Sus muñecas de cerámica son conocidas y valoradas, incluso fuera de nuestras fronteras. Carmen Montes trabaja en ellas en su taller «El Migayu» de Cezosu (Nava), sin dejar de lado la experimentación con nuevos materiales y formas.
Carmen Montes acaba de mudarse buscando la tranquilidad y la naturaleza. Se confiesa urbanita, «pero tampoco podría vivir sin un prado cerca». En su nueva ubicación trabaja en sus ya clásicas muñecas, aunque su trabajo va mucho más allá, reivindicando el valor del artesano ceramista como creador y trabajador.
-¿De dónde te viene la vocación?
-Es complicado de decir. Yo, sin haber visto nunca a alguien que viviese de la cerámica, ya sabía que iba a tirar por ahí, pero de una manera muy inocente. Ésta es una profesión bastante inestable, así que tienes que dedicarte a ello por algo muy potente. Indudablemente tienes que prepararte y estudiar mucho, y aún así no llega con estar en un taller con una producción viable: después tiene que gustarle a la gente, tienes que contactar con tiendas, tú eres la secretaria, la tesorera, las relaciones públicas… Llevar un taller de cerámicas requiere mucho trabajo, preparación y un montón de suerte.
-«La Cachita» es el nombre de una muñeca muy importante para ti. ¿Fue el origen de que empezases a hacer muñecas negras?
-Yo siempre fui muy «muñequera», y de pequeña mi padre, que estaba en Alemania, vino con dos muñecas: una esquimal, blanca, muy guapa, y otra negra como un «cacho» de carbón, preciosa, regordeta, de goma, con un biquini amarillo y unos aretes. Era tan distinta a todo… Por eso «La Cachita» es importante sentimentalmente hablando, y todavía la tengo.En realidad las muñecas tienen una trayectoria larga y son una mezcla de todas las culturas. Por ejemplo, y aunque son negras, mucha gente las llama chinas porque tienen los ojos rasgados.
«La palabra artesanía está muy devaluada, y es importante revalorizarla. Me gusta que la gente respete mi trabajo, aunque no lo entienda».
Fotos muñecas de cerámica: Taller El Migayu
-¿Cómo planteas el trabajo en tu taller?
-Yo diseño y hago todo, así que cada pieza es mía. Si tú vinieses a trabajar conmigo, la pieza que hicieses sería tuya. Porque mi taller también es abierto y me encanta trabajar con distintos ceramistas. Creo que a veces estás en tu mundo, echas muchas horas, y coges manías, así que es estupendo intercambiar.
-Además de las muñecas, ¿qué tipo de piezas creas?
-Hago muchísima escultura y mucho mural, y me encanta la búsqueda, los nuevos materiales. Este es un campo inmenso, hay que prepararse mucho, investigar, hacer cursos, y a mí me gusta aplicar todo lo que voy aprendiendo.
De todos modos, la muñeca es algo muy fuerte, es la pieza protagonista en el taller y la gente viene buscándolas. A veces tengo que descansar y las dejo, pero siempre acabo retomándolas, además repercute bien en la economía.
«Las muñecas tienen una trayectoria larga y son una mezcla de todas las culturas. Aunque son negras, mucha gente las llama chinas porque tienen los ojos rasgados»
-¿Tienes mercado fuera de España?
-Sobre todo mexicanos y argentinos. Aunque visito muchos países de Europa, nunca me he lanzado porque es un mercado distinto.
-¿Es un buen momento para la artesanía?
-Ahora mismo la palabra artesanía está muy devaluada, y para mí es importante revalorizarla, porque hay mucho transfondo. Me gusta que la gente respete mi trabajo, aunque no lo entienda. §