No sólo la sidra, sino también la cultura que rodea a esta tradicional y emblemática bebida asturiana, quiere ser reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad. El Principado prepara una ambiciosa candidatura que espera contar con el apoyo de prestigiosas firmas, y una importante movilización social.
Antes del día 31 de marzo de 2014 tiene que estar presentada toda la documentación ante este organismo de Naciones Unidas. Esta distinción reconoce aquellas expresiones culturales o sociales que pueden «ser crisol de la diversidad cultural y la conservación de la misma, y de una garantía de creatividad permanente». La Consejera de Agroganadería, María Jesús Álvarez, está convencida de que la cultura sidrera cumple todos esos requisitos.
A estas alturas nadie duda de que la sidra es una bebida típicamente asturiana, natural, diurética, refrescante, popular y para tomar en compañía. Pero la sidra es sobre todo una cultura. Tiene un marcado carácter social, se bebe en familia y en compañía de amigos que en esta tierra y dado el carácter de las gentes, son fáciles de conseguir. Está presente en rituales y festejos, así como tradiciones orales, paisajes culturales y oficios tradicionales. Tomarla no es sólo un rito placentero, sino una forma de compartir y de crear lazos; por eso entusiasma a las gentes y honra con su presencia a toda fiesta asturiana que se precie. Ya lo decía Francisco Luque: «En el rincón más remoto una fiesta has de encontrar, no te faltará la sidra, tampoco con quien bailar».
La sidra, además de ser un símbolo cultural, tiene un peso industrial y económico en la región.
Es una bebida con un fuerte arraigo cultural, que a día de hoy sobrevive sin campañas de publicidad en un lugar donde se consume casi el 90% de lo que se produce. Eso da una idea de hasta qué punto forma parte de la vida de los asturianos. Es, además de un símbolo, un importante reclamo turístico -qué visitante se resiste a tirar un ‘culín’-, y un recurso industrial y económico para la región.
En Asturias hay 93 llagares, que en 2012 produjeron 16,5 millones de litros de sidra espumosa, 26 millones de sidra natural y 180.000 millones de litros de mosto. Los 25 elaboradores que pertenecen al DOP utilizaron casi dos millones de kilos de manzana de la cosecha del pasado año, con los que elaboraron 1,5 millones litros de sidra. Una cosecha que va camino de convertirse en «excelente», según el Consejo Regulador. La sidra y la manzana suponen en estos momentos un 4% del PIB de la región y el 9% del valor añadido industrial del Principado.
Pero la sidra también es futuro y ha sabido reinventarse a sí misma, sorprendiendo con nuevas propuestas que empiezan a tener proyección también fuera de nuestras fronteras. Con buena acogida se ha presentado la Sidra de Nueva Expresión, pensada para competir con el vino blanco -se sirve en copa y sin escanciar-, y la Sidra Natural Espumosa o Sidra Brut -con mayor graduación que la natural y elaborada como el cava, una especie de champagne de manzana-.
Dicen que la sangre en Asturias no es roja sino dorada, que circula por toda la región sin dejar ni un sólo rincón sin su aroma, sin su aporte de vida. Su bombeo llega a todos los corazones desde una cierta altura, creando un estilo y llenando de orgullo a los que presumen de asturianía. Por éstas y otras razones, la cultura de la sidra prepara su candidatura para ser Patrimonio de la Humanidad.