A pesar de ser uno de los concejos más pequeños de Asturias, Pesoz muestra su grandeza a través de un importante legado histórico, que tiene en el poblado medieval de Argul su principal exponente.
Hay que viajar al noroccidente de Asturias y adentrarse en el Alto Navia para conocer el concejo de Pesoz, uno de los menos poblados de la región y también uno de los más desconocidos. El municipio, eminentemente rural, tiene su mayor atractivo en los recursos paisajísticos y etnográficos, aunque tampoco desmerece una gastronomía rica en embutidos y carnes, abundante en productos de la huerta y que además se acompaña del vino elaborado en la zona.
La historia y el encanto particular de esta tierra que rezuma tradición seduce a todo aquel que se acerca a visitarla. Y eso ha podido comprobarlo el equipo de producción de la película Bajo la piel del lobo. El director asturiano Samu Fuentes eligió la localidad de Argul como uno de los escenarios del film que tiene como protagonista al actor Mario Casas. La elección resultó de lo más acertada, ya que Argul es toda una joya arquitectónica y etnográfica que permite retrotraerse en el tiempo y viajar a épocas remotas. El asentamiento medieval fue declarado Bien de Interés Cultural en el año 2004, y, a pesar de su escaso poblamiento, sigue resultando una visita fascinante para el turismo. Lo más sorprendente de la aldea se encuentra en las propias casas, levantadas apiñadas entre sí e interconectadas a través de corredores y túneles, el de mayor tamaño de veinte metros. Las viviendas se alzan sobre caminos vecinales, de forma que antaño se podía recorrer gran parte del pueblo sin poner pie a tierra. Fueron construidas directamente sobre la roca madre, e incluso excavadas en la ladera para aprovechar al máximo las tierras de labor. El resultado final es un pueblo de marcada presencia y personalidad que no deja a nadie indiferente.
Argul es uno de los escenarios de rodaje de «Bajo la piel del lobo», protagonizada por Mario Casas
Algo parecido le ocurre a quien visita el antiguo poblado de A Paicega, aunque en este antiguo núcleo de trabajadores lo único que se mantiene en pie es la iglesia, levantada en su día por Joaquín Vaquero Turcios. La braña donde se halla fue antaño un pueblo dormitorio durante los años de la construcción del gran salto de Salime, el mayor de España en esa época y uno de los más importantes de Europa. Hay que remontarse a mediados del siglo XX cuando miles de trabajadores de todo el país venían a trabajar a la cuenca del Navia. Al poblado de A Paicega llegaba el clinker a través de un teleférico que partía desde El Espín (Coaña) y aquí residían cientos de obreros alojados en barracones de los cuales quedan vestigios. También contaba con hospitalillo, iglesia, comercios, peluquerías e incluso un casino y salas de cine. Por eso, en este enclave mágico cobra gran importancia la historia de la que hablan abundantemente las ruinas que se encuentran. La ubicación casi majestuosa de A Paicega, encaramada sobre el embalse de Salime, ofrece unas vistas que quitan la respiración al observador.
Hoy para acceder a este paisaje hay una ruta de tres kilómetros y medio (PR. AS – 169) que parte desde la localidad de Pesoz, atraviesa frondosos bosques de castaños y pasa por el núcleo de Sanzo. La visita es muy recomendable tanto por su contenido histórico como por el paisajístico.
Otro de los nombres imprescindibles a la hora de elegir un itinerario por el concejo es la ruta del río Agüeira. En este caso, el recorrido alcanza los nueve kilómetros pero también es de baja dificultad y está perfectamente señalizado. En aproximadamente tres horas y media se puede realizar esta ruta que parte de Pesoz y de manera circular finaliza en la capital del municipio. Durante el trayecto es posible conocer un antiguo molino, el de Sequeiros, en un hermoso paraje, ideal para parar a retomar fuerzas y con pozas que incitan al baño. El camino que cruza el curso de diferentes caudales fluviales pasa por varios puentes, atraviesa bosques de pinos y castaños y permite conocer la capilla de San Miguel y el pueblo de Argul. En el regreso acompaña el curso del Agüeira, que da nombre a la ruta. El cauce de este río procura otros rincones interesantes, como el área recreativa que en la margen derecha del mismo y a dos kilómetros y medio de la capital del concejo, permite disfrutar de una vegetación exuberante y caminar a la sombra de abedules.
Un poco más alejado, en las proximidades de la aldea de Pelorde y también alimentada por las aguas del Agüeira, se encuentra una joya hidráulica, un molino que data del año 1925. El conjunto no está en funcionamiento pero es visitable. Sin duda merece la pena y de paso es posible conocer la localidad que le da nombre, abundante en etnografía popular y gente hospitalaria.
En la localidad de Pesoz se inician la ruta de Agüeira y la de A Paicega.
En realidad, cualquiera de los núcleos habitados resultan una visita interesante, pues el concejo inmerso en la montaña asturiana tiene abundantes muestras etnográficas y de arquitectura tradicional, además de un entorno natural virgen que invita a realizar actividades al aire libre como la caza o la pesca, entre otras.
En las calles de la localidad de Pesoz, capital del municipio, lo primero que salta a la vista es el Palacio de Ron. La casona solariega de los siglos XVII y XVIII tuvo gran importancia en el Occidente. El Palacio de grandes dimensiones cuenta también con una capilla externa y una torre cuadrada medieval, con finalidad defensiva.
Otro punto de interés en este núcleo es la Iglesia de Santiago, de origen románico. Se cree que el templo pueda ser del siglo XIII aunque con reconstrucciones posteriores. En su interior conserva varias tallas barrocas.
Antes de abandonar el concejo, el viajero hará bien en sentarse a una mesa pesocense y y charlar con sus habitantes, al tiempo que degusta el vino de la zona en un tradicional ‘cacho’. Comprobará de primera mano cómo el tiempo parece detenerse en un lugar como este, donde las tradiciones y las costumbres populares permanecen intactas desterrando la tiranía de las agujas del reloj.