Ya se sabe que la frase es más bien navideña, pero nos viene al pelo. Con la temporada de vacaciones, cientos de asturianos vuelven por unos días para pasar el tiempo libre, para ponerse al día con amigos y vecinos, y curarse de esa nostalgia que tiene el que vuelve cuando puede, no cuando quiere. Sin embargo, el asturiano que emigra fuera de Asturias ha cambiado mucho. Sigue, como antaño, buscando un lugar más propicio para ganarse las lentejas, pero ya no huye de la miseria y el hambre, zarpando en un barco sin demasiadas garantías de volver. Hoy en día se buscan fuera mejores ofertas, mejores sueldos, mejores oportunidades de promoción laboral. Y es justo que se busquen, ya que el mercado laboral asturiano no está para echar cohetes, menos con los tiempos que corren.
Curiosamente, la emigración es un camino de ida y vuelta. Hace poco se hablaba en prensa del Plan Deva, una especie de bolsa de trabajo que pretende poner en contacto a empresas y profesionales asturianos, la mayoría altamente cualificados, con ganas de volver a trabajar en casa. La noticia era «La crisis dispara las peticiones de jóvenes que quieren volver a Asturias a trabajar». La crisis es general, y ante tanta inseguridad laboral se tiende a buscar lo seguro, lo conocido.
Y también en estos meses, vuelve el turismo. Los que vivimos aquí evitamos poner un pie en Covadonga, o en la Ruta del Cares, o en alguna de las poblaciones de costa más atestadas… a no ser que vayamos con un amigo de fuera al que enseñarle nuestros lugares más emblemáticos. No importa, en realidad: nosotros lo tenemos todo el año, dejemos que los visitantes disfruten de su tiempo. Además, sumémosle la suerte de que Asturias atrae a un turismo relajado, nada que ver con las hordas que llegan al Mediterráneo en busca de sol y cerveza. Aquí ofrecemos bastante más sol de lo que dice el tópico (para sorpresa de más de uno); rutas culturales, paisajes protegidos, tranquilidad para el que la venga buscando y una oferta de ocio y gastronomía más que considerable.
Pero, encuestas en mano, una de las cosas más valoradas por el visitante es sentirse acogido. Aquí el turismo no es un extraño molesto que viene a invadirnos, sino un invitado al que seguro ganaremos para la causa. El que se va de aquí, se va contento. Hablará bien de Asturias y, si puede, volverá. Se siente, pues, como en casa.
Total, que en verano aumenta la población. Mientras en los centros del turismo cuesta encontrar sitio en una terraza, los pequeños pueblos se llenan de caras conocidas. Y cuando acaben los días libres, unos y otros harán la maleta con resignación, llenándola por cierto de productos típicos: comida de casa que en las grandes ciudades se recibe como delicatessen. Pero aún no es momento para despedidas. Acaba de empezar el verano y la temporada turística está en pleno auge.
Así que bienvenidos todos a Asturias. Están en su casa. §