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lunes 9, diciembre 2024

Contradicciones

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La Comisión Europea ha expedientado a España, junto a otros nueve países, por la contaminación excesiva del aire, ya que cuenta con 55 zonas negras. De ellas, una de las afectadas con mayor población es la zona central de Asturias, donde conviven las principales ciudades con la mayor parte de la industria de la región.
Nos salva, parece ser, que aquí llueve mucho. La lluvia es el mecanismo más natural para limpiar la atmósfera, pero aún así en 2008 se registraron niveles de contaminación que superan los recomendados para la protección de la salud. No hace falta desglosar la lista de enfermedades que causa esta situación: es evidente que convivir con un alto índice de polución no es bueno. El tráfico, la combustión de carbón en calefacciones, y especialmente las centrales eléctricas y las industrias contaminantes son los responsables.
Para una zona que se autodefine como “paraíso natural”, la situación es un tanto contradictoria. Asturias es la comunidad autónoma con mayor número de zonas protegidas: parques, reservas y monumentos naturales se reparten por todo el territorio. El verde paisaje, la playa y la montaña funcionan como reclamos para el turismo. De modo que Asturias es un paraíso, sí. Esto es un slogan y una realidad. Pero habrá que ir asumiendo que ese paraíso es cada vez menos natural. ¿Hasta qué punto podemos vender naturaleza virgen como la marca de la casa, mientras el corazón de Asturias, la zona centro, se devalúa ambientalmente?
Ya hace años que esto es preocupante: en 2003 los datos presentados por el Servicio de Gestión Ambiental constataban que todas las estaciones de la Red del Principado excedían los límites, con diferentes niveles de gravedad. Hoy, según datos de 2008, la tasa de polución en Gijón se ha reducido un 17%, que no es poco. Pero no parece suficiente: mientras los ecologistas ponen el grito en el cielo y el Gobierno del Principado y los distintos ayuntamientos reinterpretan los datos, resulta que tanto Oviedo como Gijón y Avilés han superado los valores fijados por la directiva europea. Otras zonas lo bordean, sin llegar a sobrepasar los límites de tolerancia.
No se trata de cerrar la puerta al desarrollo empresarial e industrial. No se puede renunciar alegremente a una fuente de trabajo que da de comer a muchos trabajadores, más en tiempos de crisis. Pero sí se pueden buscar otras opciones, modelos sostenibles que potencien iniciativas no contaminantes, tendiendo por ejemplo a empresas de base tecnológica, para las que ya existen algunos parques empresariales. Es difícil, pero no imposible: encontrar el equilibrio entre ecología y progreso es delicado. También es urgente.
Cuando esta crisis galopante empezaba a asomar, se nos vendió que Asturias ya había pasado su reconversión, que el ladrillo no afectaría tanto, que aquí se estaba preparado para capear el temporal. Viendo cómo la tasa de desempleo va cayendo en picado, también en esta región, quizá esas previsiones eran demasiado optimistas. Quizá sea hora, pues, de buscar otra manera de hacer las cosas. Quizá Asturias siga siendo un paraíso, pero habrá que ver en qué tipo de paraíso queremos vivir, y actuar en consecuencia. Materia prima hay, y muy buena. El resto está en nuestras manos.

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