Los visitantes de buen comer saben que en Proaza son siempre bien atendidos. Cualquier fin de semana del año los restaurantes de la zona reciben a comensales que vienen a disfrutar de la gastronomía local. A esto se añaden citas puntuales que buscan revitalizar el turismo durante todo el año.
Probablemente el plato más conocido del concejo sea el contundente pote de nabos, cuyo origen se remonta a mediados del siglo XIX. En Proaza este pote se prepara acompañado de distintos tipos de carne de cerdo -chorizo, lacón, morcilla y calamona- que aportan calorías y sabor.
También los embutidos del concejo son muy apreciados; así como los platos de caza, especialmente los de jabalí y venado. Para acompañar el menú escogido, hay que probar el pan de escanda, y de postre, arroz con leche o quisadiellas de avellana, nuez y azúcar. Además, en temporada son famosos los bollos de Pascua.
Otra de las peculiaridades de la cocina local es la recuperación del tradicional queso de fuente. Se degusta fresco, tras unos cuatro meses de preparación, y es muy apreciado por su textura cremosa y su sabor fuerte y muy característico, gracias a que durante la elaboración se añaden unas gotas de güisqui o coñac.
En Proaza el pote de nabos se prepara acompañado de distintos tipos de carne de cerdo que aportan calorías y sabor.
Con el afán de desestacionalizar el turismo, el último fin de semana de enero se celebra el Festival Gastronómico de los Nabos y el Queso de Fuente, que usa como reclamo estos dos platos típicos del concejo. Las jornadas surgieron por iniciativa de la Sociedad Cultural «Peñas Juntas» y llevan celebrándose desde 1987. Las actividades complementarias -música popular, puestos de venta…- contribuyen a dar ambiente a una fiesta que crece año tras año.
Un mercado tradicional
Además del mercado que se celebra todos los lunes, punto de encuentro comarcal y vacacional, una vez al año tiene lugar el Mercáu de L’Alcordanza, en el que se escenifica una feria a la antigua usanza. Se trata de una iniciativa municipal, en la que se busca rescatar, mantener y transmitir las costumbres tradicionales, recuperando el arte y la sabiduría más enraizada en el folclore. Así, durante un fin de semana, se puede ver a artesanos trabajando la talla de madera, cestería, elaboración de madreñas, telares, trabajos en hierro… Y por supuesto un muestrario de productos típicos como dulces, embutidos o quesos. Todo en un entorno lleno de vida y tipismo, en el que es imposible aburrirse gracias a representaciones teatrales en la calle, que se juntan con grupos de baile y música popular asturiana de gaita y tambor.
El Mercáu se organiza en otoño, estación en la que este tipo de actividades no son habituales en el calendario asturiano, lo que contribuye a que cada convocatoria sea un éxito de público. Es una excelente forma de impulsar esta zona rural, proporcionando un punto de encuentro para los vecinos y promoviendo así la participación ciudadana. Iniciativas como ésta buscan, y lo consiguen, revitalizar la vida cultural y social y, por supuesto, la económica, en unas fechas que tradicionalmente se enmarcan en la temporada baja.
Complementando el Mercáu se celebran las Jornadas Gastronómicas de la Seronda, con la colaboración de la Asociación de Turismo de Proaza y Comarca. El menú, compuesto de pote de castañas, jabalí y compota de manzana, enlaza con ese carácter tradicional del que hace gala todo el evento, e insiste en la idea de que la gastronomía es uno de los puntales de atracción de un concejo que no anda precisamente escaso de reclamos turísticos.