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lunes 16, septiembre 2024

Maider López, la cerámica del alma

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Maider modela el barro a golpe de corazonada y enseña a otros a disfrutar con una práctica artesana que, además de creativa y divertida, puede llegar a ser sanadora, como ella misma ha experimentado.

Su DNI dice que nació en Bilbao, pero desde los tres meses respira Asturias por los cuatro costados. Primero fue vecina del barrio gijonés de La Arena, luego residió en Moreda y ahora desarrolla su faceta más emprendedora en una casa de campo en El Cutu, en Siero, la misma morada que tras unos cuantos arreglos acoge ahora su taller cerámico.

La frase “Aquí hacemos mierdas maravillosas” recibe a quienes llegan al taller de esta artesana. En sí misma es toda una declaración de intenciones, pues para la ceramista lo importante es conducir a sus alumnos a través de todo lo que enseña la arcilla y el trabajo con las manos, con independencia del resultado.

-Hace unos años tomaste la decisión de dejar un trabajo seguro en una multinacional y emprender como ceramista. ¿Qué te llevó a dar ese paso?
-Los cambios tan heavys se hacen por dos razones fundamentales, primero, porque a lo largo del tiempo racional y conscientemente ves que necesitas un cambio porque donde estás no estás bien y, segundo, hay veces que es como que la vida ya te empuja y piensas: lo tomas o lo tomas. En mi caso fue un poco mezcla de las dos. Tenía unas circunstancias laborales que no eran las más adecuadas y, de repente, un día estaba en medio de una reunión comercial y poco después me vi en una ambulancia camino al hospital de la ansiedad que tenía. Estaba en el suelo y no me podía levantar, mi cuerpo dijo que hasta aquí habíamos llegado y entonces pensé: ¿qué estoy haciendo con mi vida? Una se cree que puede con todo, pero llega un día en el que el cuerpo te dice que no es así y que este papel que estás queriendo llevar no te está funcionando. Terminé cogiendo una baja por ansiedad y cuando me reincorporé a los cuatro meses, me di cuenta que ya no podía seguir con lo mismo. A veces, cuando estás en un círculo tóxico, necesitas salir del mismo durante un tiempo para poder valorarlo con más claridad, porque cuando estás dentro, justificas todo y te echas la culpa a ti misma.

-¿Por qué la cerámica y no otra actividad?
-Al principio pensé en irme a la competencia en una empresa similar, pero tampoco quería volver a lo mismo y llevaba al menos cinco años haciendo cerámica como método de conexión conmigo misma, de autodisfrute y de quererme. Así que quise intentarlo, si otra gente podía hacerlo, ¿por qué yo no iba a poder? El problema es que al estar pasando un momento difícil estaba débil a nivel de energía y plantearse un proceso de emprendimiento era difícil, pero me armé de valor y llamé a Recursos Humanos para decirles que me iba. Fueron bastante amables conmigo; la realidad es que en los diecisiete años que estuve en la empresa, aunque no fueran las mejores condiciones para mí, aprendí muchísimas cosas y toda esa experiencia también me ha ayudado en este nuevo proyecto.

-¿Las cosas sucedieron cómo esperabas?
-No, a la semana siguiente de anunciar que me iba ya estaba metida en lo nuevo, pero al hacerlo me di cuenta de que en realidad no tenía ni idea y que ya no había vuelta a atrás. Cuando vas a un taller a aprender, tú allí lo encuentras todo preparado, el barro, los esmaltes, los hornos, y todo parece fácil, pero resulta que no es tan sencillo como parece; quienes te enseñan hacen que sea sencillo.

-¿En ese momento empezaste a notar la soledad?
-Ahí es donde te enfrentas a tus propios demonios, pero como la ilusión era tan fuerte y a medida que iba pasando el tiempo iba recuperando esa energía que había perdido, cada vez me fui viendo más capaz. Lloré mucho, pero es normal cuando uno empieza un proyecto, porque tienes unas expectativas iniciales que luego tienes que ir modificando y adaptando a la realidad. El oficio no se aprende de un día para otro, aprendes el ABC para hacer las primeras piezas, pero saber mucho más se consigue a base de tiempo, no hay otra forma. A base de formarte y de poner en práctica lo que aprendes, a base de muchos errores, de muchas piezas mal acabadas, pero siendo muy constante, al final, lo consigues. Si tuviera que hablar con la Maider de diez años atrás y le dijera lo que iba a hacer, me respondería que ¡ni de coña!

