Cinceladas a golpe de aire y agua, estas laderas endiabladas conducen al cielo pero antes obligan a pasar por el infierno. Sin concesiones, desafiando los límites del esfuerzo físico, poniendo a prueba la fortaleza mental de los escaladores más consagrados. Contador vuelve a hacer historia.
Descender a los infiernos para luego subir al Angliru. El calvario asturiano seduce incluso cuando la climatología amenaza con expulsarle y se retransmite un derbi muy esperado, el Sporting – Oviedo que podría restar público a un final de etapa decisorio en La Vuelta. Pero nada de esto influyó a las miles de personas venidas de toda España que ese día quisieron disfrutar en primera línea de un espectáculo mayúsculo. Ataviadas con sus capas multicolores y sus paraguas en mano, hicieron frente a unas temperaturas exageradamente bajas y las trombas de agua que acompañaron la paciente espera. Y esta se hizo larga y fría. El puerto riosano estaba dispuesto a mostrar su carácter indómito a todos, anunciando así lo que luego sería una ascensión épica del ciclismo.
Desde sus casas, más de tres millones de espectadores siguieron esta vigésima etapa, consiguiendo superar el récord de audiencia en los últimos quince años de La Vuelta. Las rampas y curvas imposibles que convierten a esta etapa en una gesta inhumana también atrajeron la atención de mil cuatrocientos profesionales acreditados de distintos medios de información de ciento noventa países que se encargaron de la cobertura del evento deportivo.
La Vuelta 2017 ha subido al Angliru por séptima vez y ha vuelto a hacer historia. Y aunque su leyenda aún es joven tiene la suficiente fuerza para inmortalizar a un nuevo héroe en su particular palmarés. En esta ocasión ha sido Alberto Contador quien por segunda vez en su carrera, apretando dientes y con lágrimas de emoción, llegó en solitario a la meta. Una victoria con la que el pistolero de Pinto dice adiós al mundo del ciclismo: «No he podido tener una despedida mejor. La afición asturiana me trae muy buenos recuerdos».
La leyenda del Angliru empieza a escribirse en 1999, cuando por primera vez se incluye este puerto de categoría especial en el recorrido de la Vuelta a España. Aquel año, Chava Jiménez consigue una victoria inolvidable, saliendo por arte de magia de entre la niebla y adelantando en los últimos kilómetros al ruso Tonkov. Fue el primero en demostrar que el coloso riosano se podía subir, aunque con extrema dificultad. Un año después, el escalador italiano Simoni repite la gesta y consigue colocar su nombre entre los elegidos. En 2002, Roberto Heras es el tercero en abrazar la victoria. Alberto Contador lo consigue por primera vez el 2008, algún cronista llegó a escribir que sus últimos cuatro kilómetros fueron los más técnicos y académicos de su carrera hasta aquel momento. Juanjo Cobo también demuestra su habilidad en la montaña en 2011 y el francés Elissonde lo corona en 2013.
La subida al puerto es una mezcla de dureza, «si tiras del manillar se te levanta la bici» (Carlos Sastre) y también de deslumbrante belleza, «es como mirar por la ventana de un avión» (el suizo Tony Rominger). Sus desniveles han escrito siete épicas victorias pero también sangrientas derrotas. En este escenario se han ganado y perdido Vueltas a España. Lo conoce de primera mano, Vicenzo Nibali, el italiano destronado en 2013 por un Angliru implacable y superado entonces por Chris Froome. Tampoco en este año ha podido vencer al británico, que repite gesta.
Tras haber asistido a una emocionante ascensión y con el consiguiente subidón de adrenalina, ya hay una pregunta en el aire. ¿Cuándo volveremos a disfrutar del Angliru? Fernando Guillén, director de la Vuelta, comentaba en una ocasión «que el puerto da mucho espectáculo que es lo que se pretende, pero si se convierte en algo habitual perdería parte de su magia». Por esa razón los organizadores consideran que la fórmula perfecta es la de espaciar este itinerario al menos cada tres años. Así que habrá que esperar.
El olimpo de los dioses asturiano es uno de esos renombrados altares que elevan a categoría de leyenda todo lo que le rodea. Alimenta las gestas de ciclistas internacionales pero también las de aficionados que sueñan con medirse en sus rampas para saborear luego una gloria más íntima y cercana. Como la de los atletas que ponen a prueba su resistencia y llegan a la cima inmensamente satisfechos o la de montañeros y esquiadores que conocen las condiciones de este mágico paraje. Porque para todo aquel que se esfuerce y se atreva a subirlo hay un premio reservado, uno que solo conceden ciertos lugares especiales.
Alberto Contador, ganador de la etapa
«Despedirme con una victoria en este puerto mítico ha sido algo de ensueño»
El ciclista madrileño se despide como ha vivido su carrera, regalando heroicidades a todos los aficionados. Aprovecha la última ocasión de subir un puerto de categoría especial para llegar escapado y en solitario, en medio de los gritos de los aficionados, para encontrarse con los dioses.
