Es conocido en el panorama internacional por su trabajo como novelista, cuentista, cineasta… Cuenta en su haber con obras de prestigio como Un viejo que leía novelas de amor o la Historia de una gaviota y el gato que le enseñó a volar. En Asturias, además, se le identifica especialmente por su labor en el Salón del Libro Iberoamericano, que se celebra cada año en Gijón.
No son buenos tiempos para la cultura, por eso iniciativas como las del Salón del Libro Iberoamericano de Gijón, en el que Sepúlveda ejerce de director y maestro de ceremonias, merecen un cuidado especial. Con su continuidad aún sin confirmar, el autor hace balance de la última edición y defiende apasionadamente su importancia, más allá de su implicación personal.
–Historias de Aquí y de Allá es uno de sus últimos libros publicados, y fue presentado a principios de este año en la Casa de la Cultura de Mieres. En él aparecen personajes como el poeta uruguayo Mario Benedetti, el ecuatoriano Jorge Enrique Adoum y también el fotógrafo Daniel Mordzinski… ¿Es un libro autobiográfico y un homenaje a la amistad?
-Creo que todos los libros tienen algo de autobiográficos porque uno es la mejor referencia que tiene con la vida, y siempre la experiencia personal está presente, aunque se escriba una novela de ciencia ficción. “Historias de Aquí y de Allá” es un libro que reúne textos publicados en diferentes medios escritos de varios países del mundo entre 2006 y 2009. Además incluye un reportaje muy personal que publiqué en la prensa alemana en 1990, y en él cuento lo que fue mi regreso a Chile una vez finalizada la dictadura de Pinochet y mi exilio. Me gusta la definición de “un homenaje a la amistad”. Creo que es eso, porque hay en él una serie de homenajes a gente formidable que he conocido, y todos, sin excepción, han dejado una huella muy fuerte en mi forma de ser.
“Se me ha acusado de vivir de subvenciones del Ayuntamiento, del Principado de Asturias, hasta se ha llegado a decir que la casa que habito fue un regalo del Ayuntamiento y que dispongo de atracadero gratuito para mis yates. Lo más cercano a un yate que poseo es un bote hinchable para mis nietos”
-¿Por qué su literatura parece estar llena de perdedores? ¿Qué le parece interesante de este tipo de personajes?
-De muy joven aprendí que la historia de los vencedores la escriben los historiadores, y que la historia de la gente de a pie, de los perdedores, de las víctimas del poder, las escribían los escritores, los novelistas. Es cierto que todos mis libros están llenos de perdedores, pero de perdedores ilustres, de hombres y mujeres que, arriesgándose a pérdidas muy grandes, tuvieron y tienen sin embargo el valor de atreverse a decir NO, de intentar cambiar lo que les parece injusto. Pero esto no es nada nuevo; la literatura está llena de ilustres perdedores, y el más grande, el más digno de ellos es don Alonso Quijano que, aparentemente desprovisto del rango de Don Quijote de la Mancha, aunque yo creo que jamás dejó de ser el Caballero de la Triste Figura, desde su habitación ve como la chusma, el cura, el barbero, los ignorantes de entonces y de siempre, queman sus hermosos libros de caballería, su gran motivo de vivir. No hay en la literatura otra derrota mayor, y no hay perdedor más grande que él.
-Es Honoris Causa por la Universidad de Francia e Italia, Caballero de las Artes y las Letras de la República Francesa y ha recibido numerosos premios y reconocimientos internacionales a su obra y a su trayectoria literaria. ¿Ha cambiado el éxito su vida? ¿Qué significan para usted los galardones?