-¿Cuándo empezaste a tener una estabilidad laboral y cierta tranquilidad?
-Consigues cierta tranquilidad cuando empiezas a tener una estabilidad económica, porque en mi casa no había otros ingresos; y la estabilidad la consigues porque ves que el resultado es vendible, que la gente lo valora y que eso te está permitiendo pagar tus facturas. Ahí es donde encuentras cierta tranquilidad, porque cómo autónomo no la tienes nunca. Es muy frágil, ahora va bien, mañana va mal. De hecho, lo único que echo de menos de lo anterior es la nómina de cada mes.
Hay muchas razones por las que no estás nunca tranquila, pero en mi caso el estrés está muy compensado por todas las endorfinas que produce mi cuerpo. Lo que estoy haciendo me hace sentir tan viva que lo compensa; el día que esto no sea así ya me plantearé otras cosas u otra forma de vida.

-He leído en varias ocasiones que el barro produce una atracción grande ¿llega a ser adictivo?
-Sí, (ríe) cuando doy las charlas a la gente que viene nueva siempre les digo que existe una relación tóxica con la cerámica, porque tú dedicas un montón de horas y el proceso es lento y largo en el tiempo, sobre todo si son piezas especiales. Y cuando lo metes al horno estás deseando conocer el resultado y hasta que no lo abres no sabes cómo va a quedar, porque cuando esmaltas no ves el color final de la pieza. Por eso, cada vez que abro tengo mariposas en el estómago. Es como si el horno fuera mi amante, y el problema o la virtud es que a veces lo que encuentras es una mierda porque se ha estropeado o es realmente precioso, sobre todo cuando trabajas con cosas nuevas. Esa alternancia entre lo que sale bien y lo que sale mal es lo que hace que te enganches, pero en este caso es algo bonito porque el proceso de fabricación también te ayuda a practicar la introspección, a dejar fluir lo que tienes en el interior y a perder la noción del tiempo. Mientras estás tan inmerso en ese punto te sientes más tú mismo, es muy satisfactorio y me atrevo a decir que es sanador.

-Ya has mencionado en alguna otra ocasión el poder sanador que tiene el barro, ¿en base a qué crees que funciona este poder?
-Por las distintas facetas del barro. Un porcentaje de gente siente que al empezar a tocar la tierra se vincula a los ancestros, es esa conexión con la tierra que también tenían nuestros abuelos en la huerta. La arcilla, al fin y al cabo es tierra, es barro, pero formado por partículas de una granulometría determinada que es lo que la diferencia de la arena o los limos. Cuando lo tocas estás tocando algo que está muy ligado al ser humano, porque en todas las civilizaciones tienen restos de cerámica. Desde un punto de vista trascendental, es algo que nos conecta con el linaje humano.
Luego está el hecho de utilizar las manos. Así como en otras manualidades usas el pincel para pintar o el hilo para coser, en la cerámica son tus manos las que participan plenamente en el proceso y ese movimiento motor de las manos a la hora de crear algo es todavía más favorecedor en esa práctica de la introspección. Los psicólogos dicen que es mejor escribir manualmente que de otra forma porque activa distintas partes del cerebro, y aunque dependerá de los estudios que se hagan, pienso que en el caso de la arcilla también puede influir el movimiento de las manos en esa cierta sanación.
Creo que es sanador porque también te ofrece una perspectiva de ti mismo hacia un proceso de fabricación de un objeto; hay una serie de cosas que la cerámica te obliga a ir adoptando si quieres tener ese resultado fantástico. Ver cómo enfocas cada uno de los problemas que te encuentras, hacer las cosas despacio, aprender a gestionar la frustración para no meter prisa… eso ya no es solo sanador, también es bonito. Cada uno tenemos nuestras propias miserias, nuestras propias urgencias y necesidades, y está bien ir tomando consciencia para no tener tanta frustración por la vida, aceptarla tal cual y poder ir siendo cada día más feliz.

-¿Tener en tus manos las piezas que has creado contribuye a mejorar la autoestima?
-Sí, y en los inicios cualquier persona que empieza con la creación necesita resultados porque quiere validarse a sí misma. Después de un periodo en el que ya has visto que eres capaz es cuando realmente sale el momento de creación, porque lo haces sin expectativa de un resultado que satisfaga tu ego, simplemente quieres disfrutar del proceso. Por eso una de las máximas que tenemos escrita en el mural del aula de nuestro taller es: “Aquí hacemos mierdas maravillosas”. El objetivo es bajar la expectativa de la mente, que es la que está deseando demostrar algo porque necesitamos sentirnos válidos dentro de una comunidad. Cuando te olvidas de esa expectativa entra en juego el niño que llevas dentro y ya vamos a jugar, y ahí es donde realmente es sanador. Entonces te permites el lujo de poder ser tú misma, independientemente del resultado.

