El 24 de octubre de 1975, Islandia se paralizó. El 90% de las mujeres del país en vez de ir a la oficina, realizar las tareas del hogar o cuidar a sus hijos, salieron a la calle. Eso obligó a cerrar fábricas, escuelas y tiendas. Los hombres tuvieron que llevar a sus hijos al trabajo y luego ocuparse de tareas que hasta el momento hacían sus parejas. Este hecho cambiaría la historia del país y forzaría al desarrollo de leyes de igualdad salarial. Este acontecimiento se convirtió en un referente para millones de mujeres de todo el mundo.
Este 8 de marzo está convocada una huelga de mujeres en el ámbito laboral, estudiantil, de cuidados y de consumo durante veinticuatro horas. El movimiento feminista convoca este paro en 177 países bajo el lema ‘si las mujeres se paran, se para el mundo’.
En España, los colectivos feministas cuentan además con el apoyo de los sindicatos y más de trescientas entidades y organizaciones. Se trata por tanto, de un movimiento global que va más allá del movimiento feminista y por lo que se ve, ha calado en distintas capas de nuestra sociedad. No es solo un asunto de mujeres.
Este 8 de marzo probablemente no habrá una revuelta subversiva, pero sí puede ser un golpe en la mesa que ayude a agitar y desestabilizar conciencias. Puede ser una llamada a la sensibilidad que ayude a romper esquemas caducos instaurados en nuestra sociedad desde tiempos ancestrales. Puede ser como el ‘efecto mariposa’, una pequeña perturbación inicial que mediante un proceso de amplificación, genera un efecto considerable a medio o largo plazo. Algo que no tiene que ver con lo previsible sino con kaos. Ojalá.