Son la base de la pirámide: agricultores, ganaderos, pescadores. No sólo nos proporcionan alimento sino que modelan el paisaje y mantienen, en muchos casos, toda una cultura tradicional que de otro modo se perdería.
Son, en definitiva, los que nos ponen los pies en la tierra, el último (o el primero) eslabón de la cadena. Quizá por eso, también se han convertido en los perjudicados de un sistema económico que tiende a menospreciar al productor y ensalza al intermediario.
Pasando las páginas de este número navideño descubrimos que los contenidos insisten en el valor de la artesanía, de lo hecho poco a poco y con cariño. No ha sido totalmente intencionado, pero sí creemos que es un signo de los tiempos: aumenta la conciencia de que lo que toca es el comercio de proximidad, las compras de kilómetro cero, el negocio que mira un poco más allá del precio.
Esto lo saben las propias empresas, de las que también hablamos, que se han dado cuenta de la necesidad de invertir en modelos de responsabilidad social: bien porque se han concienciado, bien porque el propio cliente lo pide. De ahí el palabro “prosumidor”, término técnico para designar lo que cae de cajón: ya no vale que nos quedemos pasivos esperando a ver qué nos dan. Tenemos la capacidad de modelar la sociedad con nuestros hábitos de consumo.
Es importante recordarlo en épocas de gastos extras, como la que empieza ahora. Es una manera sencilla y efectiva de plasmar ese espíritu de solidaridad que nos rodea, y encender una pequeña luz en un escenario que, de otro modo, se verá muy oscuro. Con eso ayudaremos a que sean unas felices fiestas, para todos.
Una pequeña luz