-¿Lo que aprendes en un taller es útil para la vida fuera de él?
-Claro, porque, por ejemplo, tienes un encargo de diez platos que haces con todo el amor del mundo para un cliente, y cuando vas y abres el horno te encuentras que en vez de ser verdes, son azules. ¡Vaya disgusto!, porque además de la pérdida de tiempo, tienes que decírselo al cliente; pero esta experiencia te está enseñando que hay unas reglas del juego que no puedes crear a tu gusto y en la vida ocurre lo mismo, tienes que aceptarlas tal cual. Y el primer paso es la observación, cambiar el llorar por la comprensión del proceso y el adaptarte a aceptar la situación para luego poner medidas de acuerdo a la situación real, no a la expectativa que tú te habías creado. Lo difícil es acertar a la primera y normalmente lo que hacemos es fustigarnos, pero normalmente las cosas no salen bien hasta que no sepas cómo funcionan.

-Fue un cambio de color no esperado, ¿qué otras cosas pueden salir mal?
-El barro es un elemento frágil desde el principio hasta el final y son muchas las circunstancias que pueden suceder en un proceso en el que hay que dar muchos pasos. Las piezas se pueden agrietar en el secado, puedes romperlas en el traslado sin querer, te puedes equivocar con el esmalte a utilizar o puede ocurrir que el horno ese día no tenga suficiente tiro y trabaje sin oxígeno en la cocción variando el color esperado de las piezas. Puede suceder que se peguen las piezas entre sí, que se peguen a la estantería, que hayas utilizado una arcilla de temperatura más baja a una temperatura más alta y entonces se estropea todo o que reviente una pieza en el horno que no esté suficientemente seca. En general, estamos muy acostumbrados al “quiero esto y lo tengo”, pero aquí las cosas no van así y también es parte de su encanto, porque al final das más valor a lo que es difícil.

-¿Los alumnos aprenden rápido a aceptar el resultado?
-Sí, el momento de abrir el horno es una fiesta, porque llevan trabajando las piezas un montón de tiempo y, de repente, llega el resultado y es cuando damos hasta saltitos de alegría. Lo pasamos muy bien, aunque a veces sale algo mal y entonces aplicamos el Cataclán, un invento del taller que empezamos a hacer gracias a Valentina, una alumna. En el momento en que vemos que hay una pieza que no ha salido bien y que no se puede buscar un plan B para ella, la tiramos al suelo y la entregamos al santuario de las piezas perdidas. No le vamos a dar más importancia de lo que tiene, cataclán, nos grabamos en vídeo y nos reímos con ello.

Taller de cerámica impartido por Maider López
Taller de cerámica impartido por Maider López.

-¿El barro crea comunidad?
-Sí, mucho. Los grupos dan un punto más al poder sanador del barro, porque viene gente con un mismo perfil, gente que quiere hacer cosas con las manos y pasárselo bien, generalmente son perfiles muy generosos y se crean grupos muy alegres. Mientras estamos en el taller aplicamos una misma política, la de: haz tu mierda maravillosa, es decir, voy a ser yo y mostrarme tal cual soy. Y así se crea una comunidad enriquecedora simplemente por el hecho de cada uno participa sin tener que demostrar nada.

-Personalmente, ¿qué te ha supuesto la enseñanza?
-De partida yo no pensaba dar clase, mi idea era montar un negocio de urnas funerarias, pero llegó la pandemia y no había dónde vender, y un día aparecieron un par de personas que me conocían y que querían que les diera clase. Como tenía un porche al aire libre empecé y descubrí que me encantaba. Ahora disfruto muchísimo de los éxitos de cada uno de mis alumnos, disfruto de sus procesos de aprendizaje, de sus caras de alegría cada vez que abrimos el horno y ven los resultados. No puede ser más satisfactorio, es mágico. Y aunque no hay ningún trabajo que sea perfecto o maravilloso al cien por cien, yo no puedo pedir más.

Alumnas en el taller de Maider Arte Cerámica de El Cutu, en Siero.
Alumnas en el taller de Maider de El Cutu, en Siero.

-¿Quién iba a imaginar que el día que decidiste jugar con tu hijo a modelar el barro marcaría tu nuevo rumbo?
-Sí, es curioso cómo la vida dio la vuelta de esa forma. Empecé en aquella época para conectarme con mi hijo, porque no estaba bien a nivel personal y entonces conocí algo que me hacía sentir bien sólo por el hecho de tocar el barro. Era algo que me permitía jugar y no tener que hacer algo práctico, que parece que siempre tenemos que hacer cosas útiles. Con esa intencionalidad empezó todo y lo último que pensé fue que acabaría trabajando y viviendo de esto, convirtiendo mi casa en un taller y consiguiendo que la gente viniera a aprender a mi casa. Eso sí, costó porque fueron dos añitos trabajando con pico y pala.