Amaneció lloviendo y si bien es un elemento donde se mueve bien nuestro protagonista, el agua le jugó alguna mala pasada. «En el cordal noté que me patinaba mucho la rueda trasera y cuando pasa eso, te queda un dolor muscular impresionante en la pierna», -comenta Contador en la rueda de prensa-. «No me podía poner fuera del sillín. Busqué alguna zona seca para ponerme de pie pero fue imposible. Subí prácticamente todo el tiempo sentado y eso hizo que me costara más». Pero Contador no entiende el ciclismo sin atacar, sin probar dónde están sus límites. Fue en el descenso del Alto del Cordal donde Alberto, ayudado por su compañero de equipo Pantano, inicia una escapada que a la postre sería definitiva.
Ayudado por su acompañante llega al pueblo de La Vega-Riosa e inician el ascenso al Angliru recortando rápidamente las diferencias con los escapados, que uno tras otro van siendo cazados. Algunos tras ser alcanzados colaboran con Alberto en su última gesta como es el caso de Enric Mas y Marc Soler, corredores llamados a ser el relevo de Contador. Es en la cuesta Les Cabanes donde Alberto se convierte en cabeza de carrera dejando atrás a un generoso Marc Soler y a partir de ahí ya marca su propio ritmo de ascensión, aumentando la diferencia con los primeros clasificados. En el grupo de los favoritos suenan sirenas de alarma pues está en juego el podio de Madrid y rápidamente equipos como el Barein de Nibali y el propio Sky de Froome se ponen a tirar. A pesar de ello, Alberto con su característico pedaleo, de pie sobre la bici, afronta las duras rampas con un ritmo vivo y no en vano a la altura de Los Picones -rampa inmediatamente anterior a La Cueña Les Cabres-, le saca al grupo una diferencia que le daría el podio en Madrid.
«Estoy contentísimo de haber ganado ante tanta afición asturiana que tan buenos recuerdos me trae»
En La Cueña, Alberto baila sobre la bicicleta retorciéndose sobre ella, jaleado por cientos de aficionados que empapados de agua y ateridos de frío le agradecen con su aliento tantos años de ciclismo valiente y desenfadado. Alberto se lo devuelve como sabe, sufriendo esas rampas del 23%, dejándolo todo en el asfalto. Por detrás, una vez superada la temible pendiente de La Cueña Les Cabres, Froome ataca junto con Poels, su compañero de equipo. De aquí al final la diferencia empieza a acortarse, de hecho a tan solo 1,3 km de meta la renta ha caído a solo 34 segundos; ahí el madrileño encara las ultimas rampas con el rostro desencajado y dejando las últimas fuerzas hasta alcanzar a falta de 800 metros el altiplano, donde ya se sabe ganador. Mete desarrollo y acelera en pos de su última victoria de etapa, al encuentro con el Angliru, un viejo conocido donde ya ganó en el año 2008. Entrada en meta y último disparo. Nunca un pistolero fue tan generoso. ¡Gracias Alberto!, las generaciones que ahora te disfrutamos pondremos vídeos tuyos a nuestros hijos para que sepan lo que es competir.
«Cuando estaba en la salida sabía que era un día muy importante para mí, mi última etapa de montaña y quería ganar aunque sabía que era complicado, tenía la moral alta. He corrido como a mí me gusta, por impulsos a pesar del dolor de piernas. Estoy contentísimo de haber ganado ante tanta afición asturiana que tan buenos recuerdos me trae. Es la despedida soñada, no puedo pedir más», confesaba este guardián del espectáculo.
Trofeo sostenible a Contador
Este trofeo simboliza de forma sencilla el esfuerzo de los riosanos por cuidar el medioambiente y también su apoyo a los ciclistas. A pesar de que queda mucho camino por recorrer, se percibe en el concejo una mayor sensibilización a la hora de reciclar, por eso desde el Consistorio insisten en seguir trabajando en esta línea, hacia un modelo de desarrollo sostenible.
Riosa en estos momentos, tiene repartidos en el concejo un total de doce iglús destinados al reciclaje de vidrio. El pasado año se recogieron un total de 27.220 kilos, una media de 13,34 kilos por habitante.
La entrega del trofeo de Ecovidrio se encuadra dentro de la campaña ‘Recicla vidrio y pedalea’ puesta en marcha por Ecovidrio y la Vuelta con la que quieren simbolizar el esfuerzo de corredores, ciudadanos y colaboradores por cuidar el medio ambiente, «para que el recorrido de la Vuelta pueda seguir teniendo los mejores paisajes como telón de fondo».
En la imagen, Ana Díaz, alcaldesa de Riosa, entrega el trofeo de Ecovidrio a Alberto Contador, ganador de la etapa. / Foto: Fusión Asturias