Gijonés afincado en Tapia de Casariego, aprendió la técnica y el arte de la fotografía de mano de Suso Peña. Actualmente suma a sus encargos profesionales, una exposición titulada “Los Surcos de la Felicidad”, que muestra retratos de los miembros de la Asociación Fraternidad.
Gijonés afincado en Tapia de Casariego, aprendió la técnica y el arte de la fotografía de mano de Suso Peña. Actualmente suma a sus encargos profesionales, una exposición titulada «Los Surcos de la Felicidad», que muestra retratos de los miembros de la Asociación Fraternidad.
-¿Dónde reside para usted la magia de la fotografía?
-La magia la viví a los 11 años, al descubrir que con ese sencillo aparato que teníamos en casa era capaz de captar lo que estaba viendo. Cuando revelaba las fotos siempre era una sorpresa, siempre había incertidumbre y más entonces cuando no controlaba la técnica ni aquella cámara me permitía modificaciones. Cada vez que iba a revelar a la tienda de fotos del barrio, para mí era un momento mágico. Todo eso se ha perdido un poco con el tema digital.
-A los 18 años y ya en Tapia de Casariego, comenzó su aprendizaje de mano del fotógrafo Suso Peña…
-Sí, principalmente me unió a él una amistad fortísima y luego me enamoró su gran faceta como maestro. Desde el primer momento me supo transmitir todo su conocimiento, apostó por mí porque creo que vio unas enormes ganas de aprender. Hasta ese momento casi todo mi conocimiento era autodidacta, leía libros y ensayaba. Él me enseñó técnica, criterio y composición.
-El hecho de captar el instante concreto, ¿se ha perdido con la técnica digital?
-No, para nada. Sigue algo con lo que hay que acertar. El instante, la luz, la técnica… sigue siendo similar. Digamos que es más sencillo, menos costoso y más inmediato experimentar con la fotografía.
» En fotos de estudio, el 80% del éxito se debe a la implicación del fotógrafo, y el otro 20% es la suma de técnica, luz y manejo del equipo»
-Cuando tiene tiempo, ¿qué elige fotografiar?
-Entre el estudio y la familia empleo prácticamente todo el tiempo. Pero tengo una gran ventaja: que el 70-80 % de mi trabajo consiste en fotografiar personas, y como me gusta tanto, disfruto mucho con lo que hago. En las fotos de boda, comunión, reportaje a un bebé, siempre procuro que por lo menos haya una foto que sea mía, con mi sello personal. Fuera de mi trabajo, fotografío el mar y todo lo relacionado con él.
-¿Para qué tipo de fotos reserva el arte?
-Cuando no hay un encargo sino un sentimiento personal que te hace buscar esa fotografía, cuando quieres expresar algo que llevas dentro con una imagen.
-¿El fotógrafo debe implicarse para sacar lo mejor de los modelos?
-En fotos de estudio, o donde la gente posa, el 80% del éxito se debe a la implicación del fotógrafo, y el otro 20% es la suma de técnica, luz y manejo del equipo. En fotografía de paisaje, donde el fotógrafo tiene un control limitado, hay que observar mucho.
-Su última exposición individual, titulada «Los Surcos de la Felicidad», muestra bellos retratos de miembros de la Asociación Fraternidad. ¿Cómo los realizó?
-El pedido fue fotografiar a los chicos en sus actividades cotidianas para un calendario que editan todos los años. Empecé a hacerlo, pero pronto me di cuenta de que no estaba funcionando, que eso lo hacía cualquiera. Todos estamos cansados de ver imágenes de niños con discapacidad -tanto física como intelectual- haciendo actividades. Además me di cuenta enseguida del gran cariño y amor que transmiten hacia los compañeros, algo de lo que deberíamos aprender. Así que mi idea fue intentar fotografiarlos a ellos, hacerles un retrato digno, que saliera la persona sin necesidad de artificios que necesiten mostrar quién es. Y además hacerlos en parejas o grupos para mostrar la gran compenetración entre ellos.
«Con la técnica digital es más sencillo, menos costoso y más inmediato experimentar con la fotografía. Pero hay que seguir acertando con el instante»
-Lejos de la comparación, ¿qué características le han llegado de estas personas a través del objetivo?
-Además del cariño, el interés con el que se tomaron el tema, no les importaba repetir la foto en la mayor parte de los casos. Y luego la desinhibición que tenían delante de la cámara era total. Creo que con nadie -y llevo muchos años fotografiando personas- me fue tan fácil la desnudez ante la cámara como con ellos. Tanto queremos proyectar de nosotros mismos, que al final nos limita.
-En un pueblo como Tapia, fotografiar no tiene fin: eventos, naturaleza, encargos profesionales… ¿Tiene un límite a su trabajo?
-Hace años una de las responsabilidades no escritas de un fotógrafo en un pueblo era reflejar todos esos acontecimientos que pasaban a lo largo del año. Antes lo hacía, incluso con un espíritu comercial, pero suelen ser en épocas de verano, precisamente cuando yo tengo más trabajo o puedo descansar un poco y compartir ratos con mi familia e hija pequeña. Eso me hizo dejar un poco de lado esa faceta de fotógrafo para todo. Además ahora mismo la fotografía está muy popularizada, en cada casa hay una o varias cámaras digitales y cada uno hace sus propias fotos. Así que sólo fotografío ciertos eventos por fidelidad con el pueblo, como las alfombras de la Procesión del Carmen.Pinche aquí para ver más reportajes de este concejo