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viernes 29, marzo 2024

Vegadeo. Destino comercial y natural

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La villa comercial de Vegadeo se combina con un entorno natural, para dar la bienvenida tanto a los vecinos que se acercan a comprar desde concejos circundantes, como a los visitantes en busca de descanso.

En Vegadeo todavía se saborean los encantos de un siglo XIX esplendoroso en la villa, que crece alrededor de la alameda, a la que asoman el ayuntamiento, y la iglesia, y donde encuentra acomodo un kiosco de música octogonal. Muchas de las edificaciones tienen terrazas acristaladas, lo que confiere mayor sensación señorial, mientras en los bajos se reparten multitud de comercios, cafeterías y otros servicios que son un importante reclamo para los alrededores.

Entre los ríos Suarón y Monjardín, que atraviesan Vegadeo para ir a desembocar a la Reserva Natural de la ría del Eo, se dibujan avenidas y calles, el recinto ferial, polideportivo municipal, la capilla de la Cal e incluso el área recreativa de Noveledo. El resto del concejo es una suma de naturaleza y tradición, que se palpa tanto en los pueblos como en los caminos que hoy se han reconvertido en rutas de senderismo. Así, en el pueblo de Meredo destaca tanto su iglesia parroquial como el mazo hidráulico excepcionalmente conservado, que se acciona por la fuerza del río Suarón. Junto a él, en la misma edificación hay una fragua en la que antaño se hacían herramientas. Al lado se levanta un molino harinero en el que hasta hace pocos años los vecinos molían grano. Alrededor de este conjunto etnográfico se encuentra una cuidada área recreativa, de la que parten varios senderos junto al río.

En Paramios hay que pararse ante su iglesia parroquial, y en Piantón conocer la iglesia de San Esteban -iniciada en el siglo XVI y finalizada en el XVIII-, y descansar en el área recreativa del pueblo, que incluye zona de baños. Otro punto emblemático es Abres, con su iglesia parroquial consagrada a Santiago y el Palacio Pividal, de propiedad privada. En Vijande sorprende Casa Lastra, del siglo XVIII.
Entre unas localidades y otras serpentean caminos tradicionales totalmente conservados, que permiten paseos entre huertas, bosques, prados y orillas de diversos arroyos. Incluso algunos de ellos se alejan en busca del silencio de las cumbres o la profundidad de las minas de hierro que fueron base de la riqueza veigueña a mediados del siglo XIX.

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