Viajo un sábado por las cercanías de Vegacervera y oigo en la radio noticias sobre el verano gijonés, un programa nacional de Onda Cero comenta que se celebran el 15 de agosto «las fiestas de San Lorenzo» y como consecuencia de ello se organiza, en el marco de la feria taurina, una escuela de tauromaquia para niños, en la playa.
La locutora explica que a la gente no le ha parecido bien, se han dado protestas y, lógicamente, la actividad se suspende. Han interpretado bien los hechos, pero les han faltado conocimientos del santoral, el 15 de agosto celebran los católicos a su Virgen, la fiesta de San Lorenzo es unos días antes, el 10. Este santo sufrió un horrible martirio, fue asado vivo, sin embargo no es patrón de los parrilleros, aunque sí da nombre a la playa más conocida de Gijón; puede que de ahí venga la confusión de la comentarista de la radio.
Sucesos que no sorprenden, habida cuenta la personalidad del concejal gijonés de Cultura: un hombre que, para promocionar los nuevos valores musicales, se contrata a sí mismo en la primera edición del Arco Atlántico; que, pese a su título de magisterio, es capaz de organizar un evento en el que se enseña a los niños a torturar animales y a la par es incapaz de comprender que las quejas por la actuación de un grupo hebreo son una forma pacífica de protestar por la masacre de Gaza. Una su colaboradora defiende la presencia de Sheketak porque «estamos abiertos a todas las culturas», y para que lo entiendan, a su petición, la policía le abre, diligentemente, la cabeza al exconcejal Churruca, que la cultura con sangre entra. No es de extrañar con tales representantes políticos que, a pocos metros de allí, un hotel que domina el Paseo de Begoña, que reiteradas veces da trabajo a esta columna, siga impertérrito anunciándose con una gran falta de ortografía.
Claro que no se puede decir que la competencia del concejal forista merezca grandes elogios, la Candidata, ese curioso personaje PSOE que nos llena las páginas, criticaba cierto día en facebook a una diputada popular, copio sin añadir nada más que puntos suspensivos para acortar el párrafo: «esta señora -(por definirla)…,,si fuera del p,p, pasaria verguenza de ella… ,, la prepotencia de dicha sosodicha,… ,,que mire a su papa…» Un compañero suyo me facilitaba un acta con la que el Ayuntamiento de Langreo pretendía enmendar unos errores constructivos: «…terminada y decepcionada la obra por parte de los Técnicos Municipales y dentro del Plazo de garantía, surgieron defectos que deben ser subsanados, concretamente deficiencias en los alcorques del citado parque». Se sugieren las medidas a aplicar y se conviene que, bien rematadas, se pagaría, «cuando los Técnicos Municipales presten su conformidad…se abonará el total del precio cuando se recepcionen las obras»; ahora sí.
Pequeños errores mecanográficos que pueden originar impensadas consecuencias. Voltaire, señor serio, ve como una de sus obras, altamente recomendable aún hoy, hace un comentario desafortunado por culpa del copista. «Tratado de la tolerancia», pág. 78, cuenta un hecho en el que los filisteos querían hacerse perdonar una tropelía bíblica»…y ofrecieron a Dios cinco ratones de oro y cinco anos de oro también». Claro que, a veces me asalta la duda, porque yo interpretaba que se refería a «asnos», igual que antes habían ofrecido vacas, pero habida cuenta de que los había castigado «con una enfermedad secreta parecida a las almorranas» lo mismo se trata de una obra de arte figurativa y no de una errata.
Encontrar la rata, se ha convertido en un bonito juego escolar. Me cuenta mi buen amigo Ramiro Pinto, leonés de adopción, que en el Colegio Público La Granja, la activa asociación de padres y madres, colocó un belén en el que incorporaban objetos anacrónicos y animaban a niños y parientes a encontrar la errata, es decir, qué estaba fuera de lugar. El primer año fue descubierto un buzón de correos; la actividad tuvo tanto éxito, originó tal número de visitas, que se ha convertido en tradición y competición, la gente del barrio acude a «buscar la rata«. Nos contaba la anécdota en una cena en su casa, después de que, en el Ateneo Varillas hubiéramos presentado conjuntamente un vídeo de Fernando Suárez sobre el 22 M. Al día siguiente nos enseñó el León cultural que no viene en las guías; el responsable del Bar Valdesogo (se traspasa), nos obsequió con una anécdota con multa de tráfico incluida, mientras su señora nos preparaba morcilla y pulpo. El hombre se vio sorprendido por la sanción, camino de Villamanín, indignado además porque la Guardia Civil no hubiera parado a otro que iba más rápido, que ya lo iba controlando él, «mirando por el espejo televisor«.
Quiero cerrar hoy con sonrisa de cosecha ajena. Una amable corresponsal me envía recortes de un libro llamado «Desorden en el tribunal», con anécdotas de juicios; como no lo conocía he buscado la procedencia, que me lleva a un blog llamado «Curiosón», obra de Froilán de Lozar, el cual propiamente asegura «Este blog no comercia con la historia y las imágenes de terceros. Cita a los autores y fuentes consultadas y comparte la información»; criterio con el que estoy de acuerdo, por lo que sigo buscando y llego al origen, «Disorder in the court» de Charles M. Sevilla, que tiene unos cortes publicitarios en la Red. Respeto la traducción que ha hecho Froilán, ¡que Vd. lo sonría bien!
«Abogado: -Doctor, antes de realizar la autopsia, ¿comprobó el pulso de la víctima ?
Testigo: -No.
-¿Comprobó su presión arterial?
-No.
-¿Comprobó su respiración?
-No.
-Entonces, ¿es posible que la víctima estuviera viva cuando comenzó la autopsia?
-No.
-¿Cómo puede estar tan seguro?
– Porque el cerebro de la víctima se hallaba en un recipiente, sobre la mesa.
-Pero, ¿podría estar viva?
-Sí, es posible que estuviera viva… Y estudiando Derecho en la misma facultad en la que usted se graduó.»
