Cuando menos esa es la conclusión que se extrae de los datos numéricos que publica El País, al día siguiente, lunes 22 de octubre; sin embargo, sorprendentemente, no se tienen noticias de impugnaciones.
Según las cifras que encabezan la información hay un censo de 864.721 personas; solamente sumando las que votaron a PP y PSOE salen 920.575, si añadimos el resto, incluso despreciando los anecdóticos como el Sr. Conde, se observa que hay cuatrocientas mil papeletas más que votantes teóricos. El asunto no para ahí, dice otro apartado que “El PSOE pierde 7 diputados con un 33% menos de votos”; en el cuadro de la foto se observa que de 524.488 votantes en 2009 ha pasado a 285.862 en 2012, o sea -238.626, que, con una sencilla regla de tres, sobre quienes votaron hace tres años significa haber perdido el 45’4969%. Tampoco cuadra, es menester volver al Colegio; Electoral o de Enseñanza Primaria(1).
Los números nos vuelven locos en ocasiones, sobre todo ahora que ya se habla más de Economía que de Mourinho; a veces el exceso de tecnicismos lleva a meter la pata. Informa la Cadena SER sobre una condena a la condenada Caja de Ahorros del Mediterráneo, esta vez por vender productos fraudulentos: “La CAM ha sido condenada por información incorrecta y deficitaria”.
Previa aclaración de que la reiteración de “condenas” no es sólo un ejercicio poético, vamos a ver si nos ponemos de acuerdo: la información que suministró la caja de lo que peca realmente es de deficiente, o sea, defectuosa, incompleta; el déficit, es decir, el desequilibrio patrimonial negativo, que diría Montoro(2), el agujero en el bolsillo, se lo originaron los financieros a su sufrida clientela.
Acerca del Banco de Langreo escribe Luis Alonso-Vega, si bien no para hablar de finanzas, más propiamente de fartures: “…como prólogo, el (sic) mayo me llevaron con ‘chaufer’ y todo a comer a Les Pieces”. Me acordé entonces de Manolín el Trampas, jefe de mecánicos electricistas de El Fondón, que lo pronunciaba entonces muy correctamente, “shofer”; era una expresión corriente en Sama, aunque desconocíamos que procedía del francés. Designaba al fogonero de las máquinas de vapor y el término pasó, por extensión, a los conductores de automóviles; así, en coche, llegó a Langreo. Se escribe “chauffer”; Matías, que tenía un haiga en la parada allá frente a Ridruejo, era shofer del taxis.
Es una manía, a mi entender un poco tonta, incorporar palabras de otros idiomas sin comprobar su uso correcto; una innecesaria afectación, un intento de aparecer como más culto que puede llevar fácilmente al ridículo. Veamos otro ejemplo.
Un escribidor de Diario de Mallorca hace referencia a fotos de una tal Catalina, cuya principal aportación al desarrollo de la Humanidad es haberse casado con un príncipe: “…la revista danesa Se og Hør fue aún más lejos publicando otro grupo de fotografías de la misma secuencia tomada por un paparazzi fre-elance”. ¡Toma ya!
El hombre tenía que adornarse; y la lía, claro. Paparazzi es italiano e indica plural; como aquí se trata de un reportero debe decirlo en singular, paparazzo. Luego pone el calificativo en inglés; con bastante mala sombra, porque el guión final de línea le parte en dos la palabra indivisible free; con lo sencillo que habría resultado, sin meterse en líos lingüísticos, decir “fotógrafo independiente”. Tiene en el mismo artículo otra bastante divertida; destaca en el sumario: “Una revista danesa da un paso más y publica imágenes de la duquesa de Cambidge sin la parte inferior del biquini”. Pudoroso, ¿eh?
Escribir acerca de los errores tiene sus peligros. En ocasiones la gente no tiene sentido del humor; otras veces lo que los viejos redactores llamaban “los geniecillos de la linotipia” te juegan malas pasadas. José María Carrascal, tan pulcro él siempre, desde su columna en ABC, intenta cargar contra el juez Pedraz que a su vez ha cargado contra las cargas policiales. Esa actitud ya le valió al magistrado el cariñoso apelativo de “pijo ácrata” por parte de un fino diputado de la derecha; en su artículo quiere expresar Carrascal que el magistrado ni sabe escribir ni entiende de leyes, y le publican lo siguiente: “aparte de pésima redacción…delegnable jurisprudencia”.
¡Mala suerte!, si lo hubiera revisado alguien…Como en la campaña que ilustra la foto que me envía (muchas gracias) mi buen amigo Vicente Morales, que clama a todas las deidades montaraces. En el ambulatorio de El Empalme, Carreño, cuelga este colorido cartel, copatrocinado por el Gobierno del Principado, para instar a la población a reciclar medicamentos. Para llamar la atención utilizan la imagen de un Naranco que al parecer está en Bulnes.
Resulta sorprendente que nadie haya visto este error, propio de turistas madrileños, una preocupante señal de que la persona que firma las subvenciones no controla el producto que compra. Luego les parecerá mal que se quejen los hosteleros, que acusan el descenso de visitantes a la publicidad ineficiente; ya me gustaría escuchar los improperios de Alberto, el del Chiflón, cuando vea esta gracia. Por cierto que, como dice Daniel Serrano, buen comunicador que acaba de pasar (felicidades) a Clases Pasivas: “Ni Naranco ni Naranjo, ni siquiera Picu Urriellu; pa los d’allí ye El Picu”.
Postdata:
Lo reconozco, la realidad me desborda; una vez que entraba en máquinas este artículo el mensual La Cuenca del Nalón me regala dos perlas: