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martes 19, marzo 2024

Mauricio-José Schwarz, escritor y periodista. Guía básica para ateos.

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Acaba de publicar ¡No, por Dios! (Ateísmo para principiantes) donde resume muchas de las inquietudes que lleva años exponiendo, tanto en el canal de vídeos El rey va desnudo como en su blog El retorno de los charlatanes, dedicado a desmontar fraudes paranormales y a promocionar el pensamiento crítico. Es parte de su faceta de divulgador científico, que se une a una variada labor como escritor, traductor, periodista y fotógrafo. En Asturias, Mauricio-José Schwarz es muy conocido por su participación en la Semana Negra de Gijón.

-¿Por qué una guía de Ateísmo para principiantes (Ed. Cazador de Ratas)?
-Yo soy ateo desde siempre. Hace unos cinco años empecé a hacer una serie de vídeos para responder inquietudes sobre el ateísmo, y sobre todo para criticar la religión organizada y su influencia en nuestras sociedades. La respuesta fue tanta, y de tanta gente, que me planteé desarrollar estos temas de forma más profunda, pero siempre en un tono muy divulgativo. Ya existe algún tratado de ateología, ése es el título de un libro de Michel Onfray, pero son libros para filósofos, o para gente de un nivel cultural mayor que la media; yo he querido explicar cómo piensa un ateo, cuáles son los elementos claves de la crítica a las religiones, y todo esto contado no tanto para el ateo, sino para la gente que no sabe qué es el ateísmo. Porque hay muchos creyentes que piensan que los ateos son los más malos del mundo, pero eso es absurdo: todavía nadie ha matado a nadie en nombre de que no hay Dios.

-¿El libro busca convencer a los creyentes?
-Toda lucha en contra de las religiones es una defensa de los creyentes: el creyente lo es por no tener opciones. En ese sentido, Richard Dawkins pone un ejemplo, que es que no se dice «este niño es socialdemócrata y este otro neoliberal, ése es comunista y aquel es monárquico». Sería ridículo, porque para un posicionamiento ideológico se necesita un desarrollo de las ideas personales que te lleva asumir una ideología a los dieciséis o dieciocho años. Pues con la religión ocurre lo mismo, pero el creyente en general -hay excepciones- está adoctrinado, se le han dado desde la niñez una serie de enseñanzas, que merecen ser cuestionadas como todas las enseñanzas de este mundo.

«Hay muchos creyentes que piensan que los ateos son los más malos del mundo, pero eso es absurdo: todavía nadie ha matado a nadie en nombre de que no hay Dios»

-La imagen de portada es Giordano Bruno, que fue quemado en la hoguera por no retractarse de sus ideas.
-Bruno era un librepensador, un cuestionador constante de la religión. La razón por la que es importante para mí no es tanto ésa, que también, sino que él plantea algo que es el anuncio de la ilustración que viene: reclamar la libertad de cuestionarlo todo, incluso el dogma más cerrado y establecido. Es un concepto esencial: yo puedo cuestionar a los dioses, a los reyes, a los dueños de las empresas, a los trabajadores, a los curas, a los mendigos, a todo el mundo y a todas las acciones e ideas.

-Pascal argumentaba que es razonable tener fe, aunque no se pueda demostrar la existencia o inexistencia de Dios: los beneficios de creer superan con mucho las desventajas.
-Ya, pero es que no se puede elegir creer. En realidad la iglesia, católica y judaísta, lo primero que hace es ordenar: «Amarás a Dios sobre todas las cosas». Pero yo no puedo amar voluntariamente, el amor es algo que ocurre, no lo puedes forzar. Y a partir de ahí te van pidiendo cosas que no puedes hacer: «No desearás a la mujer de tu prójimo». Pues chico, me lo pones muy difícil. ¿Cómo puedes no desear? Te están haciendo delinquir con el pensamiento, y eso es propio de las creencias.
Pascal hace lo mismo y dice «te conviene creer, por lo tanto cree». Pues probablemente me convenga, pero no puedo. Y además hay algo que él no se planteó: ¿en cuál de los dioses creer? Porque si crees en el Dios de la Biblia y resulta que el bueno es otro, tampoco te salvas.

-¿Por qué religión y razón nunca se han llevado bien?
-Por que la religión es la enemiga número uno de la respuesta más maravillosa del mundo: «no sé». Si algo nos enseñó la ilustración y la revolución científica es que por primera vez en la historia humana la respuesta «no sé» es la mejor de las posibles, porque permite que uno pueda plantearse averiguar más. ¿Por qué suben y bajan las mareas? ¿Porque Dios lo quiere así? Si uno inventa la respuesta, olvida la pregunta.