-¿Lo tuyo es ir de aventura en aventura?
-Sí, pero te cuento que hay una parte de mí que tiene cierta inconsciencia y ahora estoy muy agradecida a ella, porque si llego a saber a todo lo que me tenía que enfrentar, a lo mejor me lo hubiera pensado más y hubiera buscado otra forma de sobrevivir. En este caso, en la decisión de coger la casa y montar el taller, la inconsciencia estuvo muy partícipe.

-¿A quién arriesga más se le abren mayores oportunidades?
-Claro, y arriesgas mucho porque te pones en un lugar que no sabes cómo va a funcionar y siempre tienes miedo. Además, las circunstancias del principio no son tan halagüeñas como pensabas y tienes que enfrentarte a esto, pero el hecho de no tener otros recursos también te lleva a hacerlo. Y hay que aceptar el fracaso, es importantísimo. Para mí, una de las claves de la decisión de dejar el trabajo y montar el taller fue aceptar el fracaso como una posibilidad, y entender que con el fracaso no me iba a perder a mí misma, todo lo contrario. El fracaso ha sido una de las cosas más maravillosas que he podido conseguir en mi vida, porque al fin y al cabo me he demostrado a mí misma que soy capaz de hacer todo aquello que yo me planteo.

-¿Qué has encontrado en esta otra parte del camino?
-Ese autodescubrirme de nuevo, verme haciendo cosas nuevas, conectarme con la niña que ya no sabía dónde estaba, tan encorsetada en las figuras que tenía que representar, y ahora he vuelto a ser yo, a poder mostrarme tal cual soy. Eso no tiene precio a nivel de crecimiento personal. Es un aprendizaje, sé que lo puedo hacer, solo que necesito el tiempo suficiente, la constancia, la disciplina y cuidarme mucho para conseguir lo que quiero conseguir.

Piezas Maider Arte Cerámica

-Las crisis y los fracasos ¿son las grandes oportunidades para dar un cambio?
-Claro, porque uno se hace un esquema de cómo es la vida y tú llevas la vida a ese esquema, pero eso no se sostiene en el tiempo porque es un esquema irreal. Ahí es donde entras en un estado de dificultad y cuando piensas: si sigo así, esto se rompe. Así que la vida misma te obliga a recomponerte cuando el esquema inicial del que partías no es el que se adapta a la realidad de la vida.
Pero te tiene que llegar tu momento, ese punto de maduración o esas circunstancias externas que te inviten a dar ese paso, porque el miedo tiene tanto poder sobre ti que te anula y evita que juegues. Y la vida es inseguridad constante, incertidumbre constante, no puedes tenerlo todo controlado. Si quieres tenerlo todo controlado, terminas enfermando porque es imposible. Además, ¿miedo a qué?, ¿a fracasar? El fracaso es que tengas muchísimas ganas de hacer algo y que no te permitas hacerlo, ese es el fracaso.

-¿Utilizas alguna técnica determinada para tus creaciones?
-La verdad es que soy una mujer flower power con bastante caos dentro, con lo cual suelo probar muchas cosas antes de decidirme por un estilo concreto. En este momento estoy más focalizada en las clases y un poco menos a nivel de creación personal, aunque en este terreno me gusta la joyería marcada por el entorno natural, con motivos de flores, hojas, etc.; siempre cosas que parten de mi propia creatividad. No me gusta ver piezas en Pinterest, para no meter estilos ajenos a mí de forma subconsciente. Mis piezas tienen mucho color y me gusta mucho jugar con esmaltes propios; en realidad mi línea de creación personal es una continua experimentación, un camino apasionante en el que no acabas nunca de aprender. Y no solo experimento yo, a mis alumnos les encanta entrar en el juego y siempre hay quien tiene ese espíritu aventurero que no está tan centrado en el resultado final.
Otros compañeros del mundo cerámico me dicen que tengo que definir mi línea de trabajo, pero yo no puedo hacer siempre lo mismo. Puedes definir una línea de trabajo comercial que ves que funciona yendo a mercados y lógicamente la mantienes, pero la mantienes porque se vende.

-Acabas de estrenar un horno de mayores dimensiones ¿se abren horizontes nuevos?
-Sí, porque es abrir otra dimensión más a la creación, que es el tamaño, al tener un horno mucho más grande no estoy condicionada y puedo crear cosas de tamaño considerable. Tengo una alumna que quiere hacer un burrito, y vamos a ver cómo se hace porque nunca me metí con piezas tan grandes y seguramente tendrá otras características.

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