los creadores del trabajo esperan editar este año un segundo volumen que completará al anterior.
Arte marinero
Sin salir del puerto, mirando hacia el pantalán se encuentra la escultura a «la marinera», la imagen de una mujer y su hijo, que esperan el regreso del padre marinero. «La marinera» sirve de homenaje a muchas de las historias vividas en la zona, que luego se han contado de generación en generación: grandes naufragios y grandes hazañas, enormes gestos de solidaridad en la comunidad marinera. La obra forma parte de la conocida colección de Antón, Antonio Rodríguez García, artista fallecido con tan sólo 26 años, que dejó un importante legado en el museo que lleva su nombre: el Centro de escultura Museo Antón ocupa un edificio de finales del siglo XVIII, la casona de los Estrada Nora. En sus inmediaciones se encuentra otra joya, el Parque Escultórico, fruto de la colaboración entre el Ayuntamiento de Carreño y la Consejería de Cultura del Principado de Asturias. En ese entorno se puede ver una importante colección de esculturas de autores como Joaquín Rubio Camín, Amador Rodríguez, César Ripoll, Alejandro Corominas, Antón, Bodo Rau, o Javier del Río, entre muchos otros.
Tal vez por el espíritu propio de las localidades marineras, siempre abierto a otras influencias y compañías, o tal vez porque los amaneceres y atardeceres en esta tierra de agua y sal han sido inspiración para los artistas, lo cierto es que Carreño ha sabido apreciar la belleza y reflejarla en sus creaciones. Prueba de ello es el Museo de Pintura al Aire Libre, un proyecto que nace en 1979 por iniciativa de la Cofradía del Alba. Cada año, un artista diferente era invitado a disfrutar de la fiesta de La Alborada en la capital del concejo. Venían de distintos países, y correspondían realizando de forma gratuita un mural en alguno de los muros de la villa. Algunos aprovechaban para encontrar la inspiración, como el mejicano Claudio Favier Orendain, que reconoció haberse inspirado en las coplas que le cantaron las mujeres candasinas en su visita en el año 1980; de ahí nació la obra «Conjuro a la mar». Tras cesar la actividad de la Cofradía del Alba es el Ayuntamiento el que recoge el testigo de este museo al aire libre, que sigue creciendo cada año.