Además de su cargo en el Colegio de Arquitectos, es el Presidente de Tribuna Ciudadana, lo que dice mucho de su espíritu crítico y de su implicación en la sociedad. Una actividad que también se refleja en su trabajo en el Colegio, reivindicando el papel y la valía de los arquitectos asturianos en los grandes y pequeños proyectos de la región, así como la importancia de una arquitectura sostenible e integrada en el entorno.
-¿Cuál es el papel del Colegio de Arquitectos?
-Queremos conseguir una voz unida de la profesión, que en España tiene una tradición muy larga y académicamente es más completa que en el resto del mundo, porque cuenta con la formación en dos profesiones: arquitecto e ingeniero. Algo que en el Colegio queremos proporcionar es precisamente acceso a la formación, porque en esta profesión la evolución es constante no sólo en los aspectos técnicos sino también legislativos.
-Desde el Colegio plantean la necesidad de hacer un planeamiento urbanístico de Asturias sostenible y con criterio. ¿De qué manera?
-No todas las opiniones valen lo mismo para todo. Como arquitectos tenemos una formación y se supone que deberíamos ser los más autorizados para opinar y trabajar. Hay temas que están claros: no se puede volver a caer en los fallos de los años sesenta y setenta, que han dado ejemplos como la costa de Levante o más recientemente Seseña, absolutamente fuera de escala. Curiosamente las operaciones más brutales de especulación que se han dado en este país suelen ser de una estética más que discutible.
Hay lugares especialmente delicados, uno de ellos Asturias. Esta es una región que ha tenido muchísima suerte de encontrarse con personas que en su momento impidieron que la costa se sacrificara, como ocurrió en el resto del país.
“Asturias tuvo mucha suerte de encontrar personas que impidieron que la costa se sacrificara, como ocurrió en el resto del país”
-¿Tenemos que recurrir a arquitectos de fuera para los grandes proyectos? ¿Eran necesarias obras como el Niemeyer o el Calatrava?
-Más que necesario, estas cosas son fruto de una voluntad. En el caso del auditorio de Calatrava está claro que no se eligió al profesional. Calatrava es arquitecto e ingeniero, pero realmente tiene vocación escultórica, y para eso hace falta espacio alrededor. Un auditorio en medio de Oviedo, entre torres altas, es muy inadecuado. Si se hubiera convocado un concurso el resultado al menos habría estado contrastado. En general creo que el hecho de convocar concursos siempre es positivo, pero en el caso de las grandes infraestructuras debería ser obligado, aunque sean de promoción privada. Es legal no hacerlo, pero no es bueno para nadie. Se podría haber hecho de forma más tranquila e infinitamente más económica.
-¿Y el caso de Avilés y el Niemeyer?
-Es distinto, porque estamos hablando de un proyecto con vocación de motor, que puede tirar de una ciudad. La referencia es el efecto que consiguió el Guggenheim en Bilbao. Hay que resaltar que aunque el anteproyecto fue un regalo de Oscar Niemeyer, luego el proyecto lo sacaron adelante dos arquitectos asturianos, Roberto Alonso y Javier Blanco (hijo), que llevaron el peso de la obra con la colaboración del estudio de Niemeyer en el diseño de las estructuras de cúpula y de bóveda, temas que conocen bien. Ahora todo depende de por donde vaya este tema.
En general, llamar a figuras de fuera porque sí no me parece el método. Creo que el arquitecto que mejor trabaja es el que conoce el entorno.