«Si algo nos enseñó la revolución científica es que la respuesta ‘no sé’ es la mejor de las posibles. ¿Por qué suben y bajan las mareas? ¿Porque Dios lo quiere así? Si uno inventa la respuesta, olvida la pregunta»

-¿La religión sigue siendo «el opio del pueblo»?
-Me encanta que lo mencione porque Marx no lo dijo en ese sentido nunca. La frase completa dice que es «la esperanza de los que no tienen esperanza, el bálsamo de los que sufren y el opio del pueblo». En ese momento el opio no se contemplaba como una droga maligna, tal como la vemos hoy en día, sino como un analgésico que impedía el dolor. Es cierto que en el siguiente párrafo Marx hace una crítica de la religión, pero en éste en concreto reconoce su calidad balsámica para quienes no tienen ninguna otra esperanza. Y lo es, pero también es un medio de opresión. «El hecho de que un creyente pueda ser más feliz que un escéptico es tan cierto como decir que el borracho es más feliz que el hombre sobrio», dijo Bernard Shaw. Que uno sea más feliz borracho no quiere decir que sea saludable, como la tranquilidad del creyente no es necesariamente buena.

-Las religiones también tienen un importante pasado de beligerancia, de enfrentamiento con modos de pensar distintos.
-La religión sigue siendo sobre todo una fuente de confrontación que contamina las relaciones humanas. Yo puedo gritar mil veces que la violencia contra la mujer no debe continuar, pero si un arzobispo y un imán, ambos en España, declaran que tampoco es para tanto, lo que yo pueda decir queda completamente desautorizado por esas figuras de autoridad. En ese sentido creo que la religión es fundamentalmente dañina.

-¿Hay miedo a la libertad, como decía Erich Fromm?
-No, no lo creo. Yo creo que lo que hay en ocasiones es comodidad. Ese tipo de preocupaciones son de filósofo bien alimentado. Yo dudo mucho que Fromm se lo hubiera planteado si hubiera tenido que bajar a la mina ocho horas diarias. Miedo a la libertad es un concepto tan extraordinariamente vago que todo el mundo lo puede llenar de sentido.

-Entonces ¿cuál es el miedo?
-Pues yo creo que hay más miedo a que el otro sea libre, especialmente desde el punto de vista de las religiones. Bertrand Rusell decía que el hombre teme a la libertad de pensamiento más que a ninguna otra cosa en el mundo. ¿Qué va a pasar si los jóvenes piensan libremente respecto al sexo? ¿Y las mujeres respecto al aborto? ¿Y los obreros respecto de su situación económica, los fieles respecto de lo que se les dice desde el púlpito…?

«La religión sigue siendo sobre todo una fuente de confrontación que contamina las relaciones humanas. En ese sentido creo que es fundamentalmente dañina»

-¿La libertad de pensamiento es la asignatura pendiente?
-Clarísimamente. Mira lo que hemos logrado en los últimos cuatrocientos años, que han sido revolucionarios en todos los sentidos, con un poco de libertad de pensamiento, limitada a zonas muy concretas de la geografía humana. Esto nos lleva a pensar ¿qué pasaría si en todo el mundo hubiera esa libertad? Creo que hay muchísimo que hacer, y muchas veces una complacencia por parte de cierta intelectualidad, con la idea de que la ilustración es una batalla ganada. Pero cuatrocientos años son muy pocos en la historia humana, y los cambios que hemos sufrido en la ciencia y en la tecnología no se reflejan forzosamente en nuestras relaciones sociales, en nuestra cotidianeidad. Un ejemplo es la violencia contra la mujer: el atavismo de que la mujer es una propiedad aparece en los evangelios, donde se la compara con un burro o con una casa, y esa violencia que puedes ver incluso en jóvenes es una tradición que se explica en siglos de sumisión. Y ésta es una batalla de la ilustración, la misma batalla de las primeras mujeres que exigieron entrar en las universidades en el siglo XVII, y sobre todo en el XVIII.

-¿Qué acogida está teniendo esta guía de ateísmo por parte de los lectores?
-El resultado está siendo bueno, teniendo en cuenta además que se trata de una editorial pequeña y joven. He visto mucho interés por parte de la gente y que a los creyentes les produce sorpresa. También he notado que muchos acuden a las presentaciones simplemente para poder hablar de este tema. Mi impresión personal es que en su vida no encuentran un espacio donde hablar de esto, bien sea en familia, en el trabajo, en el grupo de amigos. No está en el debate público el asunto de las creencias y su papel en las relaciones entre los seres humanos, y pienso que es urgente volver a ponerlo entre las preocupaciones principales. La gente tiene la necesidad de debatir sobre esto.

-¿Ha recibido alguna amenaza por este tema?
-Todavía no, pero es esperable. He recibido muchísimas amenazas a lo largo de mi vida por meterme con distintos negocios preternaturales, esotéricos y místicos, aunque afortunadamente nadie ha tratado nunca de llevarlas a cabo. Cuando la gente se siente afectada en lo más profundo y no puede defender su postura con argumentos acude al recurso fácil del «te voy a matar». Son baladronadas que revelan el vacío de reflexión en quienes manejan las creencias como única ancla con la realidad.

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