-El éxito es una palabra que detesto. No soy un vanidoso pero sé que tengo millones de lectores en el mundo y en más de cincuenta idiomas, pero yo sigo siendo yo, con canas, es cierto, algo más lento, es cierto, pero como mi vida siempre se ha sostenido sobre valores muy sólidos sigo siendo el mismo que empezó a escribir muy joven, y que quiso ser escritor a sabiendas de que se trataba de un camino largo y duro. Los reconocimientos, los premios, los recibo con gratitud y alegría. Por ejemplo, no puedo olvidar que en 1987 mi primera novela obtuvo el premio Tigre Juan, en Oviedo, un premio digno, limpio, no dado de antemano, y ese premio fue mi primer gran espaldarazo que recibí como novelista. Gracias a ese premio conocí a gente magnífica, a Juan Benito y Lola, a Pedro de Silva Jovellanos, a Antonio Massip, y a don Emilio Alarcos, el único sabio al que he frecuentado en mi vida, y del que aprendí mucho, porque era el más generoso de los eruditos.
“El Salón es un evento cultural querido por lo que es: un espacio abierto, respetuoso y democrático”
–Un viejo que leía novelas de amor ha sido su mayor éxito editorial y ha sido traducida a numerosos idiomas, además de ser llevada al cine. ¿Ha sentido la obsesión de publicar otro libro que tuviese igual tirón?
-Uno no sabe que ocurrirá con los libros, y yo no escribo pensando en las ventas. Me basta que su repercusión sea digna, de manera que mis editores estén en buena disposición para aceptar el próximo libro. Hace años escribí un libro cuyos destinatarios eran nada más que mis hijos. Me disponía a auto editarlo, una pequeña edición de cincuenta ejemplares ilustrado por un buen amigo, pero lo comenté con Beatriz de Moura, mi editora española, quiso leerlo, y así se publicó finalmente Historia de una gaviota y el gato que le enseñó a volar. Hoy, a finales de noviembre de 2011, y todavía dolido por la reciente muerte de otro gato, “Tigre”, un gato que nos acompañó durante catorce años, he recibido la edición número ochenta del libro, en español, y a eso hay que agregar las cuarenta ediciones en alemán, las setenta y dos en francés y las más de cien en italiano. También de este libro se hizo una película. Puedo citar otro libro, Patagonia Express que también ha tenido una estupenda bienvenida en todos los idiomas a los que está traducido. Ahora, acabo de publicar Últimas Noticias del Sur, apareció primero su traducción al italiano y la edición en español de Uruguay; la de España saldrá a fines de enero, y todo parece indicar que los lectores están recibiendo el libro con entusiasmo y cariño, y eso es lo mejor que le puede ocurrir a un libro.
-¿No cree que vivir de la literatura hoy día es un auténtico lujo, sólo para escritores supervivientes?
-Me temo que es así, pero esto no es culpa de la literatura. Los escritores que tenemos la fortuna de vivir de nuestros libros solemos tener un perfil bajo. Yo detesto el “ver y dejarse ver en los cócteles” que, aparentemente, es la condición que deben cumplir los escritores que viven en las grandes ciudades. Por desgracia, hay mucha gente que ve en la escritura una posibilidad de triunfo económico rápido, la idea de ser un autor de “best sellers” seduce a mucha gente, incluso hay en Madrid una escuela de bestselleristas, y lamentablemente hay gente que se lo cree. He tenido la fortuna de conocer y disfrutar del afecto de grandes maestros como Julio Cortázar, Jorge Amado, Jorge Semprún, y de ellos he aprendido que en este oficio se necesita un cinco por cien de talento y un 95 por cien de disciplina de trabajo. Ser escritor es sinónimo de disciplina, honestidad y paciencia, mucha paciencia.
-Este año, con el condicionante de las elecciones, se tuvo que cambiar para el mes de octubre la celebración de la XIV Salón del Libro Iberoamericano de Gijón. ¿Qué impresiones le ha dejado esta Edición 2011? ¿Qué aspectos han sido los más destacados?
-Creo que lo más destacable es que lo hicimos, pese al ambiente pre electoral cargado de otras preocupaciones muy legítimas, y al estado de ánimo bajísimo al que nos ha llevado la crisis económica. Como siempre, el Salón del Libro Iberoamericano de Gijón fue un llamado a mirarnos de orilla a orilla, y a defender la lectura como un derecho inalienable.
“El Salón del Libro Iberoamericano de Gijón fue un llamado a mirarnos de orilla a orilla, y a defender la lectura como un derecho inalienable”
-Muchos de los escritores participantes en los certámenes incluso vienen por cuenta propia, como su manera de colaborar con el evento. ¿Cómo deberíamos entender esta actitud, en un Salón con tanto prestigio nacional e internacional?
-El Salón existe porque, además del apoyo institucional que encontró en Asturias y particularmente en Gijón, ha encontrado el cariño y el entusiasmo participativo en una red de amigos que incluye editores españoles, latinoamericanos y europeos, escritoras y escritores, periodistas, agentes literarios y libreros europeos especializados en literatura iberoamericana. Como no soy ni un vanidoso ni un cretino, puedo decir con absoluta propiedad que el gran convocante soy yo y mi prestigio de escritor, y a eso se agrega la calidad y prestigio de los colegas asturianos que hacen de anfitriones.
Es cierto que muchos colegas se financian el viaje a Gijón. Hemos tenido amigos, como el gran escritor mexicano Rafael Ramírez Heredia, fallecido hace cuatro años, que conseguía pasajes para que pudiéramos traer a escritores de los países más pobres del continente americano, y Rafael jamás aceptó que se lo agradeciéramos en público, le bastaba con ser parte del Salón, un proyecto que de verdad unía las literaturas de las dos orillas. Hace seis años desde LibroLeón nos llamaron para que aportásemos nuestra experiencia organizativa y nos encargáramos de la parte infantil de esa feria. Nosotros no teníamos experiencia en esa materia, pero sí amigos del Salón. Nos bastó apenas mencionarlo a Daniel Devinsky, el editor de Quino entre otros, y a su esposa “Kuki”, que dirige la parte de literatura infantil de la Feria Internacional de Libro de Buenos Aires, para recibir un “para allá vamos” lleno de entusiasmo, y aportaron su experiencia valiosísima a nombre del Salón del Libro Iberoamericano de Gijón. El Salón es un evento cultural querido por lo que es; un espacio abierto, respetuoso y democrático.
-¿Qué aporta el Salón del Libro Iberoamericano a una ciudad como Gijón y por extensión a Asturias?
-Prestigio, algo que no se puede cuantificar de manera mezquina.
-¿Seguiremos teniendo el Salón del Libro Iberoamericano para el 2012?
-No hay nada totalmente definido. Al margen de las posibles dificultades económicas, de los recortes en cultura, comprensibles o no, ese debe ser un debate ciudadano. Debo indicar que estoy cansado, físicamente cansado porque es un gran trabajo, y anímicamente también, porque es duro tener que tragar sapos de gentes que en su vida han abierto un libro, y que por simple y llana mezquindad, ignorancia y paletismo en estado puro, no han cesado de lanzarme ataques y acusaciones. Desde que nació el Salón y en sus catorce ediciones, jamás cobré un céntimo por mi labor de director, mi declaración de Hacienda está ahí para el que la quiera ver, y los balances del Salón también. Vivo de mis derechos de autor, de mis conferencias, de mi prestigio en definitiva. Y más aún: de mi pecunio personal solventé parte de lo que costaron las primeras ediciones. Pero los ataques no han cesado y se me ha acusado de vivir de subvenciones del Ayuntamiento, del Principado de Asturias, hasta se ha llegado a decir que la casa que habito fue un regalo del Ayuntamiento y que dispongo de atracadero gratuito para mis yates. Lo más cercano a un yate que poseo es un bote hinchable para mis nietos.
En esta última edición del Salón, junto a Pilar del Río acudimos al centro Niemeyer de Avilés, para presentar la película “Pilar y José” un hermoso homenaje al gran José Saramago, fundador del Salón, la prensa local mencionó el hecho, y de inmediato aparecieron “las cartas de lectores” en las que se nos acusaba de “habernos forrado” por asistir al Niemeyer. Se comprenderá entonces mi fatiga, pero como también sé que me entusiasma promover la lectura, seguiré visitando escuelas e institutos asturianos en la medida de mis posibilidades de tiempo, o acudiendo a las hermosas iniciativas culturales a las que me invitan mis amigos de Mieres, Turón, Langreo, lugares en los que me siento muy bien y a salvo de la maledicencia.